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Entre la razón y la sinrazón
¿Enfermedades mentales o males del alma?

Title

Benavides Silva, Fabián Leonardo

Entre la razón y la sinrazón: ¿Enfermedades mentales o males del alma? / Fabián Leonardo Benavides Silva. – Bogotá : Universidad Santo Tomás, 2016.

108 páginas, ilustraciones a color.

Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-958-631-928-7

1. Racionalidad (Filosofía) 2. Terapia 3. Bien y mal 4. Enfermedades mentales I. Universidad Santo Tomás (Colombia).

CDD 615.856 Co-BoUST

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© Fabián Leonardo Benavides Silva

© Universidad Santo Tomás, 2016

Ediciones USTA

Carrera 9 n.º 51 - 11

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: (+571) 5878797, ext: 2991

editorial@usantotomas.edu.co

http://ediciones.usta.edu.co

Dirección editorial: Matilde Salazar Ospina

Coordinación de libros: Karen Grisales Velosa

Diagramación: Alejandra Anzola Bravo

Corrección de estilo: Ángela María Guerra

Hecho el depósito que establece la ley

ISBN: 978-958-631-928-7

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin la autorización expresa del titular de los derechos.

  

Índice

Agradecimientos

Prólogo

Introducción

Concepciones y prácticas sobre los "males del alma" o
las "enfermedades mentales" en Colombia

Periodo hispánico

Periodo republicano

Arribo de la medicina psiquiátrica al país

La medicina tradicional y la psiquiatría en el debate académico

El debate en el plano internacional

El debate en Colombia

El quehacer de un curandero urbano

El Lavapatas y los giradiscos

La Cruz Andina

La curación cuántica y la Nueva Medicina Germánica

Homeopatía y otros sistemas bioenergéticos de la medicina tradicional: vibracional, ayurvédica y acupuntura

Los orishas

“Embrujo”

El caso de “María”

La enfermedad

El tratamiento

“Mal de ojo”

El caso de “Pedrito”

La enfermedad

El tratamiento

“Esquizofrenia”

El caso de “Julián”

La enfermedad

El tratamiento

Conclusiones

Epílogo

Anexos

Anexo 1: Artículo “Los orígenes de la Medicina en Iberoamérica”

Anexo 2. Artículo “Unos ‘giradiscos’ de hace 2.000 años revelan los métodos curativos de los chamanes”

Anexo 3. Artículo “El poder de los discos mágicos”

Anexo 4. Carátula del libro “Los Aborígenes Americanos y las Raíces de la Medicina.”

Referencias

 

Prólogo

Esta investigación indaga sobre el tratamiento de enfermedades vistas por la biomedicina como mentales y por las medicinas tradicionales como males del alma. Se interesa en particular por un sistema curativo que combina estas dos perspectivas, en fluctuación entre lo “clínico” y lo “no clínico”, entre la razón y la creencia. De manera específica, se enfoca en la vida, en las concepciones y prácticas terapéuticas de Nelson Benavides, artista plástico y curandero boyacense radicado en Bogotá, en sus representaciones sociales de la enfermedad y en las de algunos de sus pacientes.

Durante el periodo de trabajo de campo, Fabián Benavides entrevistó varias veces al doctor Benavides y, gracias a su intermediación, logró conversar de manera libre con tres de sus pacientes: “María” una joven (al parecer, afrocolombiana), de Buenaventura, aquejada por brujería/melanoma; “Pedrito”, niño bogotano, afectado por mal de ojo/leucemia; y “Julián”, joven tunjano, residente en Bogotá, diagnosticado como esquizofrénico. Las conversaciones con ellos se centraron en las narrativas sobre sus padecimientos, vinculadas con sus trayectorias vitales. Durante sus encuentros, a petición del investigador, cada uno de ellos hizo un dibujo sobre su enfermedad, lo que resultó en unas piezas sugerentes para el análisis.

El libro explora y documenta a la vez la transformación contemporánea de las medicinas híbridas que, además de conjugar prácticas y concepciones académicas y tradicionales, europeas, indígenas y afro, se inserta ahora en la circulación transnacional de saberes y médicos, e incorporan acervos nuevos, principalmente del Medio y el Lejano Oriente. En coincidencia con el doctor Benavides, quien se presenta a sí mismo como “etnomédico”, tales prácticas podrían denominarse como “etnomedicinas”. Para contextualizar y profundizar en este asunto, Fabián Benavides emprende una exploración retrospectiva de la historia de la “enfermedad mental” y de la persistente presencia de curanderos en Colombia. Así, con base en una revisión bibliográfica amplia y sugerente, revela algunas concepciones y prácticas mágico-religiosas, jurídico-estatales y médicas desde el período de dominación española hasta la actualidad (capítulo 1). Esto lo complementa con el estado actual de las discusiones sobre las enfermedades mentales en psiquiatría y sus carencias frente a la determinación de la etiología y tratamiento, así como frente a las especificidades culturales de esas afecciones (capítulo 2).

Los cuatro capítulos centrales (capítulos 3 al 6), dedicados a la investigación de campo, tienen una estructura similar. El primero aborda las prácticas y representaciones del doctor Benavides, mientras que los siguientes tres son estudios de caso de la enfermedad y tratamiento de tres de sus pacientes. Cada capítulo introduce la enfermedad y tratamiento de tres de sus pacientes. Asimismo, introduce las representaciones sociales objeto de indagación, desde una perspectiva antropológica e histórica general, para situarlas en la trayectoria vital específica de los sujetos de estudio. Los apartes dedicados a los pacientes están divididos, a la vez, en enfermedad y tratamiento, organización que facilita la lectura.

El abordaje de esta indagación resulta revelador, en cuanto combina la antropología y la historia, el contexto sociocultural y las especificidades de los sujetos. En relación con este aspecto, destaco el diálogo que el autor establece entre antropología y medicina académica y la manera como sitúa los alcances y falencias de la psiquiatría contemporánea. Sobre todo, me parece que hace una buena tarea al detenerse en la relación entre paciente y doctor, y en la importancia de la eficacia simbólica, propuesta hace varios decenios por Claude Lévi-Strauss (1967). En este caso, Fabián Benavides la lleva a otro lugar, pues no implica, como en el caso del parto difícil analizado por Lévi-Strauss, compartir y ratificar un código sino una “hibridación” de códigos, un punto central de esta tesis. Este es a la vez uno de los puntos más sobresalientes de esta investigación.

Por su elaboración y organización, por la perspectiva metodológica interdisciplinar (entre antropología e historia, con atención a las discusiones sobre enfermedad y curación), por el trabajo de investigación y presentación, considero que este trabajo debe ser reconocido como meritorio.

Marta Zambrano
Profesora Asociada del Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de Colombia

 

El quehacer de un curandero urbano

En Bogotá, como en cualquier gran metrópoli del mundo, conviven cada vez más diversos sistemas terapéuticos, al tiempo que compiten entre sí. Unos se podrían ubicar en el plano mágico-religioso y otros, en el ámbito de la ciencia médica. Por ejemplo, en El Tiempo, uno de los diarios de mayor circulación nacional, Rodrigo Sepúlveda publicó un artículo el jueves 10 de marzo de 2011, el cual tituló: “El contraste de dos templos. A pocos metros de distancia, se viven dos ritos: el católico de Santa Marta y el esotérico de Salomón”. En éste se establece la manera como dos de los diversos sistemas religiosos existentes en la ciudad ofrecen también servicios terapéuticos, y del mismo modo, se encuentran en una constante competencia, en apariencia pacífica, por obtener seguidores o pacientes. Del artículo vale la pena transcribir algunos apartes:

En dos puntos de Bogotá, separados tan sólo por seis cuadras, entre los barrios Palermo y Alfonso López, se viven dos cultos que navegan entre lo esotérico y lo católico. Mientras en la calle 49 con carrera 17 el profesor Salomón, conocido por leer el tarot en radio y televisión, “fumiga” con un aparato especial a sus devotos con esencias que, según él, atraen al ser amado y dan suerte en los juegos de azar, en la calle 51 con carrera 21, unas 400 personas levantan botellas de agua para que el padre de la iglesia de Santa Marta bendiga el líquido […] La cita más concurrida en ambos rituales tiene lugar los martes. En el templo de Salomón, que no es más que una antigua casa de un piso, dividida en tres salones y adornada de medallas, aceites para la prosperidad, péndulos y jabones, la gente empieza a hacer fila desde las 9 de la mañana. […] Como en un concierto, para entrar a la sesión con el guía espiritual se deben cancelar $20.000 pesos, que son recogidos, juiciosamente, por el propio Salomón, quien como puede trata de sostener en sus manos el botín. […]

Mientras esto sucede, a las puertas de la iglesia de Santa Marta […] empiezan a llegar los primeros fieles de la abogada de los imposibles: Santa Marta. Desde hace más de 40 años, esta santa es la preferida de enfermos terminales, ludópatas y los desdichados en el amor, que buscan una salida a sus penas. […]

Se calcula que en las tres sesiones que tiene programadas Salomón los martes a lo largo del día, asisten unas 1.000 personas, casi el mismo número de creyentes que visitan a Santa Marta, el mismo día.

La masiva afluencia de público ha hecho que alrededor de la parroquia se instalen 10 puestos dedicados a la venta de recuerdos de la “abogada”. En este mercado santo se consiguen figuras de cerámica, escapularios, estampas y lo más curioso, agua para ser bendecida durante las misas. “A mil la botella”, grita Lucilda Duarte, una vendedora con 48 años de experiencia (2011, p. 16).

Pero si en la actualidad en la ciudad de Bogotá han empezado a coexistir de manera pacífica algunos de los sistemas terapéuticos disponibles, también puede constatarse, incluso, que otros han optado por asociarse, tal vez sin dejar de lado la competencia y con la convicción de que la unión es una “táctica” para hacerle frente al monopolio del sistema de salud que ejercen las distintas EPS y la medicina prepagada. Yo tuve la oportunidad de comprobar durante mi trabajo de campo esta reciente modalidad de asociación entre médicos académicos y médicos empíricos, mejor conocidos estos últimos como teguas o curanderos.

De esta forma, cuando formulé mi proyecto de investigación, lo hice pensando en el curanderismo urbano, pero accidentalmente descubrí la categoría de “etnomédico”, la cual durante mi trabajo de campo comprendí que se trataba más de una actualización de la figura del curandero y no de la configuración de una nueva. Esta indagación tomó forma cuando asistí a la clínica del doctor Santiago Rojas Posada, por invitación de una amiga mía, Alicia Vega, quien conocía el proyecto que estaba desarrollando, y a su vez, era tratada por uno de los médicos que trabajaban en ese lugar.

El doctor Santiago Rojas Posada era “afamado”, según Alicia, por sus prácticas médicas alternativas y se había convertido en uno de los médicos de cabecera del señor Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de nuestro país. Además, tenía un pequeño espacio en un programa de entretenimiento que conducía y sigue conduciendo, Jota Mario, de lunes a viernes en las horas de la mañana. De cualquier manera, el doctor en mención era totalmente desconocido para mí en aquel momento, pero me interesaba poder contactarlo como posible informante clave de mi investigación.

De este modo, decidí acompañar a Alicia a una de las consultas con su doctor Nelson David Benavides Vargas, quien con métodos de acupuntura, le venía curando un problema lumbar. Recuerdo que fuimos a aquella clínica el miércoles 11 de abril de 2007, en las horas de la tarde. Al ingresar al lugar, ubicado en la Av. 15 Nº con calle 124 y confirmar que era una zona exclusiva en términos comerciales de la ciudad , me sorprendió ver la afluencia de los más variados estratos socioeconómicos que acudían a consulta a esta clínica. El nombre de la clínica, que más se asemejaba a un lema, era: “Medicina Alternativa y Bioenergética. Equilibrio y salud para su bienestar”.

La clínica se componía de una recepción amplia, cómoda y decorada con cuadros multicolores alusivos a las culturas precolombinas y algunos afiches de eventos sobre salud física, mental y espiritual, realizados en distintos momentos y lugares del país. Aunque esa tarde no pude ingresar más allá, en dirección a los consultorios, unos días más tarde pude conocer la clínica en su conjunto y darme cuenta de que prácticamente ocupaba todo el segundo piso del edificio. En total, contabilicé cinco consultorios, más los laboratorios de sangre, rayos X y una habitación en donde se encontraba una máquina bioenergética traída de Alemania y donde se realizaban “cuadres energéticos”, tratamientos quiroprácticos y todo tipo de terapias físicas.

Cada uno de los cinco consultorios era ocupado por un especialista y, en términos generales, se componían de una camilla, un biombo para los pacientes, y un escritorio con tres sillas: una silla para el médico y las otras dos para la persona que asistía a consulta con su posible acompañante. Los consultorios se encontraban personalizados con algunos equipos, instrumentos médicos, medicinas y objetos personales de los doctores que los ocupaban. El color blanco de las paredes, pisos y ropa de cama eran también acordes con los de cualquier clínica, lo cual ha simbolizado para la cultura Occidental u occidentalizada desde el siglo XVIII: pulcritud, higiene, y más que nada, salud.

La idea era que esa tarde, una vez mi amiga saliera de su consulta con el doctor Benavides, abordáramos al doctor Rojas por intermedio de este último, teniendo en cuenta que ambos laboraban en esa clínica y eran grandes amigos1. Nuestra pequeña estrategia surtió efecto y sin ningún problema fuimos relacionados en la sala de espera con el doctor Rojas, quien amablemente aceptó concederme una cita al día siguiente a las 10:00 a. m., para exponerle en detalle el propósito de mi investigación, puesto que apenas había podido esbozársela en aquel momento.

Naturalmente, llegué a la hora acordada y me anuncié con la recepcionista. Ella me pidió tomar asiento para ser llamado en un momento. Luego de hacer una pequeña llamada por línea interna, me notificó que debía aguardar unos minutos mientras el doctor terminaba de atender a un paciente. Aguardé cerca de una hora hasta que la señorita de la recepción me dio la mala noticia que el doctor Rojas no podía recibirme esa mañana, “porque se le habían alargado las consultas y estaba descuadrado de tiempo”. Sin embargo, me mandó decir con ella que si gustaba podía darme la cita para el día siguiente, hacia las 5:00 p. m. Esa tarde ni siquiera llegó al consultorio, pero pude entablar una agradable charla, al calor de un café, con el médico de mi amiga.

No desperdicié la oportunidad y le planteé mi investigación sobre los "males del alma" o "enfermedades mentales” al doctor Benavides, el cual ya había escuchado algo sobre ésta, dos días atrás, en el momento que hablé con el doctor Rojas. Noté que le interesaba mi proyecto, pues estuvo atento y receptivo. Luego, él me contó algunos casos de sus pacientes con este tipo de males o enfermedades y la manera como los había tratado. También me habló sobre sus viajes por Latinoamérica y Europa, dedicados a aprender o mostrar su trabajo a través de charlas o conferencias. “En total”, me dijo con gran modestia y mientras suspiraba como un gesto de resignación: “llevo casi cuarenta años dedicados a la medicina”.

Advertí en ese momento y también lo pude constatar posteriormente, que el doctor Benavides es una persona de ademanes pausados, sumamente tranquila y algo calculadora, que se toma su tiempo antes de hablar sobre algún tema. De igual manera, inspira confianza en su interlocutor y consigue que éste hable o exprese su pensamiento.

El doctor Benavides es una persona de rasgos faciales expresivos y marcados, de tez trigueña, ojos oscuros de forma almendrada y de cabello corto totalmente canoso. Su estatura es de 1 m y 70 cm, aproximadamente, y la complexión acorde con su talla; es decir, entre 70 y 75 kilos.

Cuando nos despedimos me dio sus datos de contacto y me manifestó complacido que colaboraría con mi investigación en todo lo necesario. El doctor Benavides no solo se convirtió en mi informante clave, como lo referí atrás, sino que también hemos entablado una grata amistad que hasta la fecha se mantiene. Respecto al doctor Rojas, tuvimos sucesivos encuentros, aunque todos breves, y comprobé que realmente era y sigue siendo un hombre ocupado y abrumado por los compromisos de su vida profesional.

Imagen 2: Alicia Vega y el doctor Nelson Benavides Vargas en su consultorio durante el mes de abril de 2008.

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Fuente: elaboración propia.

Por esos días supe que el doctor Rojas era un médico académico, titulado en la Universidad Militar Nueva Granada quien, además, tenía varias especialidades en medicina alternativa en el exterior2. Por el contrario, el doctor Benavides aunque tiene formación universitaria, no es médico y ha incorporado sus conocimientos y saberes médicos de manera empírica o a través de seminarios y cursos. No obstante, ambos ilustran cómo las concepciones y las prácticas médicas, tanto académicas como tradicionales, circulan en la actualidad de un lado a otro. Es decir, los médicos académicos cada vez más se interesan por aprender sobre medicina tradicional y los médicos tradicionales buscan formarse en medicina académica. Un hecho revelador también en este sentido es que la Universidad Nacional de Colombia hubiese abierto recientemente la Maestría en Medicina Alternativa (http://www.medicinaalternativa.unal.edu.co/maestria.html), con las siguientes líneas de estudio:

Se anotó en la introducción de esta investigación que el curanderismo o la etnomedicina conjugan de manera estratégica concepciones y terapéuticas médicas (académicas y tradicionales) de distintas culturas del mundo. Sin embargo, también se estableció que sigue teniendo un fuerte sustrato indígena respecto a las terapéuticas médicas, puesto que se han mantenido en constante circulación entre los pueblos de tierras bajas (selváticas) y los de tierras altas (andinas). En el caso particular del doctor Nelson David Benavides Vargas, debe decirse que esta circulación entre terapéuticas locales y globales se constata al evidenciar en sus concepciones y prácticas médicas la mixtura de “conocimientos” y de “saberes” culturales (americanos, africanos, orientales y europeos).

Los “conocimientos” médicos se encuentran inscritos más en la esfera académica y los “saberes” médicos responden al orden de la cultura tradicional (Good, 2003). De este modo, el conocimiento/saber médico del doctor Benavides podría ubicarse entre los dos tipos de medicina de la siguiente manera:

Imagen 3: Ubicación del curanderismo en relación con los demás sistemas médicos

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Fuente: elaboración propia.

Sin embargo, existe un tercer campo que es el de los saberes domésticos y el cual se encuentra regido por la mujer, puesto que ésta es la encargada de decidir cuándo y a cuál médico recurrir, al tiempo que ella misma puede hacer las veces de curandera o sanadora (Uribe, 1999).

Imagen 4: Ubicación de la medicina doméstica respecto a los demás sistemas médicos

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Fuente: elaboración propia

El doctor Benavides lleva buena parte de su vida investigando sobre los diversos saberes médicos de las culturas indígenas americanas, contenidos tanto en la flora como en la fauna del continente. Pero a este trabajo se fue sumando el estudio de la cosmogonía y la cosmología indígena respecto al nacimiento, la vida, la muerte de los seres y su relación (vitalista o energética) con las fuerzas creadoras del cosmos y de la Madre Tierra. “Sin lugar a dudas”, afirma el doctor Benavides, “la primera cultura que llamó mi atención fue la Muisca” y en particular, la que se asentó en Sogamoso, la ciudad donde se crió, conocida a su vez como la ciudad del sol, puesto que ahí el Zaque en compañía de su séquito rindió culto al dios sol (Xué).

Gracias a la orfebrería y la alfarería de los muiscas que reposaba en el museo de la ciudad, El Templo del Sol, el doctor Benavides empezó a interesarse desde niño por aquella cultura:

Como cualquier chiquillo sogamoseño me cautivaba ese pasado mítico y a un mismo tiempo trágico que nos enseñaban en el colegio sobre los muiscas. En el seminario de la ciudad, donde me eduqué, el plan por excelencia era ir por lo menos una vez al año al museo, sin importar el curso en el que uno estuviera (comunicación personal, 10 de mayo, 2007)3.

Aunque el doctor Benavides nació en Duitama (Boyacá) en 1945, sus primeros años de vida transcurrieron en la ciudad de Sogamoso, hasta su traslado a la capital del país, Bogotá, donde estudiaría en primera instancia Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia. Su hogar, compuesto por los dos padres de origen santandereano y ocho hermanos más, de los cuales, él era de los menores, estuvo marcado por las privaciones económicas propias de una familia numerosa. Así mismo, fue por causa de la violencia bipartidista desatada en el país, tras la muerte del “Caudillo del Pueblo”, Jorge Eliécer Gaitán (el 9 de abril de 1948), que la familia Benavides Vargas tuvo que abandonar la ciudad de Duitama, pues sencillamente la inclinación política del jefe de hogar (liberal) no comulgaba con la tendencia de la mayoría de sus habitantes. De este modo es que, con premura y varias amenazas de muerte, dejaron atrás casi todos sus bienes y terminaron por radicarse en Sogamoso, ciudad vecina a Duitama, donde predominaba la facción política conservadora. Su vida de estudiante de Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia se encaminó por el estudio de las formas, texturas y simbolismos de la producción material Muisca, entre otras, con el único propósito de poder plasmarlos en su propia obra artística. El doctor Benavides me refirió también que durante esos años de estudiante, el eco aún vivo del muralismo mexicano y, en particular, los movimientos indigenistas y latinoamericanistas, terminaron por definir su fascinación y compromiso por el legado cultural precolombino de nuestro país. Finalmente, consiguió su título de Maestro en Artes Plásticas a la edad de 22 años, tras cumplir con los tres años exigidos por la facultad, la cual funcionaba en aquella época en la Casa del Marqués de San Jorge, en la carrera 6 n.° 7-43.

El resultado de toda esta experimentación artística sobre los muiscas le llevó a obtener el primer puesto en la Bienal Nacional de Artes de 1976. Además, su obra recibió en el marco del evento una crítica favorable de una de la más importantes artistas colombianas de la época, Martha Traba.

Lo cierto es que el doctor Benavides terminó por abandonar su vida de artista, aparentemente tras los múltiples problemas económicos y familiares que venía experimentando por aquel entonces. Para dicho momento el doctor Benavides se encontraba casado con una joven, Rosa Elvira Escobar, de cuya unión nacieron tres hijos. Pero esta unión estaría destinada a disolverse, puesto que hacia el año de 1978 conoció a Ana Ligia Arango, su actual compañera, con la cual estableció un nuevo hogar. La familia de Ana Ligia, los Arango, estaba conformada por reputados “guaqueros” (personas dedicadas a la búsqueda de tumbas prehispánicas con fines lucrativos) del departamento de Antioquia, de donde eran oriundos.

El Lavapatas y los giradiscos

El doctor Benavides, en compañía de Ana Ligia Arango, empezaron a participar en aquellas “correrías” de la familia Arango y, así mismo, a investigar más a fondo sobre las concepciones y las prácticas médicas de las culturas indígenas de nuestro país. En particular, se centraron en el estudio del llamado “Lavapatas” de la cultura de San Agustín, el cual era una “auténtica clínica de hidroterapia y fisioterapia”, como lo publicó la Revista Médico Madrid tras haber entrevistado a la pareja en mención en el año de 1986 (véase anexo 1). Además, añadía el mencionado artículo que

A unas cuantas horas de camino se halla un pozo milenario La Cabaña cuyas calientes aguas, al igual que las heladas del Nevado del Tolima, uno de los más importantes del país, fueron trasladadas por los nativos a través de un rústico acueducto construido con guadua hasta el Lavapatas. Para completar esta técnica, utilizaban los sobijos, en los que hacían un balanceo muscular perfecto, que no era otra cosa que lo que hace hoy la fisioterapia (1986, p. 18).

Para el doctor Benavides el “Lavapatas” de San Agustín fue, sin lugar a dudas, “una clínica de sanación integral” en donde se practicaba la “curación por el agua, por el sonido, por el barro y por las hierbas” (comunicación personal, 6 de junio, 2007).

Paralelamente, Ana Ligia Arango y Nelson David Benavides quienes ya empezaban a gozar de reconocimiento como doctores e investigadores de la medicina prehispánica en algunas ciudades de Colombia y España, centraron su estudio en las propiedades terapéuticas de los discos encontrados en el departamento de Nariño, que pertenecieron a la cultura Piartal-Tuza. En total, suman quince discos de diferentes texturas, motivos y colores, compuestos a su vez por aleación de oro y bronce con micropartes de plata y platino. Estos discos, que actualmente reposan en el Museo de Oro de Bogotá y de los cuales los doctores Arango y Benavides hicieron unas réplicas a escala, también poseían un orificio central y evidenciaban desgaste en ese mismo punto por el uso, lo que les permitió afirmar que se trataba de giradiscos.

En una entrevista realizada en 1995 por una revista española, Más allá, el doctor Benavides y su esposa, la doctora Ana Ligia Arango hicieron referencia a las formas y propiedades médicas de los giradiscos:

Algunos de los diseños de estos discos, que tienen un diámetro de entre catorce y diecinueve centímetros, son similares al material que hoy utilizan los modernos hipnólogos, así que enfoqué los estudios en esa dirección […]. Pero pronto nos dimos cuenta de que poseían efectos terapéuticos más amplios. Actuaban del mismo modo sobre las personas que los miraban como sobre los que permanecían con los ojos vendados, y actuaban tanto en movimiento como parados. Hoy estamos en condiciones de afirmar que los giradiscos fueron utilizados por nuestros antepasados como instrumentos psíquicos y medicinales. Nuestros chamanes fueron grandes incursionistas en los laberintos de la mente e idearon artefactos para relajarla, para estimular su capacidad curativa o para modificar su estado de conciencia. Los giradiscos actúan en todos estos niveles. La luz o el poder real del sol incidían sobre ellos y en su giro creaban un juego de luces y sombras, un balanceo entre los espacios positivos y negativos que permitía la relajación mental y era la puerta a estados de éxtasis religioso y de autocuración […] (Labarta, 1995, p. 52)4.

Ese mismo año, la revista española Año Cero también les publicó a los doctores Arango y Benavides otro artículo sobre los giradiscos de la cultura Piartal-Tuza, el cual, se encuentra en el anexo 3.

Imagen 5: La doctora Ana Ligia Arango Arango, esposa del doctor Benavides, revisando los bocetos de los giradiscos de la cultura Piartal-Tuza que fueron replicados y posteriormente, expuestos en Europa entre 1994 y 1996.

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Fuente: Archivo personal del doctor Benavides.

Imagen 6: El doctor. Nelson Benavides Vargas elaborando algunos bocetos de giradiscos de la cultura Piartal-Tuza en compañía de un ayudante.

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Fuente: Archivo personal del doctor Benavides.

Imagen 7: El doctor Nelson Benavides Vargas a las afueras del Museo de Arte Precolombino Barbier Mueller en Barcelona, en donde expuso las réplicas de los giradiscos en 1994.

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Fuente: Archivo personal del doctor Benavides.

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