Canto a la vida, al amor

Canto a la vida, al amor

Querido lector:

 

Los versos que usted leerá fueron escritos en el primer año de un largo calvario, que comenzó el 12 de septiembre de 1998. En los días en que nos llegaban, frescos, recién inspirados por las musas de nuestro hermano Antonio, nos quedaba aún por descubrir mucho de lo bajo que puede caer un gobierno cuando se aboca a la triste tarea de utilizar su sistema de justicia para cobijar a sus terroristas, encarcelando a quienes protegían de ellos el más elemental de los bienes jurídicos: la vida humana.

A la bajeza el autor optó por responder con altura. Las condiciones precarias en que esta poesía fue concebida respondían a un esquema perfectamente pensado para arrebatar a los acusados cualquier posibilidad de una adecuada defensa y llevarlos a la desesperación, el desaliento y la claudicación. El trozo de lápiz con que se hicieron los trazos que luego devendrían versos —en los días buenos de pulgada y media y en los no tan buenos, ingeniosamente extendido con un cilindro hecho de un tubo de pasta dental desechado, de un par de centímetros— era el mismo con el que se escribían notas en preparación para el juicio o se respondía la correspondencia. Sólo una voluntad superior, alimentada por la fuerza moral de la causa que defendíamos, dio a Tony la perseverancia de convocarse cada día para inspirarse y hacer poesía.

Han sido esa voluntad y esa moral las que nos han permitido atravesar esta experiencia sin que nuestros espíritus hayan sucumbido al odio o a la amargura. El proceso legal ha recorrido caminos tortuosos; casi siempre empedrados de decisiones judiciales insólitas que retan cualquier noción de la jurisprudencia, del sentido común o de la más elemental decencia humana. Ha sido una contienda desbalanceada en la que las reglas cambian en cualquier instante, las leyes se desacomodan hoy para reacomodarse mañana y las evidencias se escogen —o, sobre todo, se desechan— a conveniencia; todo para alcanzar a toda costa un resultado decidido de antemano por los prejuicios, el ensañamiento y el profundo odio que la revolución cubana y quienes la defendemos inspiramos en jueces y fiscales.

Al cabo de mas de 13 años el proceso sigue su paso cansado, interminable; regido por un calendario que pareciera dictado por alguno de aquellos personajes bíblicos que vivían novecientos años. Recurso tras recurso desestimado. Momentos de alegrías y esperanzas, en que parecía que al fin se sostendrían las leyes, seguidos por otros de profunda decepción y —por qué no decirlo— legítima rabia. Pero nuestra voluntad y fuerza moral siguen inalterables, como en aquellos primeros doce meses; ahora estimulados por el apoyo de miles de ciudadanos de todo el mundo que claman porque se haga justicia.

Y también, a pesar de todo, nuestros espíritus siguen libres de cualquier sentimiento de odio o de amargura. Quien se asome a la poesía más reciente de nuestro hermano Antonio encontrará el mismo canto a la vida, a la alegría, a la solidaridad y al amor. En ella siempre se ha manifestado nuestra determinación de no ceder espacio en ese rincón de nuestras almas, en que se refugia nuestra esencia humana, a cualquier sentimiento que nos rebaje al nivel de quienes por cualquier consideración —que dicho sea de paso, nos resulta de muy poco interés- decidieron dejar caer sobre nosotros todo el peso de su ensañamiento y de su venganza.

Tanto en la poesía de Antonio como en la creación gráfica de Gerardo sobre quien ha caído una dosis de odio desproporcionada en estos años- se hallará esa resistencia a dejarse arrastrar, a ceder terreno en esa otra puja que se libra en nuestros interiores. Es tal vez el reconocimiento de que es allí precisamente donde se gana o se pierde esta batalla. Es tal vez la convicción de que —para citar a Silvio— si se está dispuesto a ser muerto de la felicidad ajena no se puede, bajo ninguna circunstancia, renunciar a la propia.

O es tal vez que nos tocó en suerte descubrir, a través de esta experiencia, que sólo con altura podremos poner fin a la bajeza.

René González Sehwerert

 

I CANCIONES DE MI ALMA

I

 

 

CANCIONES DE MI ALMA 

 

 

Aquí, allá

Aquí, allá

Aquí, donde los sueños

tienen todo el dolor de la distancia,

el ansia de tu piel

estalló en mi carne.

Sentí un sonido tuyo

estremecer mi alma de repente.

¡Un día más sin nadie!

La claridad me arrastra al infinito

y un silencio enteramente extraño

arroja a mis sentidos tu fantasma.

Aquí, donde el tiempo

alarma a la alegría de mi sangre,

cuento las horas con las señas del alba

y con los gestos mustios del ocaso.

Me parezco a un ayer

sujeto en la esperanza.

Allá, donde los sueños

tuvieron el dulzor de tu fragancia,

regresaré, paz mía,

a recoger tu corazón

perdido entre las sombras de estrellas

y la furia del viento.

Regaré tus violetas

nacidas de mis manos.

Te volveré a besar.

Allá, donde el tiempo

sube por las paredes

agitado y golpeando

sus invisibles redes

iré a calmar tu pecho con mis versos.

De frente

a esta separación

que se va abriendo

como una fruta herida,

seré, serás, seremos,

amor, trigo vital de este momento.

 

30 de septiembre de 1998

 

¿Qué pasará mañana?

¿Qué pasará mañana?

Yo no sé qué pasará

pero estoy seguro será

algo muy interesante.

Shunryu Suzuki Roshi

Maestro zen

 

 

 

¿Qué pasará mañana?

No sé.

Un niño hará prisioneros a sus pies

y se irá a conocer el mundo a su manera.

Todo se encrespará en la tierra

hasta llegar a ser tallo, hoja, flor o fruto.

Un viento súbito romperá la ventana

de un verano jovial, casi perfecto.

Una canción transformará los ecos

que tus sentidos no dejan de evocar.

Un beso volará largas distancias

para alcanzar su anhelado destino.

 

Dime, ¿sabes tú

qué pasará mañana?

Será algo bueno o malo;

así se suelen diferenciar las transitoriedades.

¿Acaso alguien lo sabe?

Creo que no.

Sin embargo, hallé una respuesta:

estoy seguro será

algo muy interesante.

 

9 de octubre de 1998