La mamá de la cabrita se asustó mucho cuando la vio llegar a casa sin la bicicleta y, aún más, cuando se apercibió de los rasguños que tenía.

Mientras su madre la curaba, la cabrita le contó lo que le había sucedido.

—Espero que te haya servido de lección —dijo la madre—. Has tenido que encontrarte con una cabrita tan tozuda como tú, para que compruebes que con la tozudez no se llega a ninguna parte. A la cabrita negra y a ti, ni siquiera os ha servido para poder cruzar el puente.

Andando el tiempo, la cabrita tuvo una bicicleta nueva. Pero lo más importante fue que aprendió que no debía empeñarse en salirse siempre con la suya.


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     A la cabrita le compraron una bicicleta nueva, y aprendió que no debía empeñarse en salirse siempre con la suya.