Título original: Todo el tiempo de los Cedros. Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz

edición

Denise Ocampo Alvarez

 

EDICIÓN BASE:

Jacqueline Teillagorry Criado

 

Diseño para ebook

Yadyra Rodríguez Gómez

 

DISEÑO DE CUBIERTA

Ronny Fernández Solís

 

realización

Enrique García Martín

 

revisión y corrección

Alba Orta Pérez

Herminio Camacho Eiranova

Irene Hernández Álvarez


restauración de fotografías

Alexis Manuel Rodríguez Diezcabezas de Armada

Enrique Hernández Gómez

 

© Katiuska Blanco Castiñeira, 2009

© Sobre los documentos y fotos

que aparecen en este libro:

Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado

Alberto Díaz (Korda)

Raúl Corrales (Corrales)

Primera edición cubana, 2003

Edición Océano, México, 2006

Edición Txalaparta, País Vasco, España, 2006

Editora Nacional Política (PCV), Vietnam, 2008


© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial, 2013

 

isbn: 978-9962-697-43-5

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.


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EDHASA

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RUTH CASA EDITORIAL

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A Fidel,

que alienta la vida.

A don Ángel y Lina Ruz,

en el abrazo siempre.

Al batey de Birán y sus gentes

que inspiraron

el ansia de una Revolución.

A Isabel, Patry y Ernesto,

mis hijos.

A Ore, contrafuerte

en este vuelo de colibrí.

A Guillermo Cabrera Álvarez, mi maestro,

que ya es del viento.

«Como el retrato pictórico y espiritual de una casa fundadora, he sentido este libro ya memorable».

«(...) ¡qué libro agradecible!».

Cintio Vitier

premio nacional de literatura de Cuba.

eminente estudioso de la obra y la vida de josé martí

 

 

«Todo el tiempo de los cedros de Katiuska Blanco es un libro único. Nos entrega por primera vez, al menos para nosotros, todo el ámbito de la familia de Fidel Castro, en especial de su padre, madre, hermanos.

»No conozco sobre la materia una obra tan completa, tan amena y tan plena de humanidad. Es indispensable para situar los orígenes de la gesta que cambió la historia de América. La escritora Katiuska Blanco merece todos los reconocimientos por este libro necesario, documentado y hermoso».

Volodia Teitelboim

premio nacional de literatura de chile

 

 

«…con gran admiración por su dedicado trabajo de investigación, por el amor que surge de sus letras como una fuente de agua viva».

Eusebio Leal Spengler

historiador de la ciudad,

ciudad de la habana

Nota a la segunda edición cubana, en formato papel

Exploraciones



A la sombra de los árboles rumorosos de Birán fue presentado, el 23 de septiembre de 2003, cuando Lina Ruz habría cumplido los cien años de edad, la primera edición cubana del libro Todo el tiempo de los cedros. Fidel confesó entonces que mientras más entrañables eran los sentimientos y recuerdos, más los guardaba. La brisa hacía resonar otra vez en la memoria la música del viejo fonógrafo de Birán cuando Guillermo Cabrera­ Álvarez decía que en el Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz no se escuchaba el estampido del disparo en la batalla, sino el llanto silencioso de don Ángel Castro, y las lágrimas de Lina Ruz, el ir y venir de los hijos angustiados por la suerte de los hermanos. Las páginas contaban los orígenes de una leyenda.

Así comenzó este libro su camino a la vida de los lectores, con el empeño de que cada mirada fuera asombro y latir de nuestra historia. En el trayecto, las editoriales Océano, de México, Txalaparta, del País Vasco, y Política Nacional, del Partido Comunista de Vietnam, lo llevaron en el pasado 2006 y el reciente 2008, en nuevas ediciones, a las librerías y ferias literarias de América Latina, España­ y Asia. Al mismo tiempo, la autora inició una nueva e intensa expedición para atrapar y narrar vivencias e historias­ aún olvidadas o desconocidas, que la llevaron a indagar sobre los vapores de la Compañía Trasatlántica Española –propios o fletados para transportar tropas para la guerra de Cuba– en que don Ángel hizo los viajes de ida y vuelta a Cuba y España; cuál fue el destino de la familia gallega en Láncara; a qué fuerzas del ejército español perteneció Ángel y en qué zona de Cuba combatió durante la contienda de 1895; cuáles eran sus ilusiones de entonces…; sobre qué espacio estuvieron afincados los horcones de árbol de granadillo en Las Catalinas, el lugar donde Lina nació; qué vestigios quedaban bajo la maleza de lo que en otro tiempo fuera un puerto en la bahía de Guadiana, en Pinar del Río...; cuántas veces don Ángel se vio precisado a vender y comprar su propiedad más preciada de Birán allá por los años veinte del siglo pasado… y luego, cuanto fuera posible saber de Fidel en México y la guerra, y de Raúl y de todos los de casa con el transcurrir de los años y la historia hasta volver a detenernos el día en que Fidel firmó la Ley de Reforma Agraria en La Plata.

Se incluyen documentos inéditos: las órdenes que Fidel dejó en México para que fueran cursadas por telégrafo a Cuba, cuando ya el Granma hubiese zarpado. También se habla por primera vez de la valiosa colaboración de Carlos Maristany –en relato de su señora, Julieta Maristany– al contar con una planta de radio secreta que facilitaba las comunicaciones con Cuba, y de los recuerdos de Enma Castro Ruz y Antonio del Conde (El Cuate).

Aparecen –reveladoras de ternura– cartas del Comandante a Fidelito desde la Sierra Maestra. Se incorpora la misiva que escribiera Raúl a su mamá desde el Segundo Frente y amplía la información sobre el combate de La Plata.

Ciento cuarenta y cuatro páginas resultan completamente nuevas. Fueron escritas para abarcar el intervalo de tiempo, obviado en la primera edición, entre el 31 de diciembre de 1958 y el 17 de mayo de 1959.

En esas cuartillas se adelantan acontecimientos importantes de la Revolución como la victoria de Girón, la campaña alfabetizadora, las nacionalizaciones y la Crisis de Octubre.

Los capítulos enuncian que Fidel vivió muy intensamente desde el final de la guerra hasta diciembre de 1962, en su propio Paso de las Termópilas, experiencias humanas profundas.

Los hallazgos fueron anotados y recreados. Es lo que entrega ahora esta segunda edición cubana de Todo el tiempo­ de los cedros, fin y a una misma vez comienzo de otras muchas exploraciones.

Como enamorados del libro apunto a Enrique D. Medero Cambeiro y Alba Orta Pérez, quienes callada y eficazmente pusieron todo su noble empeño para que esta obra viera la luz.

A todos los que abrazaron este libro, heredero de otras páginas, en su camino de sueño a realidad, y a los que lo hagan suyo cuando lo lean, nuestra infinita y cálida gratitud.

 

Enero de 2009

La vida en las palabras y en el aire del tiempo



La historia y la imaginación se dan la mano en este libro y limpian de toda duda sus aparentes discrepancias tradicionales.

No se trata del inventario acucioso de la realidad, ni siquiera de un relato a pie juntillas de la vida de un inmigrante gallego fundador de un pequeño batey y de una familia numerosa, dos de cuyos hijos forjarán después una leyenda.

Mirar la vida de los hombres requiere siempre de una dosis enriquecida de imaginación, porque ni la palabra que evoca un recuerdo, ni el documento amarillo que testimonia un tiempo, bastan por sí mismos para recrear y traernos en toda su maravilla y dramatismo un trozo de lo real.

De cosas invisibles se hace lo visible. Mas para aportarle la mirada se necesita la sensibilidad de quien mira a la distancia una época y columbra el tiempo para entregarnos la factura de un episodio situado en la retaguardia de los acontecimientos y es capaz de alimentar y sostener a los tenaces luchadores.

Los libros de historia superan generalmente a las novelas más desbordantes de imaginería, porque una historia es, simultáneamente, muchas historias.

La primera obra literaria escrita sobre aguas cubanas la trazó el Almirante en 1492. Puesto a redactar un diario prolijo dotó al continente de lo que después conoceríamos como real maravilloso.

Katiuska Blanco se adentra en lo real sin perder lo maravilloso del relato. Evoca a una familia poco común que dio hijos extraordinarios. Las palabras no pueden sustituir la vida, pero al expresarlas sobre el papel impiden que se disuelva en el aire del tiempo.

No puede encasillarse a esta periodista de raíz, como una historiadora. No tiene el propósito de historiar lo que narra. Ha tocado puertas, caminado caminos, soñado sueños, hurgado en papelería de muchas hojas inéditas y dispersas en juzgados de instrucción, gavetas y fajos anudados cuidadosamente en estantes recónditos.

Algún que otro custodio quedó sorprendido de lo que preservaba y otros ya habían palpado los sucesos que guardaban las páginas y con redoble de celo dificultaban el acceso.

Soy testigo de la pasión y ser testigo de pasión obliga. Doy testimonio de la solidaridad silenciosa entretejida alrededor de la autora. Uno prestó la computadora, otro el papel, aquel su transporte, más allá un consejo, acullá un pedacito de sueño y quien no tenía más, un aliento.

No voy a hacer el juicio del libro. No me es posible. He visto nacer la primera obra de Katy, Después de lo increíble, publicada por la Casa Editora Abril en 1994, y de esta que leerán a continuación, recibí capítulo a capítulo en un serial intermitente. No podría, objetivamente, ser imparcial.

Sí doy fe de algo esencial: este libro es fiel a la historia que cuenta. Algunos de los personajes secundarios escaparon a la realidad aunque existieron. Siempre hubo, por ejemplo, ante cada cartulina fotográfica, una cámara y alguien que escogiera el ángulo y apretara el obturador. Ese humano, desdibujado y sin nombre, asume aquí rostro y estampa, como un pequeño homenaje a quienes han preservado tanta valiosa imagen sin trascender. Tal vez, la autora rinde de este modo homenaje a los fotógrafos, sus inseparables compañeros de batallas periodísticas.

Lo notable del relato que tienen ante sí es el ángulo poco usual de la narración: desde el dibujo de los primeros años de vida y los primeros asombros, hasta cómo repercuten las acciones de los hombres en la intimidad de su familia, en la atmósfera del hogar, en el natal batey donde jugaran.

Aquí no se escucha el estampido del disparo en la batalla, sino el llanto silencioso de don Ángel Castro y la entereza de las lágrimas de Lina Ruz, el ir y venir de los hijos angustiados por la suerte de sus hermanos.

El protagonista principal es el aparentemente imperturbable batey de Birán.

A él llegan los acontecimientos que estremecen el país y terminan por transformarlo al igual que a sus pobladores.

Asumo con placer la ocupación de portero de este libro, algo así como abrir la puerta de la calle para que pasen los lectores hasta la cocina de la casona de Birán. Entren.

 

Guillermo Cabrera Álvarez

septiembre, 2003

 

Ángel