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Rodríguez Morales, Tania Gabriela

Oriente próximo, israelíes, palestinos y el terrorismo yihadista / Tania Gabriela Rodríguez Morales – Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2017.

247 páginas; ilustraciones, mapas, cuadros.

Incluye referencias bibliográficas (páginas 243-247)

ISBN 978-958-631-972-0

1. Medio Oriente 2. Países Islámicos 3. Terrorismo. 4. Guerra y religión I. Universidad Santo Tomás (Colombia).

CDD 320.557 CO-BoUST
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© Tania Gabriela Rodríguez Morales

© Universidad Santo Tomás

Ediciones USTA

Carrera 9 n.° 51-11

Edificio Luis J. Torres, sótano 1

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfonos: (+571) 5878797, ext. 2991

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http://ediciones.usta.edu.co

Dirección editorial: Matilde Salazar Ospina

Coordinación de libros: Karen Grisales Velosa

Asistente editorial: Andrés Felipe Andrade

Diagramación:Claudia Patricia Rodríguez Ávila

Diseño de cubierta: Kilka Diseño Gráfico

Corrección de estilo: Felipe Miranda

Hecho el depósito que establece la ley

ISBN: 978-958-631-972-0

e-ISBN: 978-958-631-973-7

Impreso por: Xpress Estudio Gráfico y Digital

Primera edición: 2017

Todos los derechos reservados

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin la autorización previa por escrito de los titulares.

En honor a mi madre.

Tabla de contenido

PRÓLOGO

LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES

EL PAPEL DE LOS ESTADOS UNIDOS DENTRO DEL CONFLICTO: INICIOS DEL SIGLO XXI

LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES

PLAN DE PAZ: TRANSFORMAR CONFLICTOS PARA BUSCAR LA PAZ

LA GLOBALIZACIÓN DEL TERROR ISLAMISTA: DE AL QAEDA AL ESTADO ISLÁMICO

DAESH

REFERENCIAS

Prólogo

En nuestras manos está el primer libro de una joven autora cuyo nombre, si Dios quiere, vamos a oír mucho en el futuro. Lo digo porque conozco, desde el principio, su trayectoria como estudiosa e investigadora. Conozco también su coraje de decir cosas que no le gustan a la mayoría y su capacidad de hablar, políticamente no correcta. Conozco su deseo de ir al grano, incluso cuando esto la incomoda. Educada en las normas académicas de una de las instituciones más prestigiosas de Europa –el Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada–, y con el espíritu implacable de la Universidad de Sofía, Bulgaria, donde pasó casi medio año, Tania rechaza el populismo barato con la plena consciencia de que hacerlo es científicamente correcto.

El tema del libro es un desafío para cualquier autor, ya que Oriente Próximo es una de las zonas más turbulentas del mundo. Allí las relaciones entre los israelíes y palestinos son un nudo de sangre y hostilidades que desde años hace fracasar cualquier intento de transformación y regulación. En ese sentido, el terrorismo yihadista es el tópico que atrae la atención del público internacional, precisamente ahora, cuando se decide el destino del llamado Estado Islámico y tal vez de toda la región.

La autora ha decidido presentarnos el desarrollo de estos temas en el contexto de los conflictos internacionales, especialmente después de la Guerra Fría. Tal enfoque abre muchas oportunidades, pero esconde también muchos riesgos. Permite elaborar una buena y poderosa metodología y al mismo tiempo te hace mover por el filo de la navaja, siguiendo aquella línea fina que separa la teoría útil y necesaria, vista como una herramienta para analizar los hechos de la realidad política, de la tentación de teorizar para comprobar vanidosamente tu propia capacidad de formular hipótesis. Parece que la autora ha sabido evitar los escollos del dilema mencionado y el primer capítulo teórico, que es bastante largo, no aburre ni molesta, sino que crea aquel marco explicativo que nos permite comprender el resto del material.

Cuando se habla de conflictos, no se puede obviar el papel de los Estados Unidos. En nuestro mundo multipolar, guiado más por realismo que por liberalismo político en las relaciones internacionales, ellos siguen siendo el actor más importante y poderoso. En el libro se analizan los esfuerzos de dos administraciones de los EE.UU por poner fin al conflicto en Oriente Próximo: los de la administración de Bush y los de la administración de Obama. El foco de la atención siguen siendo los actos de las élites políticas israelíes y palestinas, al igual que los de la comunidad internacional. Y como la autora, desde el principio, declara que su libro forma parte de las investigaciones de la paz, es natural que ponga más atención a este aspecto. De sumo interés es su análisis de los tres errores cometidos en el proceso de las negociaciones: 1) creer que es una cuestión de partidos políticos, 2) delimitar la fecha de la solución del conflicto y 3) la falta de continuidad de un programa de negociaciones. ¿Se resolvería el conflicto si estos tres errores fuesen evitados? No lo sabemos. Pero esto no impide reconocer el valor del análisis hecho que demuestra que cuando el conflicto se convierte en un elemento de la identidad, cuando la violencia llega a dominar el pensamiento y el comportamiento, y cuando los esfuerzos desde abajo y desde arriba no gozan de un apoyo significativo, la gestión eficaz se hace casi imposible.

Hace falta transformar el conflicto –o sea, eliminar la violencia para poder seguir negociando las diferencias existentes–, esta es la idea principal del tercer capítulo. Cabe decir que la idea de una transformación últimamente se establece como una alternativa más realista que la de la resolución e incluso la gestión. Tal vez no es el camino más directo pero, como nos enseñan los planes para la paz, podría llevarnos a la destrucción del núcleo más profundo del conflicto: «los que tienen que ver con la identificación de las partes con la tierra y de esta con la cultura de ambos lados del conflicto. Hablamos de Jerusalén, las fronteras de 1967, el retorno de los refugiados, los asentamientos, el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los dos pueblos, la desmovilización de Hamas y su compromiso sólido con la paz, consistente en abandonar sus prácticas terroristas».

Una de las ventajas más grandes de este libro es que nos hace, a través de un análisis preciso y detallado, comprender las raíces, las causas, las partes y las estrategias posibles de la regulación del conflicto. Una cosa necesaria y útil, tomando en consideración que a veces estos –enfrascados de ideología o discursos de propaganda– se nos escapan o se nos pierden de vista. Especialmente peligrosos son los discursos religiosos que involucran a las personas en hostilidades, otorgando legitimidad a actos criminales y sangrientos, a través de autoridades transcendentales, cuyas consecuencias pueden ser desastrosas.

¿Cómo fue posible que el Islam, la religión de la paz, se haya convertido en tal ideología? Esta es la cuestión principal que se plantea en el cuarto capítulo. Al leer las líneas dedicadas a lo que la autora, junto con otros investigadores, llama «Islam militarizado», vivo de nuevo los años que pasé en Asia Central, entrevistando a 57 personas, hombres y mujeres, que se habían unido a las filas del llamado Estado Islámico. Y como que oigo las voces de los reclutadores, cuando les preguntaba que es la yihad, me contestaban que es tomar un Kalashnikov y matar a todos, a musulmanes y a no musulmanes. Ni una sola palabra de la interpretación clásica, donde el profeta dice que la gran jihad es la lucha contra el mal en nosotros mismos. Solamente odio, destrucción y cuentos sobre la culpa de Occidente. Ni una sola palabra acerca de que la paz es responsabilidad de todos. De cristianos, de musulmanes y de judíos. Que la paz es un plebiscito por el que «votamos» cada día. Que la paz no se construye a través de muros, ya sean muros físicos, como los que tenemos en Jerusalem, Melilla y últimamente Hungría; o muros de odio, construidos por las organizaciones radicales y Daesh en los corazones y las mentes de las personas. Todos somos responsables del mantenimiento de la paz. Y estoy absolutamente de acuerdo con la autora cuando afirma que la civilización occidental debe rechazar los intentos de los ideólogos radicales de que le endilguen la culpa del fenómeno del terrorismo moderno porque eso simplemente no corresponde ni a la verdad histórica ni a los hechos contemporáneos.

El último capítulo, dedicado a Daesh, nos revela un análisis brillante de este fenómeno, el cual hoy en día atrae la atención mundial. Aunque esta organización radical, tal vez la primera en pretender convertirse en un Estado, no es un peligro inmediato para la América Latina, así como lo es para Europa y parcialmente para los Estados Unidos, su trayecto es ilustrativo en muchos sentidos. La historia del auge y – esperemos – la caída de Daesh es la historia de las consecuencias nefastas del agotamiento de la alternativa secular en el mundo árabe, causada por la corrupción e ineficacia de los regímenes laicos, apoyados muchas veces por el mundo occidental; de las promesas no cumplidas de la democracia, y finalmente, de una demagogia totalitaria que llega a dominar la conciencia de los que se consideran víctimas de la injusticia social.

Los dilemas que se le plantean a Tania son, en muchos sentidos, los mismos que se me planteaban a mi cuando trabajaba sobre mi libro Las mujeres en el Estado Islámico y –creo yo– a todos los que intentamos pisar este suelo inestable y estas arenas movedizas: ¿cómo fue que el mundo civilizado no supo impedir el surgimiento del llamado Califato, que reestablece la forma más bárbara de la Sharia? ¿Qué motivó a miles de personas a abandonar sus tierras para unirse a una guerra que no es suya? ¿Qué fuerza desconocida movió a un número significativo de mujeres a ISIS?, un «Estado» donde les trataron como material humano de segunda clase solamente porque eran mujeres. De momento tenemos más preguntas que respuestas. Esto es lo que me parece más provocativo y atractivo del libro de Tania: las preguntas las plantea la autora, las respuestas las buscamos todos.

¡En hora buena, al libro y a sus lectores!

TATYANA DRONZINA

Los conflictos internacionales

La resolución, gestión y transformación de conflictos –junto con la mediación en el ámbito internacional– es de enorme interés global. Este tema además es muy complejo y su desarrollo, a futuro, debe estar centrado en los esfuerzos de instituciones gubernamentales, académicas y civiles. En este capítulo se desarrolla un análisis de los conflictos internacionales, principalmente, expondremos sus definiciones, características y elementos básicos. Asimismo, se propondrán alternativas y análisis en el marco de la transformación pacífica de los conflictos a desarrollar a lo largo de todo el tema. Dada la realidad global se hace necesario explicar, analizar y comprender a qué nos enfrentamos, qué son los conflictos, cómo se manejan, qué tan negativos son realmente, etc.

¿Qué es un conflicto internacional?

El término «conflicto internacional» no pertenece a ninguna de las categorías que aparecen en las tipologías usuales en las que se clasifican los conflictos, aunque habitualmente se le ha asociado a acciones de guerra y de intervención militar, entre otras. En la actualidad, esta concepción ha sido superada puesto que los conflictos internacionales no tienen por qué ser de tipo militar o bélico, sino que incluyen todos aquellos aspectos en los que se actúa conculcando los derechos de grupos de personas que no pertenecen a un mismo país (Bolaños, Checa & Esquivel, 2007).

Desde un punto de vista legalista, un conflicto internacional se constituye cuando intervienen dos sujetos de derecho internacional y se aplica el derecho internacional. Esta definición tiene el inconveniente que exige el cumplimiento de dos aspectos, a veces de difícil determinación: en un conflicto específico es necesario conocer si las partes son o no «sujetos de derecho internacional» y si es posible aplicar el derecho internacional.

En un sentido amplio, un conflicto internacional es aquel que tiene lugar entre:

a. Países o grupos de países que entran en conflicto. Este tipo está relacionado con aspectos de geopolítica.

b. Grupos o instituciones pertenecientes a diferentes países. Si el conflicto se origina entre un gobierno y un grupo o institución, habitualmente se transforma en un conflicto entre países.

c. Algún grupo multinacional. Este conflicto es bastante complicado ya que aparecen elementos que son, en parte de tipo geopolítico, en parte económicos y en parte de poder.

d. Facciones o pequeños grupos que pertenecen a países limítrofes.

Una característica muy importante de los conflictos internacionales es que afectan en gran medida a los Derechos Humanos. Hasta el final de la II Guerra Mundial, los conflictos internacionales tenían generalmente un carácter bélico de guerra entre países, y la comunidad internacional, para defender la dignidad humana y los derechos de la persona, promovió la consecución de compromisos que permitieran respetar los derechos básicos y proteger a los civiles no combatientes.

El primer gran acuerdo entre Estados que garantiza el respeto debido a la persona humana es el Derecho de la Guerra, suscrito en La Haya en 1899. Dicho acuerdo fue el origen de posteriores desarrollos, hasta llegar por ejemplo a los Convenios de Ginebra y su Protocolo Adicional I, auspiciados por las Naciones Unidas (ONU), los cuales han establecido las reglas de conducta que los Estados deben seguir como garantía del respeto debido a la persona humana. El Derecho Internacional Humanitario cubre, pues, el amplio y variado campo de los conflictos internacionales pero, por su carácter complementario de los derechos humanos, no excluye el respeto a estos derechos, que continúan vigentes aun en situaciones de conflicto internacional, así sea difícil garantizar su vigencia en y como resultado de un estado de guerra (Rivas, 2005).

La organización que se dedica a intervenir para regular, resolver, gestionar y transformar los conflictos internacionales es la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En la Carta de la ONU se explicitan los objetivos de esta organización, los cuales se enfocan principalmente en mantener la paz y la seguridad internacional, desarrollar relaciones amistosas entre naciones, cooperar en la tarea de solucionar problemas sociales (económicos, políticos y culturales), y humanitarios internacionales, además de promocionar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales, y ser el centro para la armonización de las acciones emprendidas por las naciones para lograr estos fines. En la actualidad, las acciones de la ONU se enfocan a tres áreas: 1) paz y seguridad 2) desarrollo y 3) derechos humanos y democracia.

El Investigador para la paz (Peace Research), matemático y sociólogo Johan Galtung (2004) expone una tipología de conflictos dividida en cuatro categorías: micro-conflictos (dentro y entre personas), meso-conflictos (en las sociedades), macro-conflictos (entre los Estados y las naciones) y mega-Conflictos (entre regiones y civilizaciones). En este esquema, los conflictos internacionales tienen cabida en los tipos «macro» y «mega».

Los conflictos «macro» se refieren a conflictos geopolíticos cuyos protagonistas son los estados como «países definidos geográficamente» (Galtung, 2004) y las naciones como «grupos definidos culturalmente (históricamente, lingüísticamente y religiosamente, etc.) (Galtung, 2004) Y los cálculos que expone para evaluar la posibilidad de conflictos en la tierra son 180 Estados y 1980 naciones. El nivel «mega» se refiere a «las relaciones entre las regiones con Estados como miembros, y entre civilizaciones con las naciones como miembros, y la relación entre los dos (sic)» (Esquivel & Jiménez, 2009, pp. 1-18), además, de los aspectos religiosos que existen entre los Estados.

No debemos olvidar que prácticamente desde el inicio de las investigaciones acerca de los conflictos, en especial los conflictos internacionales, han aparecido modelos teóricos que intentan elaborar una teoría general de los conflictos, basándose en distintas concepciones del mismo. Diversos autores han propuesto modelos de resolución y regulación, de gestión o de transformación de conflictos con pretensiones que abarcan desde un modelo general causal de los conflictos hasta una guía para el trabajador en conflictos. En general, cada modelo incluye un conjunto de variables que determinan los conflictos, pero usualmente solo tienen validez en algunos tipos de conflicto.

Sin embargo, al hablar de conflictos internacionales, o quizás armados, se suele emplear la definición que utiliza Peter Wallensteen y otros expertos en el Journal of Peace Research, a raíz de las investigaciones llevadas a cabo en el Uppsala Conflict Data Project (Wallensteen & Erikson, 2004; Wallensteen & Harbon, 2005). Con frecuencia, estos autores exponen, a través de estudios cuantitativos, las situaciones más conflictivas como aquellas incompatibles que conciernen al gobierno o al territorio (conflictos internacionales), donde el gobierno de al menos uno de los dos Estados hace uso de la fuerza armada, generando un mínimo de 25 muertos en batalla.

Se extrae como conclusión, que los elementos más relevantes en esta propuesta son el uso de la fuerza armada, las armas, el número de muertos de cada una de las partes, el gobierno, las organizaciones de oposición, el Estado, y la incompatibilidad que concierne al gobierno o el territorio.

A partir de esta interpretación de conflictos armados se realiza una clasificación que distingue entre:

a. El conflicto armado menor que muestra como mínimo 25 muertos durante la batalla por año, y menos de 1000 muertos durante el curso del mismo.

b. El conflicto armado intermedio que presenta 25 muertos durante la batalla por año, y un total acumulado de 1000 muertos más a lo largo de un año. La guerra suele concretarse cuando se alcanza los 1000 muertos durante la batalla por año.

c. El conflicto armado mayor que incluye los dos niveles más severos como son el conflicto armado intermedio y la guerra.

Frente a estas definiciones, podemos destacar aspectos cualitativos porque, aunque subrayan datos generalizados, tienen en cuenta los rasgos particulares de los contextos en los que acontece cada conflicto armado. Como expone Vicenç Fisas, en las siguientes líneas:

Entendemos por conflicto armado todo enfrentamiento protagonizado por grupos de diversa índole, tales como fuerzas militares regulares o irregulares, grupos armados de oposición, grupos paramilitares o comunidades étnicas o religiosas que, con armas u otros medios de destrucción, y organizados, provocan más de cien víctimas en un año a través de actos intencionados, sea cuál sea su justificación. La cifra de cien muertes es, por supuesto, un indicador que debe relativizarse en función de otros elementos, como la población total del país y el alcance geográfico del conflicto armado, así como el nivel de destrucción generado y los desplazamientos forzados de población que conlleva. (Fisas, 2004).

Realizando un esquema a partir de las ideas de Fisas (2004) y la Escola de Cultura de Pau (2006), podemos concretar algunas características más sobre los conflictos armados:

a. Las guerras clásicas del pasado han sido sustituidas, en gran parte, por enfrentamientos armados llevados a cabo por grupos irregulares que, en su estrategia dirigida contra la población civil, violan los Derechos Humanos y las normas básicas del Derecho Internacional Humanitario.

b. Aparecen, por lo tanto, nuevas violencias difusas.

c. Usualmente, acontecen en contextos donde la violencia está territorializada, es decir, donde el conflicto es activo y persistente solo en algunas partes de un país, en cuyas capitales se da una falsa y aparente sensación de tranquilidad, lo que dificulta que un sector de la población sea consciente de lo que está ocurriendo realmente en el resto del país.

d. Muchos conflictos están presentes donde la erosión, la escasa presencia o la desintegración de los Estados provoca criminalidad, corrupción, ineficacia e inseguridad, dando paso a estructuras paralelas que hacen las funciones del Estado.

e. Existe una amplia gama de actores, entra las que se encuentran: ejércitos como guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y milicias armadas; grupos integristas violentos como sicarios, bandas rivales y clanes armados; grupos de seguridad privados y grupos políticos armados; terroristas de grupos y terroristas en red; niños; soldados drogadictos, mafias, traficantes de armas y autodefensas, etc.

f. Se utilizan los métodos más inhumanos como el genocidio, la limpieza étnica, violaciones masivas de mujeres, los secuestros, las extorsiones, las mutilaciones, el terrorismo, la depresión comunitaria, el impuesto revolucionario, las desapariciones, las ejecuciones sumarias, el reclutamiento forzoso de menores, el ecocidio, la destrucción de pueblos y comunidades, entre otros.

g. La población civil se convierte en el blanco y objetivo de estos conflictos.

Elementos básicos de los conflictos internacionales

Los modelos de análisis de conflictos comparten un factor común: son causales, es decir, solamente admiten la influencia del azar como un factor, entre otros, que puede actuar en el desarrollo del conflicto y en las acciones y estrategias que lo conforman, pero lo eliminan de la génesis del conflicto. En este sentido, existen varios aspectos de utilidad (utilidades) que inducen el origen o la participación en un conflicto, y pueden resumirse de la siguiente forma:

a. La utilidad asociada a la finalidad de alcanzar objetivos específicos relacionados con la otra parte (por ejemplo, conseguir una parte del territorio del oponente, obtener libertad de explotación de recursos, protegerse contra ataques, o controlar recursos, aumentar el poder de influencia, etc.).

b. La utilidad asociada a las agresiones del oponente, que provocan una escalada en el conflicto ya iniciado o producen la iniciación de un conflicto.

c. La utilidad asociada a evitar la agresión o castigo que pueda llevar a cabo el oponente, o incluso para eludir otros costes asociados con el conflicto.

d. Por último, la utilidad asociada a conseguir ganar status y reconocimiento como resultado de la participación en el conflicto. (Brams & Kilgour, 1988; Blalock, 1989).

En este orden de ideas,

Todo conflicto está caracterizado por unas variables que afectan a su desarrollo y que es necesario tener en cuenta en cualquier análisis. Estas variables constituyen un núcleo básico que, con variaciones, permiten establecer las líneas por las que se va a desarrollar el conflicto y que va a afectar a los posibles desenlaces del mismo. (Deutsch, 1973).

Incluso, algunos investigadores como Blalock (1989) plantean una teoría general de conflictos con base en las relaciones existentes entre una multitud de variables y la evaluación de las mismas como método de análisis y caracterización de los conflictos, aunque este es un esquema demasiado complicado y un poco artificial.

Existen una gran variedad de causas al hablar de los conflictos internacionales. En este caso, sugerimos los siguientes como algunos de los factores a tener en cuenta en la investigación para la paz de cualquier situación conflictiva:

a. Las percepciones entre los Estados, que se refieren a las formas en las que comprendemos las situaciones que nos afectan.

b. El territorio que supone el origen del conflicto como consecuencia de la conquista del mismo. No obstante, creemos que estos conflictos son menos frecuentes en la actualidad, gracias al desarrollo del Derecho Internacional y a la creación de instancias jurídicas como las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia que regulan los conflictos internacionales.

c. Las causas históricas que van construyendo, a lo largo de un pasado inmediato o lejano, el desarrollo de las tensiones.

d. Aquellos motivos económicos que desencadenan guerras como la posesión de recursos (tierras, petróleo, aguas, etc.), la apropiación de bienes y personas (mujeres), y la satisfacción de necesidades básicas de subsistencias de cada Estado.

e. La falta de democracia porque supone la existencia de una relación entre democracia, conflictos armados y paz. En este caso, dice Sáez (1997), que en las sociedades en las que rigen las libertades públicas, los derechos humanos y los derechos civiles existen más posibilidades de que los conflictos se resuelven sin el uso de la violencia (directa, estructural y cultural).

f. Las cuestiones étnicas que inciden en la dominación de unos grupos humanos sobre otros, debido a las desigualdades económicas, a la búsqueda de recursos naturales propios de los grupos dominados o a desplazamientos forzosos fuera de los territorios de origen.

g. Las cuestiones ambientales que relacionan los conflictos con los recursos o bienes naturales esenciales para la supervivencia y el desarrollo de las sociedades. Por ejemplo, en la actualidad se observa el importante papel que desempeña el conflicto del agua en los escenarios futuros de conflictos internacionales.

h. El militarismo porque concebir, exclusivamente, la seguridad en términos de «seguridad militar» provoca el incremento de la inseguridad y la violencia en sus distintas formas. Esto puede generar una «espiral de la violencia» frente a la posibilidad de la construcción de la paz. Como señala Wendt, «los conceptos de seguridad difieren en función de cómo el yo se identifique cognitivamente con el otro, y hasta qué punto esta identificación tenga lugar, y, quiero sugerir, que el significado de anarquía y de la distribución del poder depende de esta variación cognitiva» (Wendt, 2005).

i. La pobreza porque se cree que la crisis económica, la desigualdad y la marginación son la base en la mayoría de los conflictos de cualquier índole. (Sáez, 1997).

Como se puede observar estas causas están interrelacionadas, razón por la cual el origen de todos los conflictos internacionales es una suma multifactorial de todas estas. De igual forma, aunque algunos de estos factores jueguen un papel primordial en su desencadenamiento, generalmente el conflicto internacional será producido por una conjunción de las causas mencionadas. Aquí debemos resaltar el valor de la pobreza y las desigualdades como causa de los conflictos internacionales (quizás de los más violentos, como son los armados) porque se considera que allí donde hay más desigualdades es más posible que surja la violencia directa y, al mismo tiempo, que esta violencia siga produciendo más desigualdad y pobreza (Sáez, 1997; Duffield, 2004; Esquivel et al, 2009).

Otras clasificaciones tienen el núcleo básico de variables que deben tenerse en cuenta a la hora de realizar el estudio y análisis de los conflictos en los siguientes apartados:

1. Las características de cada parte en conflicto. Este concepto incluye todos aquellos aspectos específicos de cada una de las partes en conflicto, que van a determinar el desarrollo del mismo. Estas características pueden dividirse en: a) aspectos intrínsecos a las partes: objetivos, aspiraciones, motivaciones, valores, etc. b) Recursos disponibles para mantener el conflicto: recursos físicos, económicos, políticos, culturales, tecnológicos, alianzas con otras partes, etc. Y c) el modelo intelectual de cada parte, que incluye las creencias acerca del conflicto, las concepciones de la estrategia y la táctica, la habilidad para utilizar las armas y recursos disponibles, entre otros.

2. Las relaciones previas existentes entre las partes, puesto que tanto el nacimiento como el desarrollo y desenlace de un conflicto están muy influenciados por estas relaciones. Este apartado incluye las actitudes, creencias y esperanzas que cada parte tiene acerca de la otra, ya sean reales o percibidas, y, sobre todo, el grado de polarización existente entre las partes, ya que todo conflicto se ve poderosamente afectado por las relaciones previas y las actitudes preexistentes entre quienes lo conforman. Como ejemplo, basta enunciar el conflicto árabe-israelí (en sus comienzos fue árabe-israelí para posteriormente convertirse en egipcio-israelí y, finalmente, en palestino-israelí, aunque posiblemente se trate del afloramiento de conflictos aparentemente distintos pero que son manifestaciones de un único conflicto latente).

3. La importancia y la naturaleza de los problemas que han dado lugar al surgimiento del conflicto. En este apartado hay que incluir la importancia y el alcance del problema, la formulación del conflicto, la periodicidad del mismo (si existe), etc. Así, en los conflictos ideológicos es importante conocer si el problema que lo origina es generalizado; mientras que en los conflictos generados por la posesión de algo hay que conocer si es específico y limitado, o no. Además, es necesario analizar si el problema es importante o trivial para alguna o ambas partes. Estas consideraciones proporcionan indicios importantes acerca de si es posible alcanzar compromisos entre las partes o, en cambio, esta solución no es posible y quizá la única sea el sometimiento (en el sentido y al nivel que sea) de una parte a la otra.

4. El entorno en el que se produce el conflicto, tanto a nivel interno como a nivel internacional. Este aspecto es muy importante pues es necesario que existan unas condiciones específicas en al entorno internacional para que pueda surgir y desarrollarse un conflicto o, en caso contrario, la parte que podría iniciarlo no considera adecuada la situación o, si se produce el conflicto, su finalización es muy rápida al no existir las condiciones necesarias para que pueda desarrollarse. El entorno condiciona los estímulos e incentivos, así como las posibles disuasiones que puedan plantearse, y tiene establecidas un conjunto de normas sociales e institucionales para resolver o regular un conflicto.

5. En la caracterización del conflicto influyen, en gran medida, las características del entorno, tales como la existencia o no de tradiciones, o el desarrollo de normas, instituciones, recursos, etc. que hayan propiciado la resolución cooperativa y pacífica de los conflictos. La creación de un entorno pacífico es, entonces, un objetivo importante con vistas a la cooperación.

6. Las audiencias interesadas. Estos grupos afectan el desarrollo del conflicto con base en sus intereses, las relaciones que mantienen con algunas o ambas partes, su interés en el conflicto1, la concepción de las partes acerca de su audiencia y de cómo reaccionará, etc. A veces un conflicto puede ser frenado o incitado a continuar por el deseo de conseguir «mantener el tipo» respecto a otras partes.

7. Las estrategias y tácticas, generalmente variables, que las partes utilizan en el conflicto. El desarrollo de un conflicto es un elemento dinámico debido a la actuación de las partes en cada momento. Cada parte actúa, no solamente teniendo en cuenta sus ideas, objetivos, probabilidades subjetivas, recursos, utilidades, etc., sino que estos elementos varían con base en la actuación de la otra parte, en un modelo difícil de predecir. En este caso aparecen elementos positivos como promesas y recompensas, o negativos como amenazas o castigos, junto con procesos de coerción, persuasión, chantaje, etc. (Schelling, 1960; Boulding, 1962; Brams & Kilgour, 1988; Burton, 1993).

8. Las consecuencias que provoca el conflicto a los participantes y a otras partes interesadas. El desarrollo del conflicto afecta a las partes debido a que, con el paso del tiempo, se origina un desgaste importante, aumentando o disminuyendo su reputación (este aspecto suele mantener una relación inversa, es decir que el aumento del prestigio de una de las partes disminuye el prestigio de la otra, y viceversa).

El núcleo de las variables anteriormente enunciadas establece los aspectos básicos a tener en cuenta a la hora de analizar el surgimiento, desarrollo y desenlace de un conflicto. El inicio del conflicto puede producirse de pronto, sin previos indicios o puede deberse a una sucesión de pequeñas escaladas de las partes que culminan con el surgimiento del conflicto. Sin embargo, una vez iniciada, la fase de desarrollo del conflicto produce una gran actividad en las partes que intervienen, las cuales pueden llevar a cabo acciones de escalada o desescalada, de amagos o de ataques, en un intento por modificar la situación a favor de sus intereses.

Finalmente, la fase de desenlace del conflicto constituía una situación de relajación, en la que de una u otra forma se había llegado al fin del conflicto. Sin embargo, esta fase es cada vez más importante y, a veces, la de mayor duración, ya que en muchos conflictos actuales el desenlace no es una solución definitiva sino que finaliza con una situación favorable únicamente para una de las partes. Este hecho propició la realización de multitud de acciones que en realidad constituyen un conflicto de bajo nivel, continuo o intermitente, que origina una situación inestable y muy difícil de llevar a un status quo aceptado por ambas partes. Incluso, en ocasiones este contexto de finalización inestable del conflicto establece las bases para la aparición de un nuevo conflicto, entra las mismas partes o entre una de ellas y otro actor; en realidad constituye una vigorización del mismo conflicto que ha permanecido latente y, con frecuencia, es una nueva versión del conflicto que se ha manifestado anteriormente (Bolaños, Hidalgo & Guerrero, 2007).

Fases del desarrollo de los conflictos

El núcleo de variables anteriormente enunciado establece los aspectos básicos a tener en cuenta para examinar la aparición, el desarrollo y el desenlace de un conflicto internacional.

Básicamente, podemos distinguir cuatro fases en los conflictos internacionales, las cuales se describen a continuación (tabla 1).

Tabla 1. Fases de los conflictos internacionales

Incubación: aparecen los elementos de la discordia.
Crisis: se desencadena el enfrentamiento.
Desarrollo intermedio: el conjunto de amenazas o acciones diplomáticas o bélicas que dilucida las posiciones y las ventajas.
Desenlace: resolución o superación del conflicto por acuerdo de las partes o triunfo de una de las mismas.

Fuente: elaboración propia.

Fase de incubación

En la fase de incubación del conflicto aparecen (si son nuevos) o emergen (si estaban latentes) elementos de discordia entre las partes; viejas rivalidades históricas, enfrentamientos anteriores no superados, dificultades económicas o estrategias e ideologías políticas van creando un ambiente enrarecido entre los futuros bandos o parte de ellos. Como ejemplo, resulta claro que la gestación en Europa de la II Guerra Mundial está relacionada con las rivalidades históricas de las potencias europeas en el siglo XIX por la consecución de imperios propios, pero también con la salida que se dio a la I Gran Guerra después de 1918, con las crisis económicas de los años veinte y treinta y con el ascenso de los totalitarismos, entre otras causas. Esto condujo a una situación muy comprometida para la paz en los años anteriores a 1939. En esta primera fase todavía es posible la prevención de las fases siguientes, y en concreto de la aparición de la crisis, mediante procesos de cultura y mantenimiento de la paz.

Fase de crisis

Es importante resaltar el concepto de crisis, como un instrumento trascendental a la hora de referirnos a los conflictos internacionales. Podríamos definir crisis como un empeoramiento temporal de las relaciones internacionales. La crisis suele enviar señales. El origen de la crisis siempre proviene del exterior, aunque a veces pensemos que solo se manifiesta en nuestra mente. La crisis suele llegar para destruir la concordia, y por más que intentemos asociar la palabra crisis a la oportunidad (como hacen los chinos), esa romántica asociación solo es posible cuando estamos preparados para lo imprevisto. Sin embargo, los hechos no cuentan, lo que cuenta es cómo percibe los hechos la opinión pública. La crisis siempre gira alrededor de un símbolo: puede ser una institución como el matrimonio, la empresa, la religión, la patria, el terror al terrorismo internacional, etc.

La idea de crisis nos ayuda a estudiar los conflictos internacionales, sus causas y la visión que se tiene de ellos de forma distinta. Como señala el profesor Hylke Tromp:

Ha llegado el tiempo de que la Investigación para la paz vuelva a centrarse en el primer y más importante de los problemas: el fenómeno de la guerra y la violencia incluyendo su justificación mediante sistemas de creencias e ideologías militaristas tales como la que están generalmente hoy presentes en casi todas las sociedades. (2000).

Durante la fase de crisis, que en el ejemplo de la II Guerra Mundial se concretaría en los meses o años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, aún se puede evitar la confrontación, o al menos mantenerla en unos niveles inocuos para la paz, mediante la diplomacia y la mediación. En esta fase suele ser clave el mantenimiento de la comunicación y la búsqueda de intereses comunes entre las partes, pero también el juego de amenazas mutuas.

Fase de desarrollo intermedio

El desarrollo intermedio de un conflicto internacional suele tener altibajos de gravedad, con períodos más virulentos (escaladas) o menos, y con el problema básico de mantener la relación entre las partes (comunicación, relación diplomática y negociación) para evitar el desencadenamiento de acciones armadas. Durante este periodo, la posición de las partes que intervienen en el conflicto puede cambiar cíclicamente desde posiciones más dialogantes a otras más intransigentes y viceversa. Como se verá más adelante, una característica importante de los conflictos internacionales de nuestros días es el alargamiento en el tiempo y los sucesivos cambios de esquema frente al conflicto de las partes implicadas.

El desarrollo de un conflicto internacional puede conllevar acciones armadas, agresiones político-económicas o simplemente posicionamientos diplomáticos (en el ejemplo, es evidente que no se evitó la guerra), por lo que no siempre un conflicto en esta fase significa una ruptura total. Por otra parte, aunque el momento más peligroso para la paz suele ser el de la crisis, cuando se ha conseguido superar esta sin guerra es necesario mantener los esfuerzos para evitarla a lo largo de todo el desarrollo intermedio.

Fase de desenlace

Finalmente, la fase de desenlace del conflicto constituye, hasta cierto punto, una situación de relajación, en la que de una u otra forma se habría llegado al final del conflicto. Sin embargo, esta fase es cada vez más importantes, e incluso en ocasiones la de mayor duración, ya que en muchos conflictos actuales el desenlace no es una solución definitiva, sino que finaliza en una situación favorable aparentemente a una de las partes. Este hecho propicio los perdedores realicen multitud de acciones desestabilizadoras que, en realidad, constituyen un conflicto de bajo nivel, continuo o intermitente, que origina una situación inestable difícil de llevar a un status quo aceptado por ambas partes.

Incluso, hay situaciones en las que este contexto de finalización inestable del conflicto establece las bases de la aparición de un nuevo conflicto, entra las mismas partes o entre una de ellas y otro actor, pero que en realidad constituye una vigorización del mismo conflicto que ha permanecido latente y, con frecuencia, es una nueva versión del mismo que se ha manifestado anteriormente.

También pueden generarse las condiciones para un conflicto con nuevos protagonistas, como en el ejemplo de la Segunda Guerra Mundial, en el que las rendiciones de 1945 derivaron, paradójicamente, en el enfrentamiento de la Guerra Fría entre las grandes potencias que habían sido vencedoras.

Interpretación de los conflictos según las teorías de las relaciones internacionales

Los conflictos internacionales han estado ligados, desde el comienzo de las sociedades humanas estatalizadas, al objetivo de conseguir recursos, aumentar el poder y la influencia, y de controlar aquellas zonas del mundo que se consideraban de interés geoestratégico. Y para alcanzar este objetivo han surgido, a partir de la aparición de los imperios, y sobre todo a partir del siglo XVIII, varias corrientes de pensamiento que han guiado e interpretado los conflictos internacionales hasta nuestros días; entre ellas cabe destacar las siguientes: Realismo, Idealismo, Institucionalismo liberal, Interdependencia, Neoliberalismo, Neorrealismo, Constructivismo e Interdependencia compleja.

Realismo

El realismo ha sido, desde el inicio de los conflictos internacionales, el pensamiento dominante a lo largo y ancho del planeta, aunque con mínimas variaciones. El principio filosófico básico es «el Estado en contra de otros Estados» (Aggarwal & Allan, 1995, pp. 24-54). La teoría realista de los conflictos asume que, en el aspecto geopolítico, la finalidad de cualquier política exterior debe ser obtener el poder de influir en otros Estados a su favor, y así conseguir aumentar sus beneficios y su influencia, además de otros fines como el estar mejor preparado ante una posible agresión (real o no, pero percibida como tal), mantener un status quo favorable o modificar el existente –si es desfavorable–, conseguir la cooperación de otros países para conseguir sus fines, etc.

En sus primeros tiempos, esta geopolítica se imponía mediante la agresión militar, lo que llevó a los distintos países a una carrera armamentista en aumento y a intentar disponer de un arsenal tan o más destructivo que el de su adversario (en el límite, la posesión de arsenal nuclear, etc.). Para el realismo, las relaciones entre los Estados y entre los grupos sociales se definen por los conflictos de intereses. La concepción realista del mundo, como señala Baylis y Rengger, «[…] concibe a las relaciones internacionales como una lucha por el poder y la seguridad entre comunidades políticas diferentes, primordialmente naciones-estados» (Baylis & Rengger, 1992, p. 9). Cada Estado busca su máximo nivel de seguridad, lo cual genera inseguridad para otros que también intentan alcanzar dicha seguridad. Esta búsqueda produce una sistemática inestabilidad que puede ser parcialmente remediada por el equilibrio de poder (Aguirre, 1995).

El realismo debate y se abandera en torno a premisas hobbesianas del Leviatán, en las que se afirma que «el hombre es lobo para el hombre», y que las relaciones internacionales se basan en las relaciones de poder, al interior de las cuales el principal y único actor es el Estado. Los conflictos surgen, entonces, por el choque de intereses entre los mismos, pues se parte del principio epistemológico de que el sistema internacional es anárquico –ya que cada actor es soberano– y además carece de una cabeza sólida de poder. Esta situación provoca que exista una constante disputa entre los Estados para asegurarse su seguridad a través del ejercicio del poder.

La jerarquización del sistema internacional estará en función del poder que cada Estado sea capaz de ejercer, estando dicho poder caracterizado por su capacidad militar y política para imponer sus intereses a otros Estados (Morgenthau, 1993). La mejor manera de mantener la paz entre dos potencias será mediante el equilibrio de poder (principalmente entendido en términos armamentísticos).

El realismo tendrá un papel protagónico casi total hasta la I Guerra Mundial. Hasta ese momento, el escenario internacional en la época contemporánea se ha caracterizado por el enfrentamiento anárquico entre los Estados que tratan de expandir su poder, y por la búsqueda de un sistema de equilibrio europeo que frenase tanto la posibilidad de destrucción mutua como la de que una potencia dominase al resto de Europa (amenaza que casi se cumple durante el Imperio Napoleónico). El medio de gestión de conflictos internacionales será el uso de la violencia o de la amenaza de la misma por un Estado con el objeto de imponer sus intereses a otros Estados. La máxima expresión de dicho medio de resolución de conflictos internacionales serán las guerras (el ejemplo clásico que utilizará Clausewitz serán las guerras napoleónicas).

La teoría realista de las relaciones internacionales se encarna en sus tres máximos representantes: Hobbes (2003) es la representación simbólica intelectual del escenario que plantea esta teoría; Henry Kissinger (1996) es la representación de esta corriente de pensamiento en la práctica política de las relaciones internacionales; y Clausewitz (1999) fue su máxima materialización militar.

Idealismo

Los partidarios de la teoría idealista consideran que existe potencial o una armonía de intereses, y que se puede alcanzar a través de marcos institucionales (y normativos) apropiados. Su concepción del sistema internacional contempla ese caos y esa anarquía en las relaciones internacionales, pero establece que es preciso crear sistemas normativos que permitan gestionar y prevenir los conflictos de una forma más beneficiosa para todos los actores de la comunidad internacional.

El idealismo fue planteado principalmente por Woodrow Wilson al finalizar la I Guerra Mundial y se institucionalizó en el periodo de entreguerras con la creación de la Sociedad de las Naciones, que partía de la constatación de principios de cooperación y armonía entre las naciones. Rousseau (2006) será la representación simbólica intelectual de este segundo escenario. Los teóricos de la seguridad compartida son la representación de esta corriente de pensamiento en la práctica política de las relaciones internacionales.

Institucionalismo liberal

Las dos corrientes previas coinciden en la necesidad de existencia de organizaciones internacionales y escenarios de negociación multilateral (instituciones internacionales), para gestionar las caóticas relaciones internacionales (según los realistas) o para fomentar los intereses comunes (según los idealistas).

El liberalismo surge a partir de las reflexiones del Barón de Montesquieu y de Immanuel Kant, y fue rápidamente adoptado por la política exterior de Alemania y Francia a lo largo del siglo XVIII, y de los filósofos ingleses Jeremy Bentham y John Stuart Mill en el siglo XIX (Nye, 2000). En vez de partir de la base de que el sistema de Estados es anárquico, el liberalismo considera que la sociedad es un todo global, en la que el funcionamiento de dicha sociedad global se lleva a cabo a partir de los Estados, y de esta forma es posible regular el contexto internacional.

De esta manera se consigue una sociedad global en la que el pilar básico es el intercambio en sus diversas facetas: se intercambian mercancías y el comercio es muy importante para el desarrollo humano, las personas viajan y tienen contacto con gente de otros países y diversas culturas, enriqueciéndose mutuamente, se crean organismos internacionales de control que permiten establecer un contexto de progreso de las naciones, se favorece la interdependencia entre Estados a través del aumento en el comercio, etc. Es decir, el liberalismo apuesta por las relaciones pacíficas entre los países y el acatamiento a las leyes internacionales, intentando mantener los conflictos violentos solamente para situaciones extremas.

El institucionalismo liberal considera que las relaciones internacionales están reguladas por convenciones, regímenes y organizaciones internacionales. Las teorías liberales de relaciones internacionales tienen fuertes enunciados sobre la cooperación internacional. En general se comparte el deseo de que el comportamiento y el entendimiento sean constitutivos, es decir, que tengan poder para que se establezcan leyes con el fin de alcanzar el éxito en las interacciones. Las instituciones internacionales establecen las reglas de juego en las políticas internacionales fijando normas comunes sobre el comportamiento apropiado.