El misterio

del huevo dorado

Pedro Mañas

Ilustraciones de Luján Fernández

Para David, sin cuya ayuda las Princesas Dragón nunca habrían salido de su castillo.

1

¡Eh, aquí arriba!

Me llamo Bamba, vivo encima de un árbol y tengo unos nueve o diez años.

A lo mejor son solo ocho.

No estoy segura, porque hasta hace poco alguien contaba los años por mí.

También hasta hace poco alguien me hacía la cama. Y otro me ponía los calcetines. Y otro estornudaba cuando me picaba la nariz.

¡Pero todo eso se acabó!

Creo que me olvido de algo.

Ah, ya… Soy princesa. Princesa del Reino del Oeste.

O sea, que no siempre he vivido encima de un árbol.

Antes vivía en un gran palacio lleno de armaduras y retratos. Y lo más curioso es que algunos de esos re-tratos eran míos.

Mira. Este es el primer retrato que me hicieron:

Pues sí. Esa cosa pequeña con corona soy yo.

Después crecí y llegaron muchos más retratos. La gente que visitaba el palacio los miraba y luego opinaba en voz baja:

«Qué princesa más flacucha». «Lleva la corona torcida». «Le ha engordado la nariz».

Por eso odio los retratos.

Todos menos uno:

Rte. Príncipe Rosko

Castillo del Reino del Norte

Ya que salgo un poco espantosa.

Ya que mi nariz parece más gorda que nunca.

Y ya que es un cartel de busca y captura.

Pero me encanta.

Es mi retrato favorito. Por eso me gusta verlo clavado en el tronco de mi nuevo palacio.

Y también por todos los árboles de los Cuatro Reinos: Norte, Sur, Este y Oeste.

A lo mejor te preguntas cómo acabé escondida aquí arriba.

Todo empezó con una carta del príncipe Rosko.

Una carta en la que me comunicaba algo terrible.

Algo horripilante.

Algo monstruoso.

Que se había enamorado de mí.

Rte. Príncipe Rosko

Castillo del Reino del Norte

Querida Princesa del Oeste:

Tu rostro es como una estrella.Tus ojos, los más felices.Tu nariz es la más bellade entre todas las narices.Si vienes a verme con ella,os invito a unas perdices.Mañana en mi casa, doncella.¿Qué me dices?

¡Te espero mañana al anochecer en el castillo del Norte!Atentamente,

Príncipe Rosko

2

–¡Pues si te ha invitado tienes que ir! –gritó mamá en el desayuno.

Cuando digo «mamá» quiero decir la Reina del Oeste.

Y cuando digo «gritó» quiero decir «gritó».

No es que estuviera enfadada. Es que nuestra mesa es larguísima.

–¡Pero si no le conozco! –protesté desde el otro lado.

–¡Rosko es el Príncipe del Norte! ¡Un príncipe! ¡Y se ha enamorado de ti!

–¡Se ha enamorado de mi nariz! ¡Que vaya ella!

Y, sin más, me puse a untar mi tostada con merme-lada de jabalí. Mi favorita.

Entonces mamá se puso en plan Reina:

–¡Princesa Bamba, irás a conocerle y punto! –gritó.

Y esta vez estaba enfadada. Pero yo, más.

–¡Que no voy! –aullé dando un manotazo en la mesa.

El golpe hizo saltar mi tostada del plato.

Y la tostada fue a encestarse en la boca de una ar-madura. ¡Canasta!

–¡Irás! –mamá pegó otro manotazo. Su tortilla voló y se pegó al techo.

–¡Jamás! –las uvas quedaron colgadas de la lám-para.

–¡Que sí, Bamba! –el queso de cabra brincó hasta la chimenea.

–¡Que no, caramba! –los huevos duros rodaron por la alfombra.

Los pasteles reventaron. Un río de miel cruzó la mesa. El pollo saltó por la ventana.

Al acabar nos sentimos mejor. No hay como desa-yunar fuerte para empezar bien el día.

–¡No es justo! –lloriqueé–. Papá no me obligaría a ir.

Cuando vivían juntos, papá y mamá discutían bas-tante. Por eso ahora viven separados. Yo paso medio año en el castillo de mamá y medio en el de papá. Es una lata.

–Muy bien –suspiró mamá–. Iremos a ver a papá y le preguntaremos. ¡Sube a vestirte!

Corrí a cambiarme cantando de alegría:

¡Sangre de lechuza, baba de dragón,

pégale un buen trago y robaré tu corazón!

–¡Y deja de berrear ese horrible conjuro! –rugió mamá.

Ella que rugía como un dragón.

3

¿Horrible conjuro?

Mamá no tiene ni idea de música ni de hechizos.

Era un conjuro precioso, como todos los de Gúgol.

¿Cómo? ¡¿No conoces a Gúgol?! ¿No conoces al he-chicero más famoso del mundo?

Aquí, en los Cuatro Reinos, no tenemos actores ni can-tantes de rock, pero tenemos magos y brujas famosos. Y de todos ellos, el más famoso era Gúgol. Y el más guapo.

Y no solo era guapo y famoso. También era un hé-roe, y con su magia se había enfrentado a peligros in-creíbles.

Había sobrevivido a las tormentas de fuego del Reino del Sur.

Se enfrentó a las hadas venenosas de los bosques del Este.