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Mancera Casas, Jaime Alberto, Pbro.

Biblia y ciudad: Pedagogía del buen vivir con contexto urbano / Jaime Alberto Mancera Casas, Pbro. ; [ y otros seis ] ; Compiladora Maricel Mena López . Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2017.

192 páginas; ilustraciones, Tablas; 24 cm Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-958-782-041-6

1. Biblia – Historiografía 2. Sociología bíblica Biblia 3 Etnología bíblica 4. 5. Interpretación de la Biblia Moral bíblicaI. Universidad Santo Tomás (Colombia).

CDD 220.8305 CO-BoUST
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© Universidad Santo Tomás

© Jaime Alberto Mancera Casas, Pbro.; Eleazar López Hernández; Hervé Tremblay, O.P.; Maricel Mena López; Fernando Torres Millán; Mary Betty Rodríguez; Alberto Camargo Cortés, Pbro.; Compiladora: Maricel Mena López

Ediciones USTA

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Coordinadora de libros: Karen Grisales Velosa

Asistente editorial: Andrés Felipe Andrade

Corrección de estilo: Ana María Jauregui

Diseño y diagramación: Cristina Castañeda Pedraza

Diseño de cubierta: Kilka diseño gráfico

Hecho el depósito que establece la ley

ISBN: 978-958-782-041-6

E-ISBN: 978-958-782-042-3

Primera edición, 2017

Se prohíbe la reproducción total o parcial de
esta obra, por cualquier medio, sin la autorización
previa por escrito del titular de los derechos.

Contenido

PRESENTACIÓN

MARICEL MENA LÓPEZ

CAPÍTULO 1

EL DESAFÍO DE LA COMPLEJIDAD URBANA.

Los imaginarios y la evangelización urbana Jaime Alberto Mancera Casas, Pbro.

Introducción

La ciudad como contexto complejo

La ciudad como construcción social que hacen los sujetos

Nueva actitud y manera de acercarnos a la realidad urbana

Bibliografía

CAPÍTULO 2

APORTE INTELECTUAL DE LOS INDIOS A LA SOCIEDAD Y A LAS IGLESIAS

Eleazar López Hernández

Introducción

Valor de la raíz indígena

Análisis de la desvalorización del mundo indígena

Al rescate de la raíz indígena

Lucha actual por las teologías indias

Aporte de las teologías indias a las iglesias

Teología india cristiana

A manera de conclusión

Bibliografía

CAPÍTULO 3

LA CIUDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: SOMBRAS Y LUCES

Hervé Tremblay. O.P.

Introducción

La ciudad en el mundo del medio oriente antiguo

El valor simbólico positivo de la ciudad

El valor simbólico negativo de la ciudad

Conclusión

Bibliografía

CAPÍTULO 4

SABIDURÍA ANCESTRAL EGIPCIA E ISRAELITA. DESAFÍOS ÉTICOS PARA EL BUEN VIVIR URBANO

Maricel Mena López

Introducción

Categorías para el análisis metodológico

Sabiduría en el Antiguo Medio Oriente

Religión comparada

Desafíos éticos para el buen vivir en la ciudad

Bibliografía

CAPÍTULO 5

CONSTRUIR CIUDAD EN EL BUEN VIVIR. PERSPECTIVA PEDAGÓGICA EN EL EVANGELIO DE JUAN

Fernando Torres Millán

Introducción

Lo urbano característico en el Evangelio de Juan

Pedagogía dialógica para el Buen vivir urbano

Conclusiones

Bibliografía

CAPÍTULO 6

PABLO Y LA CIUDAD. UN PROYECTO DE BUEN VIVIR URBANO

Mary Betty Rodríguez Moreno

Introducción

Las ciudades romanas en el siglo I

Construcción teórica de la Ekklésia

Perspectivas urbanas de unidad en las comunidades paulinas

El buen vivir. Suma Qamaña /Sumak Kaway

Conclusión

Bibliografía

CAPÍTULO 7

SUJETOS SUFRIENTES Y LA PASTORAL URBANA

Alberto Camargo Cortés, Pbro.

Contextualidad urbana

Convergencia categorial y acción pastoral urbana

Lugares de la misericordia: una nueva territorialidad existencial

Bibliografía

Presentación

Este libro es el intento de sistematización de las diversas reflexiones abordadas durante el Diplomado Biblia y Ciudad: pedagogías del buen vivir en contextos urbanos” desarrollado en el marco del convenio interinstitucional entre la Corporación Kairós Educativo – KairEd y la Universidad Santo Tomás - USTA. Se sitúa en el plano de los profundos desafíos que el mundo contemporáneo le presenta a los diferentes movimientos sociales, eclesiales y educativos, escenarios a los que la lectura e interpretación contextual de la Biblia ofrece pautas para aprender una sabiduría de la vida en relación con los otros, con su entorno, el cosmos y lo trascendente. Esa sabiduría bíblica tiene profunda relación con las culturas específicamente andinas, donde emerge la categoría del buen vivir como expresión de una manera de vivir que contrasta con el paradigma occidental dominante.

Con el fin de propiciar un aporte desde la acción social, pastoral y educativa, KairEd y la USTA diseñaron este diplomado articulando la tradición bíblica urbana con las pedagogías del buen vivir en el horizonte de la ciudad humana. De esta manera se consolida la hermenéutica urbana para fortalecer y dinamizar los diversos procesos comunitarios que desde lo dinámico de sus posibilidades y potencialidades urbanas se encaminan a la transformación de la gran ciudad.

Así que, los resultados de las reflexiones hechas comunitariamente están articulando cada uno de los aportes de los investigadores, esto por cuanto que los participantes del diplomado vieron como pertinente la circulación académica de estas intuiciones teológicas que no buscan más que profundizar en las pedagogías que relacionan el actual contexto urbano con el proyecto de ciudad revelado en la Biblia, con el fin de que los lectores puedan definir lineamientos y perspectivas para una misión urbana ya enunciada en el documento de Aparecida, comprometida con el buen vivir en las ciudades. Por tanto, podría decirse que el principio fundamental de esta pedagogía del buen vivir es que es hecha en comunión, en ella están plasmadas las voces de personas comprometidas con diversos procesos educativos y eclesiales.

En el primer capítulo Jaime Alberto Mancera nos invita a comprender el fenómeno urbano como parte de un discernimiento teológico y pastoral en diálogo con las ciencias humanas. En este sentido, al hablar de ciudad la referencia no es a un conglomerado de individuos y estructuras sociales, sino, a la articulación e integración dinámica donde la vida se desarrolla. El autor lanza igualmente una mirada sobre la experiencia religiosa urbana permitiendo evidenciar las transformaciones que han tenido los imaginarios religiosos en la modernidad y la posmodernidad.

El capítulo segundo de Eleazar López Hernández sobre el aporte intelectual de los indios, nos invita a reconocer la teología inherente en las sabidurías ancestrales de los pueblos mesoamericanos. Partiendo del análisis de las raíces de la desvalorización del pensamiento indígena, Eleazar nos introduce en el saber filosófico y teológico ancestral de estos pueblos, al mismo tiempo que nos desafía al diálogo epistémico e interreligioso entre estas sabidurías milenarias con la tradición cristiana católica, como un camino necesario para una adecuada integración vital con la creación y los contextos.

En el tercer capítulo, Hervé Tremblay nos sitúa la ciudad en el mundo del medio oriente antiguo, la cual se diferencia de un pueblo por su sistema de fortificación, estratificación social, producción de bienes y la construcción de palacios templos y murallas. Dentro de los espacios de socialización de estas ciudades está la puerta, la plaza y el mercado de la ciudad, pero para que la vida en la ciudad sea posible, la pregunta por el agua, fuente de la vida se hace pertinente, es así como el autor, nos conduce al sistema de cisternas como depósitos para el suministro del agua. Cotejando con los aportes arqueológicos el autor retoma las teorías existentes sobre el asentamiento de Israel en la tierra de Canaán, para después de eso introducirnos en el sentido teológico y positivo de la ciudad de Jerusalén en contraste con la crítica negativa a la ciudad del corpus profético.

En el tercer capítulo Maricel Mena López recupera el legado de sabiduría popular expresada en algunos textos sapienciales, partiendo de la metodología de la religión comparada analiza fragmentos de literatura Egipcia e israelita. Teniendo como telón de fondo, la categoría sabiduría: Maat y Hochmah legada por estos pueblos. El objeto es recuperar la tradición filosófica sapiencial y ancestral, en especial la femenina, como un saber de resistencia alternativa al modelo opresor de las ciudades, con miras a la reconstrucción del tejido social. Este camino metodológico se desarrolló teniendo como desafío el diálogo propositivo con tradiciones ancestrales indígenas contemporáneas y su filosofía del buen vivir.

Fernando Torres Millán a su vez, plantea la reconstrucción de la ciudad en el Evangelio de Juan desde las pedagogías del buen vivir en contextos urbanos. Para el autor, este Evangelio tiene ricas particularidades que nos pueden ayudar en la comprensión de la temática ya que es el más urbano y el más dialógico entre los evangelios; es el que más desarrolla la perspectiva contracultural desde los bordes sociales y existenciales; es el que más ahonda en el protagonismo de las mujeres en la construcción del discipulado de iguales. Hay sin duda muchas otras particularidades igualmente ricas, pero las anteriores son las que más han tenido que ver con nuestras búsquedas y apuestas por una ciudad cimentada sobre el buen vivir comunitario.

En el capítulo quinto Mary Betty Rodríguez nos introduce en el ámbito de la polis grecorromana del siglo I específicamente en el mundo citadino del apóstol Pablo, intuyendo que la propuesta teológica de Pablo en torno a Jesucristo crucificado y resucitado, es alternativa al modelo urbano grecorromano. Así que mediante el auxilio de algunos estudios de la arqueología y sociología del mundo Mediterráneo, la autora nos presenta el contexto vital de las comunidades periféricas urbanas a las que Pablo les ofrece como alternativa la Ekklesia, que en cierta medida nos coloca en sintonía con la reflexión del buen vivir en las urbes de hoy.

Para finalizar, Alberto Camargo Cortés nos vuelve a situar en el mundo urbano contemporáneo, situando a los sujetos sufrientes en el horizonte de la pastoral urbana, para intentar encontrar sentido a la dinámica que allí acontece desde el principio compasión-misericordia, donde los ciudadanos no se sitúen como extranjeros en su propia tierra. Esto va en consonancia con el ideal de conquista de una ciudadanía plena, no solo en el plano de las relaciones interpersonales, sino en la apropiación territorial como parte de una red mundial en pro de la dignificación de los marginados.

En resumen, este libro presenta reflexiones de diferentes perspectivas y vivencias de fe desde los sectores menos favorecidos, siendo ante todo crítico con una sociedad que antepone los intereses personales en detrimento del bien común. Es una apuesta teológica liberadora cuyo ideal es la búsqueda de justicia en favor de los pobres y oprimidos de ayer y de hoy, es decir, del sistema tributario israelita y del sistema neoliberal actual. Entendemos el buen vivir de manera genérica como aquellas experiencias o formas de vida que han existido en la historia y que existen hoy, como modelos diferentes y alternativos al modelo de producción tributario y al paradigma civilizatorio del capitalismo predominante occidental y que se ha impuesto en los otros hemisferios del planeta.

Maricel Mena López

Bogotá, mayo de 2016

Capítulo 1

El desafío de la complejidad urbana. Los imaginarios urbanos y la evangelización urbana

JAIME ALBERTO MANCERA CASAS, PBRO.

Introducción

La visión renovada sobre el Reino de Dios y la Iglesia, dentro del proceso de recepción y apropiación del Concilio, han ocupado un lugar significativo; sin embargo lo que se refiere a la relación con el “mundo”, ha sido un campo bastante polémico, difícil para discernir y con tendencia a permanecer en posiciones polarizadas, antes que conciliatorias.

Ese mundo, como lugar concreto donde se hace presente el Reino y en donde se encarna la Iglesia como servidora del mismo, halla hoy su expresión más completa en las grandes ciudades, que junto a un proceso de urbanización de las culturas definen hoy la vida de más de la mitad de los habitantes del planeta tierra.

De ahí que el primer desafío para nosotros como evangelizadores, pero también para toda la sociedad humana, sea conocer y comprender el fenómeno urbano, para poder actuar en él desde los criterios del Evangelio, comprendiendo sus implicaciones para el servicio al Reino de Dios y para la edificación de la Iglesia, en medio de él, como sacramento de salvación. ¿Qué es la ciudad?, ¿qué es el fenómeno urbano? o mejor aún, ¿qué es Bogotá? ¿Cómo se define y construye lo urbano en Medellín? ¿Qué significa ser un ciudadano caleño? Son preguntas que debemos hacernos hoy y que nos lanzan a un exigente proceso de discernimiento teológico-pastoral, y a un ejercicio de interdisciplinariedad con las ciencias humanas, que nos permita tener en cuenta ciertas problemáticas y categorías de análisis pertinentes para realizar nuestra propia lectura teológica y para el planteamiento de nuestra tarea evangelizadora. Compromiso, que se hace mayor, cuando las mismas ciencias humanas aceptan sus límites y se reconocen en estado de búsqueda interdisciplinaria (Ricub, 1997). De ahí también la necesidad de valorar y discernir la multiplicidad de aproximaciones a la hora de los planteamientos pastorales (Bravo, 1994, pp.12-17).

Se reconoce, entonces, que el conocimiento de lo “urbano”, fundamento de la reflexión sobre la evangelización, va más allá de una simple percepción inmediata y de una captación de datos sobre la ciudad, y se abre a todo un proceso epistemológico y hermenéutico complejo que integra diversas categorías geográficas, económicas, políticas, socioculturales y religiosas; que debe atender a los aspectos comunes y a los particulares, a componentes estructurales y coyunturales, así como a los diagnósticos precisos y sistemáticos, globales y sectoriales, seculares y religiosos, y a las proyecciones sobre los mismos. Además, es necesario considerar la ciudad dentro del contexto de la globalización y sus tendencias, pues encuentra en ella su centro de comunicación y expansión privilegiado.

El recurso a la historia de las ciudades como una categoría de comprensión, también es importante, pues al hacer una aproximación a su evolución se van reconociendo los aspectos que marcan la identidad de cada ciudad; los elementos esenciales que le dan sentido, y los que son simplemente transitorios. Es un hecho, que las urbes latinoamericanas encuentran las raíces de su identidad, no solo en el proceso de industrialización vivido en el siglo XIX, sino también en los acontecimientos de su colonización española o portuguesa y en los procesos de independencia y vida republicana, que han dejado su huella en ellas (González, 1983, p. 102). Esta visión histórica es cuestionada por algunos, que desconfían de una reflexión que tenga como presupuesto la continuidad fundamental de la ciudad, desde los tiempos bíblicos hasta hoy, dada la complejidad y la especificidad de la ciudad contemporánea, y postulan la necesidad de estudiar cada ciudad en su momento histórico, en su dinámica específica, en sus complejas relaciones con el sistema político-económico mundial actual. (Antoniazzi, 1994, pp. 77-79).

Son muchas las categorías y datos que nos podrían hablar sobre la realidad del contexto urbano, dependiendo de las escuelas, de los enfoques que tengamos en cuenta. En este artículo tendremos en cuenta solo a la ciudad en cuanto contexto complejo y sus implicaciones en el desarrollo de la tarea evangelizadora.

La ciudad como contexto complejo

La ciudad no es simplemente la suma de individuos o de estructuras sociales, sino que se configura por la articulación e interacción de muchas coordenadas, dando lugar a un contexto urbano, ambiente o dinámica dentro del cual se desenvuelve la vida diaria. El aspecto más significativo del contexto urbano es la tensión en la que deben vivir los ciudadanos, cuyas características más relevantes (Mongin, 2006), de acuerdo con nuestra intencionalidad evangelizadora, y basado en la opinión de algunos pastoralistas, son:

Tensión entre el sistema y el mundo vital, entre lo público y lo privado.

La vida de los ciudadanos se desenvuelve hoy en medio de la tensión constante entre lo público y lo privado, el sistema y el mundo vital, lo estructural y lo vivencial, lo global y lo local. En la cultura agraria los límites entre estas dimensiones de la vida estaban bien definidos, pero actualmente dichos límites se han perdido y se da una mutua intervención, generando un ambiente complejo en medio del cual los individuos deben construir y dar sentido a sus vidas (Antoniazzi, 1994, p. 80)

a) El sistema - estructuras sociales – lo público: es la esfera de las macroestructuras económicas, políticas, sociales, técnicas, que actúan de manera auto referencial y cuyas actividades condicionan a los individuos. Dichas estructuras se reconocen de acuerdo con indicadores propios que permiten tener una visión del sistema dentro del cual se desenvuelven los ciudadanos (Wanderly, 1994, pp. 56-60); estructuras que viven en permanente alteración y diversificación.

Algunos rasgos que caracterizan el sistema urbano latinoamericano actual, mencionados en los análisis de los teólogos, son:

• El neoliberalismo, como ideología dominante del sistema, ha conducido a la concentración de capitales en ciertos sectores sociales, en detrimento de otros, generando el empobrecimiento de muchos, la falta de un desarrollo humano y social más democratizado, y por tanto dinámicas de exclusión a nivel del trabajo, de la vivienda, de la educación, de la cultura, del comercio, de los bienes y servicios; se ha desarrollado un círculo vicioso de injusticias y violencia que se teje sobre todo en los contextos de la periferia urbana, sin un mayor compromiso de justicia social por parte del Estado y de los demás ciudadanos, y que se complica cuando los centros de decisión se han desplazado a otros contextos, por causa de la globalización de la economía. La falta de inversión económica y social en el campo ha llevado a la migración forzosa hacia las ciudades en busca de mejores oportunidades de trabajo; pero la mayoría de los migrantes o desplazados, al no ser incluidos en los sistemas productivos, terminan en situaciones infrahumanas en las periferias. (Contraloría Nacional de la República, 2002, pp. 3-40).

Detrás de estas situaciones sociales hay también un contexto de desarraigo cultural, ante la imposición de formas de pensar, actuar, sentir y expresarse, por parte de quienes controlan los medios masivos de comunicación y los ponen al servicio de intereses particulares.

• En la vida pública de la ciudad han surgido nuevos actores sociales que hacen parte de las dinámicas urbanas. Actores o sujetos que desarrollan una presencia y un papel activo en la construcción de la ciudad o que reclaman precisamente sus derechos en esa gestión. Trabajadores, desempleados, asociaciones civiles, empresarios, comerciantes, industriales, afroamericanos, etnias indígenas, mujeres, jóvenes, niños de la calle, prostitutas, organizaciones no gubernamentales (ONG) etc. tienen una presencia que día a día va influyendo más en la configuración de las ciudades latinoamericanas (Wanderly, 1994, pp. 52-56).

• Como ya se ha comentado, durante la década de los 60 se afirmó la desaparición de la religión ante el avance del secularismo. Sin embargo, en los siguientes años se ha tenido que reconocer su protagonismo social y político dentro de la sociedad, en diversos países y circunstancias. Esta presencia pública de las instituciones religiosas hoy está marcada por una polarización de tendencias: una neoconservadora, reivindicando la unidad religiosa de la sociedad, y otra progresista, aceptando la pluralidad e inclinándose por un macro-ecumenismo en el servicio a la sociedad. (Antoniazzi, 1997, pp. 76-79).

b) El mundo vital - vida cotidiana – lo privado: es la esfera de la experiencia subjetiva de los ciudadanos, quienes al trabajar, establecer relaciones, sufrir, gozar, en medio del sistema, van dando un sentido a sus vidas. En la evolución de los análisis sobre la ciudad se ha reconocido al ciudadano inmerso dentro de una cultura, no como un sujeto pasivo ante las estructuras y sus ideologías, sino como un sujeto que afronta, padece, reelabora, y asume desde su propia situación dichas estructuras, llegando a influir sobre ellas.

La vida cotidiana, sus ritmos, sus dinámicas subjetivas, sus ritos y símbolos, adquieren entonces un valor fundamental para el análisis de la ciudad, puesto que permiten reconocer las redes que se tejen, paralelas a las estructuras y que junto con ellas, conforman el entramado de la ciudad. Este reconocimiento no se hace sin referencia a una crítica del sistema, pues puede terminar encubriendo el orden subyacente y objetivo dictado por los intereses económicos y políticos que apoyan una cultura fragmentada.

Al mirar la ciudad desde la óptica de los ciudadanos, se puede reconocer la vida urbana como un drama, en el que ilusiones, anhelos y aspiraciones se ven frustrados o cumplidos con gran esfuerzo. El deseo de lograr mejores niveles de vida, adquirir una mejor educación, disfrutar y admirar la fascinación de la ciudad, arrastra a los hombres del campo hacia la ciudad, introduciéndolos en un contexto que no se entiende y que se experimenta como caos. De ahí la necesidad de encontrar espacios o momentos donde se pueda transformar ese caos en cosmos: se amplía el concepto de vida familiar, se multiplican los compadrazgos, las fiestas, se generan modos alternativos de subsistencia económica (prestamistas, casas de empeño, economía informal etc.), se “marcan” territorios generadores de identidad, la religiosidad popular adquiere una fuerza particular junto a elementos mágicos, se crean nuevas formas de juego y recreación (Méndez, 1990, pp. 56-59). La ciudad puede ser un caos o un cosmos para sus habitantes; su identidad vive en esa tensión, entre el sentido y el sin sentido:

En este momento, sintiendo la amenaza del caos, el ciudadano pide a la ciudad respuestas, sentidos; le pide que ella misma sea una respuesta a sus exigencias de sentido. Las cosas de la ciudad tienen sentido y por tanto dan respuesta a la ansiedad del ciudadano si sirven para que él se realice más plenamente como hombre. (Méndez, 1990, p. 58)

La ciudad vivida por sus habitantes, también está marcada por una permanente absolutización de las individualidades, al margen de una dimensión social de la existencia. La experiencia individual se pone como criterio exclusivo de las verdades y de las decisiones, al margen de las realidades sociales, creando una ética del instante, de la urgencia y del bienestar personal. Este individualismo también es causa de exclusión y de la falta de solidaridad para con los más pobres y marginados, pues aparta a las personas de todo compromiso real con los otros, de todo punto de referencia absoluto, remitiéndose únicamente a sí mismos como instancia última (Libânio , 1996, pp. 16-18).

Por tanto el habitante de la ciudad desarrolla su existencia inmerso en estas dos esferas: condicionado por el sistema y las estructuras sociales, pero a la vez, en una reelaboración y reapropiación de la ciudad desde su experiencia vital cotidiana, que también llega a condicionar el sistema. Existe una ciudad planeada y simultáneamente una ciudad vivida. Uno de los retos actuales está precisamente en superar la dicotomía que hay entre estos dos ámbitos, buscando que el sistema tenga como punto de referencia las necesidades y finalidades de los individuos y adquiera un sentido más humano; y que a la vez los individuos asuman sus responsabilidades frente a la ciudad. Reto que plantea también a la Iglesia y a todos sus miembros. (Comblin, 1996, pp. 18-30).

Entre lo individual y lo plural, heterogéneo y multicultural

El pluralismo1 es un elemento primordial de la ciudad. En ella no se encuentra una única forma o modo de ver la vida y de juzgar el valor de los acontecimientos, pues conviven diversas concepciones y criterios en torno a las mismas realidades. Ya no hay una sola mentalidad o patrón de costumbres desde los cuales se interprete todo, como se hacía en los pueblos. La ciudad presenta variedad de experiencias, nuevos paradigmas, en todas las áreas de la vida. Pero

El pluralismo de modos de vivir y pensar, al mismo tiempo que libera a las personas de rígidos cánones, las desorienta por la pérdida de referencias fundamentales y de relaciones primarias que la ciudad menor tenía, generando fragmentación de la vida y de la cultura. (Libânio, 1997, p. 42).

La heterogeneidad2:

La ciudad no es una sociedad homogénea como la aldea; es esencialmente diversidad y heterogeneidad; idealmente es el encuentro de los valores humanos del universo. El humanismo urbano crece por el contacto de las diversidades. La ciudad es unidad de las variedades por la conciliación y la síntesis superior entre los antagonismos. (Comblin, 1967, p. 143).

También se puede afirmar que:

La ciudad es cruelmente heterogénea. Puede guardar lo autóctono, lo raizal, como una huella ciertamente; o como una de sus curiosidades que puede ser mirada con simpatía y nostalgia. Pero su verdadera ley es ir superando e ir dejando atrás (Méndez, 1990, p. 15).

La multiculturalidad3: El momento presente camina a una revaloración de las culturas. En la gran ciudad no hay una cultura monolítica, uniforme, sino que va dándose una convivencia de muchas culturas y por tanto de expresiones culturales. Cada cultura exige respeto y participación en la organización social. Se habla entonces de las culturas indígenas, afro-americanas y mestizas; de la cultura de las mujeres, de los jóvenes; de la cultura de los distintos barrios etc. (Comissao Episcopal Regional, 1981, p. 30).

Todo este contexto, de lo múltiple, lo diverso, lo plural, presiona a los habitantes hacia una cierta tolerancia, aprendiendo a convivir con las más diferentes posturas, favoreciendo el respeto de la subjetividad, pero impregnando la conciencia de un relativismo delante de los valores, las verdades y los comportamientos. (Libânio, 1972, p. 233).

Y es en este contexto en el cual deben desarrollarse las individualidades, la originalidad de cada persona, encontrando por un lado un ambiente propicio, pero por otro lado, lo masivo lleva a buscar la originalidad por fuera de las márgenes de la cultura o en una actitud contracultural, y sobre todo en el ámbito del consumo. (Ramos, 2008).

Entre la libertad y la fragmentación

La primera visión que se tiene sobre la ciudad resalta lo negativo, pero es un hecho que la estructura de la ciudad, su organización, su vida en general tiene aspectos que favorecen la libertad de los habitantes, en cuanto fomentan un mejor ejercicio de la capacidad de autodeterminación, de toma de decisiones. Esa libertad está favorecida por distintos aspectos: Las múltiples ofertas y posibilidades a la hora de tomar decisiones; las posibilidades de escoger las personas para relacionarse; la posibilidad de confrontar ideas con otros; la disminución del control social y religioso; el acceso a mayor información; la mujer en la ciudad se reconoce más independiente; la ciudad se considera el espacio propio de los jóvenes; en la ciudad han surgido los movimientos que luchan por los derechos humanos y sociales.

Este aire de libertad genera por supuesto mucha frustración, al empezar a descubrirse que las posibilidades de elección están condicionadas por muchos aspectos, sobre todo por la condición socioeconómica. Pero ante la posibilidad de regresar la respuesta no siempre es positiva, porque se han respirado ciertos aires que no se quieren perder. El sentido de identidad, de pertenencia entra en crisis, ante el cúmulo de posibilidades que no se quieren dejar.

La multiplicidad de culturas, pensamientos, informaciones y ofertas impide captar la realidad bajo una sola mirada para reconocer su unidad, generando una fragmentación de la identidad personal y cultural. Los ciudadanos participan, con un ritmo acelerado, de diferentes segmentos de la vida de la ciudad: estudio, transporte, recreación, trabajo, grupos de interés, etc., lo cual produce experiencias múltiples, pero efímeras y fragmentadas. Esta experiencia de fragmentación crea un colapso a la hora del ejercicio de la libertad, de dar significado a las cosas y sobre todo a la hora de dar un sentido a la vida, desde la dimensión religiosa. (Cruz, 1993).

Entre la red de relaciones y de dependencias humanas

En una ciudad la especialización de funciones hace que se necesite de un ejército de trabajadores para poder tener cualquier cosa, aun un pedazo de pan. Hora tras hora dependemos de miles de personas. Todos dependen de todos. De ahí que con facilidad se generen conflictos, pero también la posibilidad y necesidad de formar una conciencia comunitaria.

Se necesita de una “ecología urbana”, de un equilibrio, de una preservación del medio ambiente necesario para que haya una calidad de vida (como cuidado de las calles, las plazas, respeto con todo lo que sirve a la comunidad). Dañar lo que es de la comunidad es lesionar al hermano en sus derechos.

Esta dependencia, a pesar de ser fundamental, no es visible de forma inmediata. Ver esta relación exige una educación. El mismo trabajo es un servicio a la colectividad, sin olvidar sus propios conflictos.

La proximidad física o geográfica, sin embargo, ya no es el criterio de las relaciones. Hoy se escoge a las personas con las que se quiere entablar una relación, puesto que es imposible tener intimidad con toda la gente con la que compartimos el espacio. La territorialidad es hoy construida desde lo geográfico, pero también desde los intereses personales. Si no me gusta la parroquia busco otra. Surgen grupos según intereses, los cuales tienden a cerrarse o ser autosuficientes. El gran objetivo de los grupos se vuelve “pertenecer al grupo”, en vez de asumir, con la ayuda del grupo, los proyectos por la construcción de la sociedad.

Entre la red de informaciones y desinformaciones

Los habitantes de las ciudades son bombardeados por una cantidad enorme de informaciones, que no siempre consiguen asimilar, pero que sin duda modifica sus horizontes de comprensión. La carga de informaciones contribuye a formar un espíritu crítico y de controversia. La información contribuye a aumentar las diferencias entre generaciones y entre grupos. La multitud de comunicaciones y de experiencias a las que se tiene acceso en la ciudad, genera una especie de competencia por captar la atención de los ciudadanos. La ciudad es hoy una red de comunicaciones e informaciones, imposible de controlar, o de captar en su totalidad. Únicamente podemos tener percepciones de fragmentos de esta red, de la cual solo somos un nodo más.

Entre «lo tiene todo» o «no tiene nada»

Existe la idea de que en las ciudades se consigue todo; se pueden hacer todo tipo de compras, se va a estudiar en las mejores instituciones; están los hospitales especializados, las posibilidades de trabajo. Las ciudades lo tienen todo para todos. Sin embargo, luego de un tiempo de estar en la ciudad se descubre que la posibilidad de acceder a todo no es tan cierta, pues los bienes y servicios no alcanzan para todos. De ahí que se hable de las dinámicas urbanas de exclusión y de inclusión.

Además, muchos de esos bienes y servicios sirven como marcas de un status o prestigio social, particularmente fascinante para los jóvenes, que están en un proceso de autoafirmación y necesitan de esas señales para sentirse socialmente aprobados.

La tecnología que se halla en las ciudades da un rostro particular a la vida de los ciudadanos, pero no es directamente proporcional a la calidad de vida de los habitantes. Junto a los avances tecnológicos conviven circunstancias anti o infrahumanas que no permiten un auténtico desarrollo. Pero es un hecho que la tecnología le da un rostro a la ciudad.

La variedad se tiene también en el campo religioso: religiones, esoterismos, filosofías de la vida se ofrecen como en un mercado de la fe, para que los clientes escojan y hagan combinaciones según sus necesidades. (Benedetti, 1994, p. 70).

Las actividades lúdicas son la mayor oferta, puesto que se convierten en alternativa frente a la rutina y el ritmo pesado de la vida. Las prácticas religiosas entran necesariamente en competencia con esta oferta.

Hombres y mujeres conviven diariamente con ideas y modos de vivir diferentes, en una ciudad multicultural y perciben que hay muchas formas de hacer el bien, diferentes de las que se postulaban como las únicas. La multiplicidad urbana cuestiona los moralismos y los preconceptos. Muchos valores fundamentales y necesarios son relativizados. Pero también nuevas formas de pensar pueden surgir.

La ciudad como construcción social que hacen los sujetos

En el desarrollo de las ciencias que investigan la ciudad, la pregunta por la identidad de la misma se ha ido transformando en otro cuestionamiento: ¿qué es ser urbano en nuestras sociedades urbanas? ¿Qué significa ser ciudadano hoy?, ¿cómo se lleva a cabo este proceso? Se ha dado un desplazamiento de la visión geográfico-espacial, arquitectónica y organizativa de la ciudad hacia una comprensión más antropológica de la misma y comprendiéndola como una red cargada de múltiples relaciones y significaciones en permanente construcción y expansión (Silva, 1997).

La ciudad es un fenómeno que se abre en muchas dimensiones y que actúa en múltiples interacciones tejidas por lo histórico-social. Es una “unidad” socio-espacial que sirve de soporte a la producción cultural, a la innovación social y a la actividad económica de la sociedad contemporánea. Debe ser pensada desde la perspectiva de la complejidad; es un tejido de significaciones heterogéneas inseparablemente asociadas y diferenciadas; presenta la paradoja de lo individual y lo múltiple en la confluencia de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen el universo de lo urbano, como creación (Giraldo, 1996, p. 15).

La ciudad es entonces considerada, no como algo estático o como algo ya dado, sino como una realidad sociocultural en permanente creación o construcción; en ella, lo físico produce efectos en las maneras