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WILLIAM BARCLAY

COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO

–Tomo 16–

El Apocalipsis I

Editorial CLIE

Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS (Barcelona)

COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO

Volumen 16 - Apocalipsis I

Traductor de la Obra completa: Alberto Araujo

© por C. William Barclay. Publicado originalmente en 1958

y actualizado en 1976 por The Saint Andrew Press,

121 George Street, Edimburgh, EH2 4YN, Escocia.

© 1994 por CLIE para la versión española.

Depósito Legal:

ISBN 978-84-7645-749-8 Obra completa

ISBN 978-84-8267-725-5 Volumen 16

Clasifíquese: 0272 COMENTARIOS COMPLETOS N.T. -Apocalipsis

C.T.C. XXXXXXXXXXX

Referencia: XXXXXX

ÍNDICE

Portada

Portada interior

Créditos

Índice

Presentación

Introducción al Apocalipsis de Juan

El libro extraño

La literatura apocalíptica

Las dos edades

El Apocalipsis

Apocalíptica y profecía

El aparato de la apocalíptica

Las bendiciones de la era por venir

El autor del Apocalipsis

La fecha del Apocalipsis

El libro que vale la pena estudiar

La revelación de Dios a los hombres (1:1-3)

Los intermediarios de la revelación de Dios (1:1-3, continuación)

Los siervos de Dios (1:1-3, continuación)

Los benditos de Dios (1:1-3, conclusión)

El mensaje y sus destinatarios (1:4-6)

La bendición y su origen (1:4-6, continuación)

El Espíritu Séptuplo (1:4-6, continuación)

Los títulos de Jesús (1:4-6, continuación)

Lo que hizo Jesús por la humanidad (1:4-6, conclusión)

La gloria por venir (1:7)

El Dios en Quien confiamos (1:8)

Por la tribulación al Reino (1:9)

La isla del destierro (1:9, conclusión)

En el Espíritu en el Día del Señor (1:10s)

El mensajero divino (1:12s)

La figura del Cristo Resucitado (1:14-18)

Los títulos del Señor Resucitado (1) (1:14-18, continuación)

Los títulos del Señor Resucitado (2) (1:14-18, conclusión)

Las Iglesias y sus ángeles (1:20)

La carta a Éfeso (2:1-7)

Éfeso, primera y suprema (2:1-7)

Éfeso, Cristo y Su Iglesia (2:1-7, continuación)

Éfeso, cuando la ortodoxia cuesta demasiado (2:1-7, continuación)

Éfeso, los pasos del camino de vuelta (2:1-7, continuación)

Éfeso, una herejía destructiva (2:1-7, continuación)

Éfeso, la gran recompensa (2:1-7, conclusión)

La carta a Esmirna (2:8-11)

Esmirna, la Corona de Asia (2:8-11, continuación)

Esmirna, bajo la prueba (2:8-11, continuación)

Esmirna, la causa del problema (2:8-11, continuación)

Esmirna, derecho y demanda de Cristo (2:8-11, continuación)

Esmirna, la recompensa prometida (2:8-11, conclusión)

La carta a Pérgamo (2:12-17)

Pérgamo, la sede de Satanás (2:12-17)

Pérgamo, un compromiso muy difícil (2:12-17, continuación)

Pérgamo, la suerte del error (2:12-17, continuación)

Pérgamo, el Pan del Cielo (2:12-17, continuación)

Pérgamo, la piedrecita blanca y el nombre nuevo (2:12-17, continuación)

Pérgamo, el nombre nuevo que Dios da (2:12-17, conclusión)

La carta a Tiatira (2:18-29)

Tiatira, el peligro de la componenda (2:18-29, continuación)

Tiatira, el estado de la Iglesia (2:18-29, continuación)

Tiatira, la fuente del error (2:18-29, continuación)

Tiatira, la enseñanza de Jezabel (1) (2:18-29, continuación)

Tiatira, la enseñanza de Jezabel (2) (2:18-29, continuación)

Tiatira, promesas y amenazas (2:18-29, conclusión)

La carta a Sardes (3:1-6)

Sardes, esplendor ayer y decadencia hoy (3:1-6)

Sardes, muerte en vida (3:1-6, continuación)

Sardes, una iglesia sin vida (3:1-6, continuación)

¡Sardes, alerta! (3:1-6, continuación)

Sardes, imperativos del Cristo Resucitado (3:1-6, continuación)

Sardes, los pocos fieles (3:1-6, continuación)

Sardes, la triple promesa (3:1-6, conclusión)

La carta a Filadelfia (3:7-13)

Filadelfia, la ciudad de la alabanza (3:7-13)

Filadelfia, títulos y derechos (3:7-13, continuación)

Filadelfia, la puerta abierta (3:7-13, continuación)

Filadelfia, herederos de la promesa (3:7-13, continuación)

Filadelfia, los que guardan son guardados (3:7-13, continuación)

Filadelfia, promesa y advertencia (3:7-13, continuación)

Filadelfia, muchas promesas (3:7-13, conclusión)

La carta a Laodicea (3:14-22)

Laodicea, la iglesia condenada (3:14-22)

Laodicea, las prerrogativas de Cristo (3:14-22, continuación)

Laodicea, ni una cosa ni otra (3:14-22, continuación)

Laodicea, la riqueza que es pobreza (3:14-22, continuación)

Laodicea, el castigo amoroso (3:14-22, continuación)

Laodicea, el Cristo Que llama a la puerta (3:14-22, continuación)

Esto quiere decir tú (3:14-22, conclusión)

El Cielo y la puerta se abren (4:1)

El trono de Dios (4:2s)

Los veinticuatro ancianos (4:4)

Alrededor del trono (4:5-6a)

Los cuatro seres vivientes (1) (4:6b-8)

Los cuatro seres vivientes (2) (4:6b-8, continuación)

El simbolismo de los seres vivientes (4:6b-8, continuación)

El himno de alabanza (4:6b-8, conclusión)

Dios, el Señor y el Creador (4:9-11)

El libro en la mano de Dios (5:1)

El libro de Dios del destino (5:2-4)

El León de Judá y la Raíz de David (5:5)

El Cordero (5:6)

Música en el Cielo (5:7-14)

Las oraciones de los santos (5:8)

El himno nuevo (5:9)

El himno de los seres vivientes y de los ancianos (5:9s)

El himno de los ángeles (5:11s)

El himno de toda la creación (5:13s)

PRESENTACIÓN

Es oportuno el que este Comentario al Apocalipsis --documentado, equilibrado y edificante, como era de esperar de William Barclay-- aparezca en edición española a finales del segundo milenio de la era cristiana, cuando se están produciendo extremismos comparables a los del llamado «terror quiliástico» de finales del primer milenio, al mismo tiempo que cataclismos naturales de magnitud extraordinaria como el Niño y el Mitch de Centroamérica, entre innumerables holocaustos y guerras genocidas que bien se pueden llamar «del fin del mundo,» alguna incluso al otro lado del Éufrates, en cuyos reportajes televisivos parecía verse lo que expresó con símbolos el Vidente de Patmos.

Una cosa no debería hacer falta advertir en vísperas del año 2,000: Si bien en El Apocalipsis se nos habla de los mil años que Jesucristo reinará en la Tierra antes del Juicio Final, que como tanto en este libro es posible que tenga un sentido figurado, en ningún lugar del Apocalipsis ni de toda la Biblia se nos da pie para pensar que ese Milenio haya de coincidir con el de un nuevo milenio de la Historia de la Humanidad, ni siquiera de la era cristiana. Bien claro nos dejó el asunto el mismo Jesucristo cuando nos dijo: «Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el Cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Marcos 13:32).

Eso sí: existe la costumbre de dedicar el fin de cada año a hacer balance del anterior y proyectos para el siguiente. En ese sentido no estaría de más el que la Iglesia Cristiana aprovechara el fin del siglo XX y del II milenio después de Cristo para revisar sus cuentas, y no solamente por miedo a que se las ajusten irremisiblemente, y plantearse de nuevo y en serio su misión en la Tierra, en la que sigue habiendo tanto dolor, necesidad e injusticia.

William Barclay nos dice en la Introducción que El Apocalipsis es un libro indiscutiblemente extraño, pero que vale la pena estudiar. Nos lo sitúa maravillosamente presentándonos el género al que pertenece: la literatura apocalíptica, que flore­ció tan profusamente en el período entre los dos Testamentos. Y nos presenta el principio que va a aplicar en su comentario: «El Apocalipsis debe interpretarse sobre el trasfondo de su propio tiempo» (página 37). Para ello se necesita un experto; y eso es lo que tenemos en William Barclay. Pero, como siempre, lo que más nos impresiona de él no es su erudición, con ser tan respetable y admirable, sino su conocimiento personal del Señor Jesucristo al Que con tanto amor y claridad nos presenta.

Bien colocado está El Apocalipsis, detrás no solo de los evangelios sino también de las epístolas, al final del Nuevo Testamento, como último acto del Evangelio, sin el que este quedaría incompleto; claro que tiene que ser distinto del resto del Nuevo Testamento, porque es el único libro de la Biblia que trata del fin que aún está por cumplirse, que anuncia Pablo al hablar de la victoria de Cristo: «Luego, el fin: cuando entregue el Reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y todo poder. Preciso es que Él reine, hasta que haya puesto a todos Sus enemigos bajo Sus pies.» (1 Corintios 15:25s). En El Apocalipsis «vemos coronado de gloria y de honor a causa del padecimiento de la muerte a Aquél Que fue hecho por un poco de tiempo menor que los ángeles para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos» (Hebreos 2:9; cp. Filipenses 2:5-11). Vemos al Cristo que era, y Que es, y Que ha de venir.

Alberto Araujo