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El Hombre Brújula

y otras fábulas para
no perderse en la vida

Carlos Postigo
Ilustraciones: Sofía Montoro

A todos aquellos que están y siguen buscando ser.

Prólogo

Apreciar la notoriedad de este título tan acertado es de vital importancia para adentrarse en los recovecos de estas pequeñas historias acerca de la naturaleza humana. Un conjunto de moralejas dirigidas a la introspección y entendida esta como un viaje temporal, único e irrepetible: el viaje de una persona en busca del sentido propio del viajar.

El viaje compone la narrativa de las grandes historias universales, como La Odisea o El Quijote. También en la filosofía, la búsqueda del sentido se nutre de numerosos elementos del viaje. El mito de la caverna de Platón es el intento de hacernos conscientes de nuestra condición humana. La luz, como guía, es la que nos permite esclarecer el sentido; una luz que muchas veces se ve entorpecida por las sombras en la cueva, las apariencias de este mundo que nos distraen a la hora de enfrentar esta condición tan extraña en la que estamos. El puerto, metáfora que tanto utilizó San Agustín en sus escritos, es otro elemento esclarecedor. Un barco, perdido en el océano, que busca en medio de la vastedad el refugio de la costa. Estos elementos del viaje vienen acompañados de las fábulas, una forma narrativa de gran utilidad. Las fábulas son esa luz, ese puerto, que nos ayuda en la búsqueda de sentido, una búsqueda que comenzó hace miles de años y que no cesa de perseguirnos. Mientras existamos, el ser humano no puede dejar de preguntarse.

La condición humana es un hecho fascinante. Un ser que se hace consciente interiormente a través del íntimo diálogo, y que sale de sí hacia el mundo. Ya desde tiempos de Aristóteles dicha condición estaba marcada por la admiración. Admirarse por el hecho de la consciencia del vivir, por la capacidad que tenemos de hacernos preguntas que involucran lo más íntimo de nuestra alma y al mismo tiempo a todos los seres humanos. Es decir, la pregunta se la hace uno mismo, en el silencio, pero dicha pregunta se ha pronunciado y se pronunciará a lo largo de toda la Historia. ¿Qué es más sorprendente entonces? ¿La propia pregunta o la capacidad de preguntarnos?

La introspección viene determinada por la pregunta y el problema es que la vida es demasiado corta para poder contestarla. Sin embargo, no podemos obviar que la pregunta es un punto de partida. ¿Hacia dónde? De eso se trata el vivir, de un viaje. Y no se puede viajar sin una orientación. El mayor drama humano se resume en esta frase de la fábula Dos minutos: «Tuve toda una vida para preguntar, pero me conformé con las respuestas. Ahora muero sin saber las preguntas».

Ser conscientes de nuestro existir es ya una curiosidad que no puede cesar, porque la respuesta vive hasta que la muerte nos recoge. De ahí el gran misterio humano, que no puede responder a la gran paradoja en la que se encuentra.

El hombre en busca de sentido

De aquí, la segunda mirada, la mirada hacia la intimidad de uno mismo. Somos únicos e irrepetibles. Personalmente me gusta mostrar esta mirada con la cima de una montaña. Nos encontramos en el lomo, en las praderas, contemplando la cima ante nuestras cabezas, casi petrificada, intacta, a pesar de la fuerza del tiempo. Lo más grande es ser consciente de que el viaje lo haces tú, y que la experiencia del viajar solo puede florecer en tu interior. ¿Quién soy pues? La búsqueda comienza aquí, con la agradable compañía de las fábulas, en diálogo con uno mismo, sin perder de vista el ejemplo de los demás.

Pablo Gasull

En el camino de la Filosofía y el Periodismo