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Aníbal A. Biglieri

Las ideas geográficas y la imagen del mundo en la literatura española medieval

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MEDIEVALIA HISPANICA

Fundador y director Maxim Kerkhof

Vol. 17

Consejo editorial

Vicenç Beltrán (Università di Roma “La Sapienza”); Hugo Bizzarri (Université de Fribourg); Patrizia Botta (Università di Roma “La Sapienza”); Antonio Cortijo Ocaña (University of California, Santa Barbara); Michael Gerli (University of Virginia, Charlottesville); Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense, Madrid); Georges Martin (Université Paris-Sorbonne); Regula Rohland de Langbehn (Universidad de Buenos Aires) y Julian Weiss (King’s College, London)

Aníbal A. Biglieri

Las ideas geográficas
y la imagen del mundo
en la literatura española medieval

Iberoamericana • Vervuert • 2012

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2012

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ISBN 978-84-8489-616-6 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-86527-670-4 (Vervuert)

e-ISBN 978-3-95487-047-9

Diseño de cubierta: Michael Ackermann

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Impreso en España

PRÓLOGO

camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo

(Juan de Mandevilla)

Biografía de este libro

El libro que el lector tiene ahora en sus manos es la culminación de un largo proceso de lecturas y relecturas, reflexión y elaboración, que se inició con un curso dictado en el año 1993 en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, Argentina) sobre las ideas geográficas en la obra de Alfonso X, repetido, con considerables ampliaciones, modificaciones y correcciones, seis años después en el Centro de Estudios Latinos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Aspectos parciales y resultados provisorios de estas investigaciones fueron adelantados también en ponencias presentadas en varios congresos: XIX Annual Sewanee Mediaeval Colloquium (The University of the South, Sewanee, Tennessee, 1992), I Annual University of New Mexico Conference on Hispanic Culture and Society: Revising the Encounter (The University of New Mexico, Albuquerque, New Mexico, 1992), Coloquio Internacional, Quintas Jornadas Medievales (Universidad Nacional Autónoma de México, México D. F., 1994), XIX Simposio Nacional de Estudios Clásicos (Rosario, Argentina, 2006) y VII Congreso de la Asociación Argentina de Hispanistas (Mendoza, Argentina, 2007). El texto de este libro es inédito, con la excepción de un breve artículo, que adelantó algunos de los temas que se retoman, ampliados y revisados, en las páginas que siguen.1 Quede aquí constancia de nuestro profundo agradecimiento para los organizadores de aquellos cursos y congresos y para los participantes de unos y otros que nos hicieron llegar sus críticas, sugerencias y recomendaciones y también para los editores de la revista mencionada por habernos brindado la oportunidad de ofrecer las primicias de una ardua y larga labor que debería concluir con este libro. En realidad, no ha de ser así: en el curso de su redacción, el manuscrito inicial se fue extendiendo de tal manera que hubo necesidad de limitarlo a la forma del presente volumen. Así, por ejemplo, el tema de otro trabajo, el mito de Medea en la literatura española medieval —que debió haberse reducido a sólo una sección de un único capítulo sobre la etnografía de los confines del mundo, según el plan concebido inicialmente—, se fue ampliando cada vez más y lo que en principio parecía poder compendiarse en un número no muy elevado de páginas se convirtió finalmente en una extensa monografía (Medea en la literatura española medieval), cuya elaboración interrumpió la del presente libro durante varios años. Y ese primer proyecto de incluir en éste un capítulo dedicado a las ideas etnográficas en la España medieval debió ser abandonado también ante la cantidad de materiales que se iban acumulando incesantemente y la extensión adicional en número de páginas que ellos hubieran significado para este volumen. Queda, entonces, el análisis de la etnografía hispanomedieval para otra oportunidad y lo mismo cabe agregar ahora acerca de la imagen de Jerusalén en el corpus aquí estudiado. En efecto, en el primer plan de este libro, también un capítulo estaba consagrado a esta ciudad y, en general, a las ideas medievales sobre el centro de la οἰκουμένη (ecumene), algunas de las cuales fueron asimismo anticipadas en tres artículos ya publicados.2 Pero, al igual que con la etnografía, la incorporación de estos trabajos, también corregidos y ampliados, junto con el agregado del análisis de otras obras (el Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandevilla, o las Andanças e viajes de un hidalgo español, de Pero Tafur, por ejemplo), habrían significado ampliar aún más un libro de por sí ya suficientemente extenso y voluminoso.

De tal manera que la presente monografía, al menos idealmente, formaría parte de una trilogía que vendrían a completar otras dos (etnografía medieval e imagen de Jerusalén), y todas estas obras, junto con la ya publicada sobre Medea, constituirían, a su vez, una serie de trabajos dedicados, entre otros temas, a estudiar la perduración y reelaboración de las ideas geográficas y etnográficas de la Antigüedad en la España medieval.

Justificación de este libro y sus posibles lectores

La bibliografía consultada, con ser considerable, no es completa y no lo puede ser dada la enorme cantidad de libros y artículos dedicados al conjunto de la ecumene, a sus continentes o a sus regiones en particular y a los autores antiguos y medievales que han escrito sobre todos estos temas.3 Habría sido imposible dar cima a este proyecto si se hubiese querido agotar el repertorio de todos los trabajos dedicados a la geografía de la Antigüedad y la Edad Media, pero se ha tratado, dentro de lo posible, de tener en cuenta las autoridades más reconocidas en las muchas materias que se van a analizar en los próximos capítulos. Junto a varias ausencias en la bibliografía, inevitables en un libro de estos alcances, se notará también una enorme profusión de citas (más de ochocientas), que, sin ninguna duda, van a entorpecer y frustrar la lectura y poner a prueba repetidamente la perseverancia del paciente y estoico lector. Nos disculpamos por adelantado por lo que muchas veces, a primera vista, pudiera parecer vana y fatigosa erudición, pero hemos preferido pecar por exceso, citando a veces extensamente las opiniones de investigadores más competentes y mejor informados y sin otro fin que el de apoyar mejor los argumentos expuestos en el cuerpo de este libro. Ante el dilema, entonces, se prefirió el exceso erudito que molestara a la falta de documentación que pudiera echarse de menos. Y es que algunas notas son tan copiosas que hasta podrían considerarse como “miniantologías” de opiniones y comentarios de los estudiosos en torno de un mismo tema. En este caso, se han perseguido dos objetivos: o bien mostrar que las indecisiones o cuestiones que en el presente libro quedan sin resolver vienen respaldadas por las discrepancias que otros investigadores ya han tenido sobre un(os) problema(s) en especial, sin haber llegado ellos tampoco a un consenso más o menos general; o bien apoyar una afirmación que sí puede parecer definitiva en la unanimidad que surge de esos mismos críticos en torno de otro(s) tema(s) sobre los cuales parecen haberse despejado las dudas y consolidado los argumentos. Y se trata también de allegar directamente el testimonio de dichos autores para evitarles a los lectores la tarea de verificar sus opiniones, teniendo que procurarse por su propia cuenta los trabajos originales, no siempre de fácil ubicación o que se encuentran en revistas de reducida circulación o en bibliotecas muy especializadas. Estas últimas líneas están escritas teniendo en cuenta, sobre todo, a los estudiosos que trabajan en países, universidades y centros de investigación que no disponen de las muy completas bibliotecas que se encuentran en los Estados Unidos. Pensando ante todo en ellos, entonces, se han acumulado incesantemente las citas y multiplicado las referencias bibliográficas.

Finalmente, cabe aclarar que citar una determinada opinión no significa necesariamente estar de acuerdo con ella y que se ha procurado a veces evitar la polémica, no tanto por rehuir la confrontación de las ideas, sino porque habría sido fastidioso tener que tomar posición ante varias de ellas, alargando las citas a pie de página (algunas de por sí demasiado extensas) más de lo necesario y con riesgo de agotar la paciencia de los lectores. De la misma manera, se evita también citar las reseñas, algunas ciertamente desfavorables, a varios estudios consultados, pero cuya mención y discusión habrían también aumentado considerablemente el número de páginas de este libro.

La bibliografía utilizada y los autores citados profusamente en las notas harían pensar que muy poco cabría agregar sobre las ideas geográficas en la Edad Media y que, por consiguiente, un libro como éste apenas podría ser justificado, pero en lo que concierne a España no se cuenta, que sepamos, con una visión de conjunto como la que se intenta en este libro, que reúne en una misma obra, por ejemplo, el tratamiento del Oriente en autores como Mandeville y Marco Polo en sus versiones peninsulares o que confronta las ideas geográficas de Lucano en su Farsalia con las de Alfonso X en sus estorias acerca del continente africano.

No siempre es fácil determinar con toda precisión el público al que una obra como ésta se dirige o quiénes serán aquellos lectores que la leerán con toda la atención, si no la aprobación, que quisiera su autor. Pero, además de los hispanomedievalistas que compartan con éste unos mismos intereses geográficos, podría este libro ser de alguna utilidad a los clasicistas que quieran indagar en qué medida las ideas de los antiguos sobre la ecumene y sus pueblos se continúan en la Edad Media peninsular, a los estudiosos de las literaturas comparadas, interesados en ver cómo en España se tratan y reelaboran temas comunes con otros ámbitos de la Romania medieval y, en fin, a los profesores y estudiantes del medioevo castellano (y también, pero en menor medida, aragonés y catalán), quienes, aunque no directamente atraídos por estos temas, quieran tener otra visión de las literaturas peninsulares y acercarse, con una mirada global y sintética, a problemas que suelen ser tratados por separado y fragmentariamente en historias de la literatura o en los cursos universitarios.

Corpus estudiado y plan del libro

Como la bibliografía consultada, el corpus de obras analizadas no es exhaustivo, pero sí comprende las más representativas y de ineludible estudio; entre ellas, se encuentran obras historiográficas (las estorias de Alfonso X, la de Espanna y la General), tratados específicamente geográficos (Semeiança del mundo), compilaciones de carácter enciclopédico (Lucidarios españoles, Libro del tesoro, de Brunetto Latini), obras del ciclo troyano (la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, Crónica troiana, Sumas de historia troyana de Leomarte), leyendas de Alejandro Magno (Libro de Alexandre, cuarta parte de la General Estoria), textos narrativos de ficción (Libro del Caballero Zifar), libros de viajes (Libro del conoscimiento de todos los reinos, Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandevilla) y tratados sobre el Oriente (Marco Polo y La flor des histoires des parties d’Orient, de Haytón de Gorigos, ambas en versiones aragonesa y catalana). Una rápida revisión de todos estos títulos y autores hará ver que estas obras pertenecen a los siglos XIII y XIV; estos límites temporales, especialmente el segundo, no carecen de cierta arbitrariedad, pero ante materias tan extensas como éstas se imponían, con todas las fuerzas de la inevitabilidad, las fronteras cronológicas, en este caso dictadas ante todo por la necesidad de no incursionar en el siglo XV, que por sí solo merece un libro aparte y el cual debería incluir, entre otras obras: el Laberinto de Fortuna (coplas 34-53), de Juan de Mena, El Victorial, de Gutiérrez Díaz de Games, la Crónica abreviada de España, de Diego de Valera, y libros de viajes como la Embajada a Tamorlán, de Ruy González de Clavijo, o las Andanças e viajes de un hidalgo español, de Pero Tafur. Además, en cierto sentido, el siglo XV sería inseparable del XVI, en que se continúan las empresas europeas en América, África y Oriente y se multiplican las obras históricas, cosmográficas y etnográficas. Y si se hubiera querido estudiar también los diarios de viaje de Cristóbal Colón o los continuadores de Mandeville y Marco Polo, por ejemplo, ello habría implicado traspasar con mucho las fronteras geográficas y epistemológicas de la ciencia antiguo-medieval y su visión de la ecumene. Además, habría que examinar toda una problemática que por sí sola también exige tratamiento aparte, a saber: el contexto intelectual de las empresas colombinas, estudiado por Rico en un artículo que da una idea muy clara de la amplitud de todas estas cuestiones y de su complejidad y que, por supuesto, desbordarían también los límites fijados inicialmente a esta monografía.4 En efecto, abordar aquí los viajes a América o el diario de circunnavegación de Antonio Pigafetta, por citar un caso más, habría significado trascender con mucho los límites fijados inicialmente a un libro como éste, dedicado a la imago mundi medieval.

También hay que anticipar que este libro no se propone tampoco el estudio especial de la cartografía, si bien en más de una oportunidad se harán referencias a los mapas medievales para ilustrar mejor alguna cuestión específica o indicar los paralelos entre los textos escritos y otras formas de representación visual. Obviamente, un estudio completo de la geografía no puede prescindir de la cartografía: somos perfectamente conscientes de la limitación que a este estudio le significa no estudiar en detalle los mapas hispanomedievales y europeos y de cómo muchos temas se habrían enriquecido con su análisis: es ésta otra ausencia que más de un lector ha de lamentar, pero si alguna disculpa cabe, es que el examen de la cartografía de los siglos medios requiere un estudio aparte, como lo demuestran los varios libros a ella consagrada y tenidos en cuenta para la redacción de varias páginas del presente trabajo.

El libro consta de una introducción y seis capítulos. El primero está dedicado a las pruebas sobre la esfericidad del universo y de la Tierra y a las diferentes teorías sobre la división de la ecumene: en cuatro “partidas”, tres continentes (repartidos entre los hijos de Noé y sus descendientes) o cinco zonas (o climata) y la existencia de las antípodas. El capítulo segundo estudia el océano desde tres perspectivas, todas ellas originadas en la Antigüedad y continuadas en la Edad Media: la cosmológica, la mitológica y la geográfica. Con el tercer capítulo se inicia el examen de las cuatro “partidas” del mundo. Al Occidente pertenecen las columnas de Hércules, las islas Afortunadas, las Hespérides y el monte Atlas, también con una combinación de concepciones mitológicas y geográficas, que es una de las características más distintivas de la geografía medieval. El capítulo siguiente, dedicado al Septentrión, estudia la “idea del Norte”, con particular atención al clima y al relieve de las regiones árticas y a la ultima Thule de los autores clásicos. El capítulo quinto está consagrado al Mediodía, comenzando por las delimitaciones geográficas y los conceptos de “África” y de “Libia” en la Antigüedad y la Edad Media. De Libia en particular se han de estudiar el clima, la geografía física, la región de las Sirtes y su fauna. Al Nilo se le dedica una extensa sección, que comprende su situación geográfica, nombres y origen, fuentes y recorrido, brazos y desembocaduras, crecidas y relieve, clima y fauna de la región. Cierra el capítulo el tratamiento de la Etiopía africana, en su geomorfología, clima y zoología. El capítulo final pasa revista a la visión de Oriente: delimitaciones geográficas, geomorfología y clima, fauna y flora, la abundancia y las maravillas del continente, especialmente las zoológicas y botánicas, con algunas referencias también a las etnográficas de Juan de Mandevilla y a las “nuevas maravillas” de Marco Polo.

Dada la amplitud del mundo y del corpus de textos hispanomedievales que lo describen, no podría llegarse a conclusiones que cierren este libro y le impriman un carácter más o menos definitivo. Varios temas quedan por estudiar (el del Paraíso Terrenal o el reino del preste Juan, por ejemplo) y queda también por examinar la metageografía de todas estas obras, en el sentido de las estructuras espaciales por medio de las cuales se organiza el conocimiento del mundo, según definen Lewis y Wigen.5 Y lo mismo en relación con el “lenguaje de los geógrafos” (Dainville) y los conceptos mismos utilizados por los autores clásicos y medievales, tales como “partidas”, “zonas”, “antípodas”, “Occidente”, “Septentrión”, “Mediodía”, “Oriente”, en un plano “macrogeográfico”, por llamarlo de algún modo, o “Libia”, “Etiopía”, “India”, “China”, en un nivel regional.6 Quedan pendientes, entonces, la elaboración de esa metageografía, que ayude a determinar con más precisión los marcos de referencia en que se inscriben los textos aquí estudiados (y otros también que podrían añadirse sin mayor esfuerzo), y el estudio del “discurso de la geografía”, en el mismo sentido con que se habla del “discurso de la historia”, es decir, de una “poética del discurso geográfico” que estudie sus propiedades, su léxico, sus tropos, en una palabra, su “retórica”.7

En relación con todo lo que antecede, y como advertencia final y a tener en cuenta a lo largo de la lectura de los capítulos que forman este libro, quede constancia del carácter en su mayor parte “descriptivo”, con menos interpretaciones de las que cabría esperar y que en algunos casos podrían echarse de menos. Nuestro objetivo principal ha sido la reunión tanto de los materiales geográficos dispersos en las obras del medioevo ibérico cuanto de los problemas que plantean y los comentarios que han suscitado por parte de los investigadores, poniéndolos todos a la disposición de los estudiosos de la Edad Media peninsular. De allí que un último beneficio, quizás no el menor, de tanta cita podría ser que, a partir de ellas, algún lector encuentre la pista o el impulso para continuar profundizando en los temas que se mencionan a veces de pasada y sin detenerse mayormente en ellos: aquí se van a explorar senderos ya transitados previamente por tantos estudiosos y se tratará de abrir otros nuevos a la investigación que es, como el mundo mismo que todos estos textos describen, inagotable y que puede deparar nuevas, insospechadas e insospechables sorpresas, cuando no también alguna “maravilla”. El curioso lector, entonces, queda invitado a transitar nuevamente estos caminos, descubriéndolos otra vez e interpretándolos por su propia cuenta, o a recorrer otros muchos rumbos y derroteros, pero, eso sí, con toda la prudencia que exigen textos escritos en épocas pretéritas, con otras “mentalidades”, en otros contextos históricos, culturales y lingüísticos y con una imago mundi que en muchos respectos representa una verdadera alteridad con relación a la del mundo moderno, prudencia que hemos tratado de mantener en lo posible toda vez que se ha propuesto una interpretación a los datos ofrecidos por los textos mismos.8

Ediciones utilizadas y normas editoriales

La lista de las ediciones utilizadas para este trabajo precede a la biliografía de libros y artículos consultados. En cuanto a la transcripción de los textos, se ha respetado siempre la edición empleada, salvo en el caso de las versiones electrónicas (de la General Estoria, por ejemplo), en las cuales se ha normalizado la ortografía para facilitar su lectura: se escriben con mayúsculas los nombres propios, la c’ se transcribe como ç, se separan palabras (en el y no enel), se suprimen <>, GL, /,`, pero se conservan la & y la j (en njlo > Njlo, por ejemplo) y en varios casos se han suplido los signos de puntuación que faltaban. Todas estas decisiones editoriales, en las cuales no falta una cierta arbitrariedad, no tienen otro objeto que hacer más inteligible el texto, sin alterar demasiado su versión original. En el caso de la leyenda de Alejandro Magno, incorporada en la cuarta parte de la General Estoria, se cita por la edición de la Historia novelada y no por la versión electrónica. Entre corchetes ([ ]) se ha explicado el significado de palabras oscuras o ya en desuso, recurriendo a las ediciones empleadas, al Tentative Dictionary of Medieval Spanish de Kasten y Cody o al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas-Pascual, entre otros repertorios lexicográficos.

Y si, sin duda, quedará mucho por hacer y estudiar sobre la geografía medieval, a pesar de la publicación de la presente obra, lo mismo puede decirse sobre las ediciones de los textos aquí empleados. Se cuenta ya con ediciones definitivas, como la de Rodríguez Temperley del Libro de las maravillas del mundo de Juan de Mandevilla;9 en otros casos, se ha avanzado considerablemente, como con la mencionada Historia novelada de Alejandro Magno, editada por González Rolán y Saquero Suárez-Somonte y acompañada del texto latino, que permite estudiar la reelaboración a que Alfonso X somete a la Historia de Preliis; pero, justamente, es ésta sólo una sección de la cuarta parte de la General Estoria. Más todavía, hace falta una edición crítica de la quinta parte de la misma estoria, que traduce la Farsalia: idealmente, una edición crítica del texto alfonsí frente al de Lucano permitiría también la compulsa de ambos y significaría un enorme avance en el estudio del “renacimiento alfonsí”, que no tiene por qué esperar al Renacimiento de dos siglos después para recoger y transmitir a la posteridad el rico legado de la Antigüedad romana.10 Y, finalmente, convendría reeditar con otros criterios y acompañar con estudios actualizados otras obras: La flor de las ystorias de Orient, de Haytón de Gorigos, publicada originalmente por Long, o las Sumas de historia troyana, por Rey, ambas de la década de 1930; o, por citar un caso más, pero no el último que podría mencionarse, la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, editada por Parker en 1977 y de la cual también se carece de un texto satisfactorio, si bien D’Ambruoso ha publicado ya una propuesta preliminar como anticipo de una edición crítica de la obra completa; más aún, del códice A, el único que la contiene en su totalidad, hace falta también un facsímil que, como ha sucedido con otros textos ricamente iluminados (las Cantigas de Santa María o el Libro del Caballero Zifar, por ejemplo), ponga al alcance de los estudiosos de la literatura y del arte medievales las numerosas miniaturas que lo acompañan e ilustran.

Y con relación a los estudios consultados para la redacción de este libro, se los cita por la edición empleada, no necesariamente la primera y, en lo posible, la más actualizada, si la hubiera.

Agradecimientos

A los agradecimientos anteriormente indicados (organizadores y participantes de cursos y congresos, editores de revistas) se suman ahora los debidos a todos los estudiosos y estudiosas de la geografía clásica y medieval. Nuestra deuda, por cierto enorme, hacia todos ellos y ellas queda registrada en las notas a pie de página y en la bibliografía final, dando así testimonio de cómo un libro como éste habría sido imposible de escribir sin el esfuerzo previo de tantos predecesores y predecesoras que han abierto el camino con sus trabajos y ediciones para un mejor estudio de la geografía medieval peninsular. Pero tampoco, y como notamos también a propósito de nuestro libro sobre Medea, habría sido posible escribir esta monografía sin tener acceso a una excelente biblioteca como la de la Universidad de Kentucky y sin el beneficio de su servicio de préstamos interbibliotecarios, de infalible eficiencia y prontitud ante los pedidos de trabajos de muchas veces difícil localización. Para la biblioteca y su personal va también nuestra profunda gratitud.

Debemos agradecer también muy especialmente a la Oficina del Decano de Artes y Ciencias y al Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Kentucky por la generosa ayuda financiera que ha hecho posible la publicación de esta obra. Asimismo, quede expresa constancia de nuestro profundo agradecimiento a la Editorial Iberoamericana Vervuert y a los evaluadores de nuestro manuscrito por haber aceptado la publicación de este libro.

Y va igualmente, y muy en especial, para todos aquellos colegas, amigos y amigas, que nos han alentado con su palabra y su consejo a completar este proyecto, de tan larga y morosa gestación, pero no por ello desprovisto, todo lo contrario, del placer de ir descubriendo poco a poco los últimos rincones de la ecumene antiguo-medieval, siempre guiados por el impulso natural de “camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo”, según sentenció Juan de Mandevilla (LMM 84).11 A recorrer esos caminos, contemplar cosas extrañas y admirar la enorme variedad de nuestro mundo, guiados de la pluma de tantos autores griegos, romanos y peninsulares, quedan ahora invitados e invitadas los lectores y lectoras de las páginas que siguen.

Lexington, Kentucky, diciembre de 2010

Notas al pie

1 “África y los confines del mundo según la General Estoria”. Las indicaciones completas sobre todos los libros y artículos citados se encuentran en la bibliografía incluida al final de este estudio.

2 “Jerusalén en la obra de Alfonso X”, “Peregrinos y cruzados a Jerusalén en la Gran Conquista de Ultramar” y “Jerusalén: de la Gran conquista de ultramar a Pero Tafur”.

3 Para citar un solo caso, el de la isla de Tule, véase Mund-Dopchie 15-16.

4 El estudio de Rico “El Nuevo Mundo de Nebrija y Colón” trata, entre otros temas, el ambiente intelectual del humanismo (o prehumanismo, o protohumanismo) en España, las influencias del Renacimiento italiano en la península ibérica, el papel de las universidades de Bolonia y Salamanca en la recepción de los clásicos en general y de la Geografía de Claudio Tolomeo en particular, el tratado cosmográfico de Antonio de Nebrija Isagogicon cosmographiae y la relación entre éste y Colón y la participación de otras figuras como Enrique de Villena, Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, y su hijo, el cardenal Pedro González de Mendoza, Joan Margarit i Pau, Abraham Zacuto, Juan de Zúñiga, etc. Vasto campo de estudio, digno de un trabajo especial. El mismo corte cronológico propone Mund-Dopchie para su estudio de las representaciones de la isla de Tule (16). Al primer período, correspondiente a la Antigüedad, le sigue el medieval, iniciado por san Isidoro de Sevilla, y a éste, un tercero, que comprende el Renacimiento y el siglo XVII, inaugurado por dos fechas “emblemáticas”: 1475, año en que se imprime la primera edición de la Geografía de Claudio Tolomeo, y 1492, que inaugura la “invención” de América. El último período se extiende desde el siglo XVIII hasta hoy.

5 “Every global consideration of human affairs deploys a metageography, whether acknowledged or not. By metageography we mean the set of spatial structures through which people order their knowledge of the world: the often unconscious frameworks that organize studies of history, sociology, anthropology, economics, political science, or even natural history” (Lewis-Wigen IX; subrayado de Lewis-Wigen); véase también, para otros deslindes y precisiones conceptuales (frente a la “metahistoria” de Hayden White, por ejemplo), 207, nota 2.

6 Westrem nota la falta de un “vocabulario geográfico coherente”, aduciendo el ejemplo de la palabra mundus como caso muy ilustrativo de la polisemia de muchos términos empleados en la Europa medieval (214). Lo mismo se puede decir de las obras peninsulares estudiadas en este libro.

7 El discurso histórico ha sido objeto de numerosos estudios y a partir de diferentes perspectivas y, por lo menos desde los trabajos de investigadores como Hayden White, por ejemplo, se cuenta con instrumentos más rigurosos de análisis para comprender cómo los historiadores ejercen su oficio y escriben sus historias. Mucho menos, en cambio, sucede con los geógrafos y ¿nada? con los hispanomedievales. Adoptando como guía el modelo de White para el discurso de la historia, Jonathan M. Smith propone una “retórica geográfica” que, si bien habría que tomar con bastantes precauciones si se la quisiera extrapolar al discurso geográfico hispanomedieval, puede ser tenida en cuenta a la hora de describirlo como paso previo a aquella segunda tarea ya apuntada, el examen de las ideas metageográficas. Según Smith, el análisis del lenguaje geográfico permite, en primer lugar, descubrir los “prejuicios y preferencias retóricas inconscientes” del geógrafo y de los “múltiples públicos” a los que se dirige: esa retórica, en efecto, debe estudiarse no sólo en los contextos de producción del texto (¿quién lo escribió?), sino también en los contextos de recepción (¿quiénes lo leen?). En cuanto a la forma del discurso mismo, Smith distingue, siguiendo siempre a White, cuatro modos: geografía como romance, tragedia, comedia o ironía, en correlación con otros tantos tropos: metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía.

8 Un poco al azar de las lecturas, y sin salirse de la bibliografía consultada para la redacción de este libro, llamados a la prudencia se encuentran, por ejemplo, en Hay: “I believe evidence can very rarely be squeezed to yield information other than what it was designed originally to convey” (“The Geographical” 136); o en Rico: “Por otra parte, el carácter del tema abordado —tan propicio a la divagación irresponsable— me ha aconsejado mantener un tono austeramente factual” (“El nuevo” 157, nota preliminar): el mismo adoptado en este libro.

9 Sobre esta edición véase Gómez Redondo IV, 4051-56 y su conclusión: “Las notas y comentarios con que se acompaña el texto, así como los otros anexos referidos a las imágenes, los mapas y los topónimos, su glosario y los ocho índices diversos que se ofrecen, convierten, sin duda, esta edición de Rodríguez Temperley en la definitiva para acercarse al primer Mandeville que entra en la Península, guiado por las empresas políticas y los intereses económicos de las cortes aragonesas en las tierras orientales” (4056).

10 Así piensa también Le Goff: “Encyclopédie de la nature et encyclopédie du savoir retrouvent dans un context nouveau, pour une societé nouvelle, les deux inspirations fondamentales de l’encyclopédisme antique. Mais le Moyen Age n’a cessé de faire du nouveau sous le couvert du retour à l’antique: la vraie Renaissance c’est le Moyen Age. La Renaissance encyclopédique c’est le XIIe et plus encore le XIIIe siècle” (“Pourquoi” 40).

11 “Et nuestra tierra es todo al contrario, car nos somos en el .VIJ°. climat qui es de la luna, et la luna es de legero moujmjento, et si es planeta de via. Et por esto eilla nos da natura et voluntat de mouuer legerament et de camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo, car eilla enderrodea la tierra mas [quexadament] que ninguna otra planeta” (LMM 84).