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COLECCIÓN CONOCIMIENTO PERSONAL

 

 

 

 

 

ZEN COTIDIANO

 

 

 

 

José Santos Nalda

 

 

 

 

3a Edición

 

 

 

 

 

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Índice

 

 

 

 

 

Agradecimientos

Presentación del Dr. Justes

Prólogo del Dr. Maestro

Prólogo del autor

 

Capítulo   1    HAY OTRO CAMINO

Capítulo   2    BREVE HISTORIA DEL ZEN

Capítulo   3    ¿QUÉ ES EL ZEN?

Capítulo   4    LA PRÁCTICA DEL ZAZEN

Capítulo   5    LA VÍA DEL ZEN

Capítulo   6    EL ÓCTUPLE SENDERO

Capítulo   7    UNIDAD CUERPO-MENTE

Capítulo   8    ¿QUIÉN SOY YO?

Capítulo   9    ZEN COTIDIANO

Capítulo 10    VIVIR EL ZEN

Capítulo 11    EFICACIA Y COMPETITIVIDAD

Capítulo 12    INTUICIÓN Y CREATIVIDAD

Capítulo 13    ZEN CONTRA ESTRÉS

Capítulo 14    EL NO-MIEDO

Capítulo 15    ÉTICA ZEN

Capítulo 16    RELIGIÓN Y ZEN

Capítulo 17    IGNORANCIA Y SUFRIMIENTO

Capítulo 18    AQUÍ Y AHORA

Capítulo 19    LA VÍA DEL NO-PROVECHO

Capítulo 20    SATORI. EL DESPERTAR

 

 

 

 

 

Dedicatoria

 

A mi esposa Ma Pilar,
y a mis hijos Pablo y Natalia,
que son mis más fuertes y queridos apegos.

AGRADECIMIENTOS

 

 

 

 

 

 

Quiero expresar mi agradecimiento

A mi buen amigo, el Dr. Arturo Justes López, especialista en rehabilitación y medicina del trabajo, que siempre ha sabido considerar en su justa medida el valor del Zen, y cuyos puntos de vista aprecio mucho.

Al Dr. Paulino Maestro, especialista en medicina del trabajo, entrañable amigo, por su valiosa ayuda para redactar el Capítulo VII, y por su acertado criterio en torno al Zen y a la vida cotidiana.

A Carolina Albiac y Guillermo Prat, siempre dispuestos a ayudarme.

A todos mis alumnos de Aikido con los que he compartido sesiones de Zazen.

A Pili, la secretaria del gimnasio Victoria por su ayuda.

Al Dojo del gimnasio Victoria de Zaragoza, y Gimnasio Almozara.

A todas las personas que de una manera u otra me han enseñado algo acerca del Zen.

A Paco Lagardera, por su confianza en mi modesta aportación al conocimiento del Zen

A los lectores que tengan la paciencia o la curiosidad de leer este libro.

¡Gracias!

PRESENTACIÓN
Dr. Arturo Justes

 

 

 

 

 

 

Toda persona da como supuesta la unión entre el cuerpo y la mente. Sin embargo, no suele caer en la cuenta de que nuestro cuerpo exterioriza nuestro estado mental. Suele ignorar que nuestro desarrollo intelectual se realiza sobre una base física, de sensaciones corporales. Si fallan estas informaciones, perderemos la capacidad del desarrollo mental. Nuestro organismo ha desarrollado esta secuencia, y cuando nuestro estado mental está perturbado, precisa reorganizarse desde la base, desde la sensación corporal.

Todo el mundo puede percibir que estar nervioso o angustiado provoca una taquicardia, una sudoración, etc. Nuestro cuerpo se manifiesta para que podamos darnos cuenta. La solución no es tan sencilla como decir: «no debo estar nervioso, no debo estar angus-tiado». El primer paso es sentir, sentir a través de nuestro cuerpo. Nuestras necesidades en la sociedad han «intelectualizado» nuestras sensaciones, dejando nuestro cuerpo como un fardo que hay que soportar, o como soporte que es preciso cultivar para atraer la atención. El cuerpo ha ido perdiendo su papel. En el cuerpo hay una serie de automatismos primarios y reflejos que se pueden fundamentar en la postura y en la respiración.

El individuo tampoco siente su estado mental. La preocupación qué haré luego, cómo puedo conseguir… Ni siquiera vive su estado actual. De ahí la necesidad de comprender primero, y desarrollar después, la capacidad de concentración.

El Zen es un camino. Como tal no tiene en cuenta la raza, la religión, la edad, la cultura, etc. Sirve en cuanto unificador personal, armonizador; enseña a tomar consciencia del mundo. Aporta el no dejar atrás una vivencia necesaria para la vida. En consecuencia mejora la salud, entendida como una homeostasis (equilibrio) corporal y mental.

En mi consulta diaria se tratan numerosas dolencias que afectan al aparato locomotor. Son dolores de espalda, de hombro, una tensión en el cuello, no poder adoptar tal postura, levantarse dolorido, etc.

La tecnología diagnóstica visual es asombrosa; nos sirve para confirmar una hernia de disco, para diagnosticar un tumor, etc. El problema es que la mayor parte de las personas tienen un problema de funcionamiento, no tienen daño en su estructura, y ello no se puede diagnosticar con radiografías, escaner, resonancia, análisis, etc. Sin embargo, hay una clara relación entre la postura de una persona y sus padecimientos, en su bloqueo respiratorio con sus síntomas, en su tensión nerviosa y agotamiento-acortamiento muscular. Se puede actuar médicamente en estos desarreglos de funcionamiento, pero es fundamental combatir las causas que los mantienen. El Zen aporta un camino para vencer los factores que mantienen estos desarreglos funcionales. ésta es la vía que encontraremos y comprenderemos al leer esta obra.

He leído este libro.

Debo reflexionar.

Éste es el magnífico legado que mi buen amigo Santos Nalda ha plasmado para todas las personas abiertas al conocimiento, el que yo he sentido.

Una obra sencilla, amena, pero al mismo tiempo tremendamente profunda.

Desde el punto de vista médico, puedo indicar que la incidencia de los problemas por dolores de espalda se han multiplicado en los últimos años. Las causas afectan fundamentalmente a la postura, influida por la respiración. La respiración depende en gran parte del estado de ánimo. El estado de ánimo depende del entorno y del propio estado de consciencia.

¿Qué relación puede tener esto con el Zazen?

La respuesta la encontrarán los lectores en las próximas páginas.

Si comprendemos la profundidad de las pequeñas cosas que vivimos, y encontramos unos minutos diarios para conseguir un estado de consciencia diferente, nuestra visión de la vida habrá mejorado, así como nuestra conducta.

 

Arturo Justes
Doctor en Medicina. Especialista en rehabilitación
Medicina Manual.

PRÓLOGO
Dr. Paulino Maestro

 

 

 

 

 

 

El mundo moderno de hoy en día y su característica forma de vida competitiva y, en muchos casos deshumanizadora, nos arrastra con frecuencia al padecimiento y al sufrimiento de innumerables alteraciones tanto físicas como psíquicas o emocionales.

Debemos aprender a levantar el pie del acelerador de nuestra vida y de nuestra mente, si no queremos acabar siendo las víctimas de la velocidad que nosotros mismos imponemos a nuestras propias vidas; víctimas de nuestros propios desatinos existenciales.

Si no queremos concluir siendo los protagonistas de estos padecimientos físicos y mentales, y, aún peor, si no queremos terminar siendo deshumanizados como consecuencia del incesante aluvión de vivencias perturbadoras y negativas que, procedentes tanto de la moderna vida social como del trabajo así como de las llamadas distracciones tales como la televisión o la publicidad, trastornan y alteran la verdadera escala de valores que debe regir la vida de todo ser humano, y de las que continuamente somos objeto de nuestra vida diaria, es preciso aprender a parar esta maquinaria (el vehículo de nuestra vida y de nuestra mente) que nos provoca inquietud y ansiedad. Para ello, podemos hacer uso de uno de los métodos existentes cuyo objetivo es aquietar nuestra mente y apaciguar nuestro espíritu; un método que todo él en sí es simplicidad y naturalidad: el método Zen.

El Zen no es ni una religión (pues no tiene un Dios al que rendir cuenta ni adorar, ni admite alma alguna; aunque no niega la existencia de Dios), ni una filosofía propiamente dicha (lo que pretende el Zen es tener la mente libre de toda idea filosófica que no conduce a ningún lugar; el Zen no desperdicia el tiempo en discusiones filosóficas, ya que su aprendizaje, eminentemente práctico, está mucho más cerca de la técnica que de la filosofía, de la práctica que de la teoría, del sentimiento que de la mente), ni un método de relajación, y sin embargo abarca todo esto y mucho más.

El Zen es una forma de vivir la vida, una norma de conducta, llegando a conocer sin pretender conocer, llegando a comprender sin pretender comprender, llegando a aprehender sin pretenderlo. El Zen se puede vivir, pero si se piensa todo el Zen ser pierde. Cada uno ha de andar su propio camino, nadie puede caminar por nosotros, aunque sí indicarnos el camino más propicio. Esto al final nos llevará a ese estado extraordinario de aquietamiento de la mente, de apaciguamiento del espíritu, frenando la charla interna de la mente y aportando tranquilidad y quietud; esto nos permitirá llegar a alcanzar un estado de conciencia más acorde al que corresponde a nuestra propia naturaleza, la Naturaleza Humana, que está destinada a permanecer en sintonía con todo el Universo. ésta al final será la que nos hará comprender cuáles son los auténticos valores sobre los que debe apoyarse todo pensamiento y toda acción en nuestra vida como Seres Humanos, en contraposición con los falsos y espúreos valores que la moderna vida social pretende imponernos para beneficio de unos pocos.

La práctica del Zen no sólo nos ayuda en la meditación, sino también, y sobre todo, en nuestra vida cotidiana, en la realización de nuestras tareas habituales, dándoles un punto de vista distinto, humanizando más nuestra vida y haciéndonos comprender que somos una parte integrante e imprescindible de un Gran Todo, la Naturaleza, y del propio Universo.

Estamos demasiado acostumbrados a vivir la vida diaria en un mundo de continuas superficialidades, vanidades, y banalidades sociales en donde las personas se recrean en su estúpido orgullo, arrogancia y engreimiento; el Zen nos enseñará a bucear y a encontrar en lo más profundo de nuestro ser los valores verdaderamente importantes de nuestra vida y de nuestro entorno, y aprender a disfrutar y a enseñar a los demás a disfrutar de las cosas aparentemente más sencillas y más nimias que nos proporciona la vida, pero que en realidad son las auténticamente importantes y trascendentes para poder llegar un día a encontrarnos y a reconocernos en nuestra propia naturaleza, en nuestra propia esencia, la Naturaleza Humana.

El Zen, pues, nos enseña a dar la espalda a todos estos aspectos superficiales de la vida, tan frecuentes en la realidad social que nos ha tocado vivir en la actualidad, y nos invita a descubrir en nosotros algo que ya somos desde siempre, desde el propio comienzo del Universo, pero algo de lo que todavía no somos conscientes y que necesitamos hacer aflorar y hacerlo manifiesto, es decir, llegar a descubrir que somos Seres Humanos, con todas las potencialidades que todo ello implica. El Zen nos dice: «aléjate de las decepciones del mundo, desconfía de los sentidos pues son falsos, pero dentro de ti busca al Hombre Eterno; y cuando lo hayas encontrado, mira en su interior: tú eres el Buda».

En el Zen encuentras la confirmación de lo que ya sabes, de lo que ya eres, quizá encuentres en él tu transformación, tu cambio profundo de mente y de corazón.

Así pues, el ser humano debería aproximarse a su estado natural, a su naturaleza originaria, que mejoraría la convivencia y dignificaría al ser humano, y mientras no lo haga, la humanidad entera continuará padeciendo las miserias y el sufrimiento que ella misma ha originado.

El Zen pretende llegar a lo más profundo del alma humana; pero no esperes en ningún momento que durante su aprendizaje aparezcan manifestaciones extraordinarias ni milagrosas que hagan cambiar de una forma repentina y radical toda tu vida, ni que te haga entender, con la velocidad de un relámpago, todos los misterios de la vida. En el Zen no se da nada de índole extraordinario o esotérico. Una vida apacible con confianza en sí mismo y franqueza, esto es la verdad del Zen.

En la práctica del Zen no esperes que aparezcan fenómenos especiales rodeando esta experiencia, no esperes evidencias físicas espectaculares que confirmen tu comunión con el espíritu; no hay fenómenos, no hay espectáculo externo, todo ocurre en el silencio de tu corazón que es donde suceden los grandes milagros. Mírate en él, en tu corazón, y verás cómo se ha instalado una paz que antes no tenías.

El aprendizaje del Zen no se hace por razonamiento sino por sentimiento, piensa que «el corazón tiene sus razones que la razón no alcanza».

Las doctrinas que se dan en el Zen proceden del propio interior de cada uno. Nosotros mismos somos nuestros maestros; el Zen sólo muestra el camino. La gran verdad del Zen se halla en posesión de cualquiera. Mira en tu propio ser y no lo busques a través de otros. Tu propio espíritu está más allá de toda forma, está libre y en silencio y se basta a sí mismo.

El Zen pretende llegar a la perpetua serenidad, al modo sereno de contemplar las cosas, y para esto debemos desprendernos del egoísmo y de la ambición. El Zen intenta llegar a conocer la verdad y a hacerse Uno con la verdad, pero para alcanzarla la mente debe dejar de perturbarse con los pensamientos (y en especial con los pensamientos negativos que nos desasosiegan y nos quitan la paz). La verdad reside en la simplicidad. De esta manera podremos llegar a la armonía y bañarnos en el manantial de la serenidad. Si llegas a ver la auténtica verdad de las cosas, sentirás como quien bebe un gran trago de agua y siente saciada su sed. Y, en consecuencia, si puedes prescindir de tus gustos y aversiones, todo se volverá perfectamente claro en ti.

Con la práctica del Zen no se trata de llegar a ninguna meta ni objetivo, no se busca el adquirir cosa alguna. Si no te adhieres a nada, si no esperas nada, si no persigues nada, si no quieres ni buscas nada, entonces eliminas el espíritu de apego, que es una de las causas que aliena la libertad humana.

Taisen Deshimaru nos dice «en el Zen y para obtener el Satori hay que abandonar el ego; para recibirlo todo hay que saber abrir las manos y dar». No esperes jamás nada a cambio de lo que tú des, esto es el espíritu del Zen.

En definitiva, de todo lo dicho hasta ahora podemos acabar recapitulando que el Zen no es vanidad, ni egoísmo, ni resentimiento, ni temor, ni ansiedad, ni inestabilidad, ni duda, ni apatía, ni envidia.

Pero concluyamos ya y no hablemos más de Zen, pues su esencia se encuentra en la virtud del silencio; y en el silencio se eleva el espíritu inmortal, y las palabras ahuyentan el vuelo de los pensamientos. Así que guardemos ya silencio, porque…

 

«Cuando estás silencioso, Ello habla.
Cuando hablas, Ello está silencioso.»

PRÓLOGO
del autor

 

 

 

 

 

 

La forma de vida actual constituye la causa de ese sentimiento de insatisfacción tan generalizado, que despierta la necesidad de un nuevo enfoque del modo de vivir más acorde con la realidad.

Pero… ¿quién o dónde se enseña a vivir en armonía consigo mismo, y con el resto del mundo?

Todo cambia sin cesar a un ritmo de vértigo, por eso resulta conveniente encontrar un tiempo para «sentarse en silencio», y dejar que se posen las impurezas y espejismos de todo aquello que nos afecta de modo directo, porque sólo así podremos reorientar día a día nuestra vida en la buena dirección.

Este libro ha sido pensado y escrito con la esperanza de hacer asequible a todas las personas el modo de vida Zen, de modo que pueda aplicarse a la cotidianeidad de cada cual. La redacción del texto ha pretendido ser clara y sencilla para permitir su lectura y comprensión de principio a fin, a cualquiera que desee iniciar este camino.

En principio, el Zazen puede practicarse de manera individual, en la propia casa, y a la hora que cada uno prefiera. Más adelante, tal vez el adepto busque el contacto con otras personas experimentadas, que puedan reorientar su camino o confirmarle en él.

Sin duda alguna, la práctica de las enseñanzas contenidas en este libro serán útiles a todos los que:

– Desean ayudar a otros.

– Desean vivir en armonía consigo mismos y con el entorno.

– Buscan sentido a su vida diaria.

Amigo lector, debes saber desde el principio que yo no soy un maestro Zen, ni he alcanzado el satori, simplemente trato de poner en práctica en mi vida diaria cuanto encontrarás en estas páginas.

Buda decía a cada uno de los que deseaban seguir su sendero que «el camino está bajo tus pies…». Creo que esta afirmación es absolutamente cierta, así que una vez conocidas las bases (postura, respiración, actitud, principios éticos, etc.) ¿por qué no comenzar su andadura?

 

El autor
Zaragoza, 28 de octubre de 1997

Capítulo 1
HAY OTRO CAMINO

 

 

 

 

«No busquéis el camino en
los otros en un lugar lejano,
el camino está bajo vuestros pies.»

Maestro Tozan (807-869)

 

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Amigo lector… ¿qué andas buscando con tus desvelos, ilusiones, trabajo, estudio, luchas, sacrificios y deseos?

Sin duda alguna te habrás dado cuenta de que vivimos en una época en la que cada día se avanza más deprisa en el conocimiento físico del mundo que nos rodea. Pero, al mismo tiempo, este vertiginoso avance provoca que las personas nos veamos impelidas a seguir el ritmo de las formas sociales (trabajo, estudio, relaciones, etc.) y, por ello, dispongamos de menos tiempo y de menos oportunidades para reflexionar y descubrirnos.

Cada vez son más las voces de médicos, psicólogos, sociólogos, escritores y medios de comunicación que advierten, con sorprendente unanimidad, sobre los «caminos» o formas de vida errónea que han aparecido en las sociedades más ricas y avanzadas tecnológicamente.

De los análisis realizados por estos especialistas sobre los comportamientos actuales, de una gran mayoría de personas, se constatan, entre otras, las siguientes tendencias:

 

–  Superficialidad en ideas, creencias, juicios.

–  Permisividad más allá de lo conveniente y lo razonable, en muchos aspectos, mientras que en otros se da una intolerancia radical.

–  Sentido exagerado de la utilidad inmediata. (Lo que no produce un beneficio, un provecho o una ventaja al minuto siguiente, no in-teresa.)

–  Atrofia de la capacidad crítica, sin una escala de valores definida y estable, y como consecuencia personas fácilmente manipulables por los medios de comunicación.

–  Necesidad de consumir, de tener, de disfrutar de todo, ahora ya, y rechazo de todo lo que supone esfuerzo o sacrificio.

–  Búsqueda del éxito, el poder, la riqueza el prestigio social sin importar demasiada los medios empleados en conseguirlo.

–  Afán de seguridad creciente, de poseer y retener, desde las cosas más necesarias, a las más superfluas.

 

¿Para qué seguir enumerando otras actitudes negativas, cuando las descritas muestran claramente los falsos caminos que podemos tomar, y que sólo llevan al desarraigo con uno mismo y a la insatisfacción íntima de vivir?

 

 

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COMPETIR EN UN MUNDO SIN FRONTERAS

 

 

Según la opinión de especialistas en diferentes áreas del mundo del trabajo, del estudio, de los servicios y de las relaciones sociales, el futuro inmediato se hará cada vez más competitivo en todos los órdenes y exigirá de las personas:

 

–  Mayor capacidad de rendimiento y eficacia en su tarea.

–  Formación permanente.

–  Capacidad de adaptación a las continuas innovaciones.

–  Visión de futuro, intuición y creatividad para descubrir nuevas soluciones a viejos o actuales problemas.

–  Aptitud para relacionarse con empatía.

–  Madurez psíquica y equilibrio emocional.

–  Responsabilidad sobre las propias acciones.

–  Visión global de las circunstancias para tomar decisiones acertadas.

 

Tantas exigencias representan una carga a soportar día tras día, que muchas veces alcanza el límite de lo que cada uno puede dar de sí.

¿Hasta dónde o hasta cuándo podrá resistir la persona esta tensión agobiante, si no la neutraliza y equilibra mediante una actitud íntima de serenidad y armonía?

Caminamos con rumbo equivocado cuando la educación de los niños, de los adolescentes y de los adultos está basada en los valores de la nación, la historia, la religión o las costumbres del entorno y del país, lo cual genera actitudes de unilateralidad, incomprensión hacia los otros, exclusividad, prejuicios, intolerancia, discriminación, privilegios absurdos, etc., y todo porque se ignora o se menosprecia la formación de la persona en su globalidad como ser humano total e integral.

Para vivir en armonía se precisa algo más que la formación científica, intelectual o tecnológica adquirida en el colegio, la universidad, la empresa o el taller. La persona necesita, sobre todo, encontrarse a sí misma como paso previo hacia su libertad interior, mediante la que podrá soslayar las innumerables ataduras con que las sociedades más avanzadas y liberales esclavizan a sus ciudadanos.

 

 

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Pero… ¿acaso existe otro camino, otra forma de vivir que no tenga por únicos objetivos trabajar, poseer, dominar, consumir, disfrutar o sufrir?