cover

Verena Dolle (ed.)

Múltiples identidades

Literatura judeo-latinoamericana

de los siglos XX y XXI

image

BIBLIOTHECA IBERO-AMERICANA

Publicaciones del Instituto Ibero-Americano
Fundación Patrimonio Cultural Prusiano
Vol. 147

Verena Dolle (ed.)

Múltiples identidades

Literatura judeo-latinoamericana

de los siglos XX y XXI

Iberoamericana • Vervuert

2012

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana 2012

c/Amor de Dios, 1

E-28014 Madrid

© Vervuert 2012

Elisabethenstr. 3-9

D-60594 Frankfurt am Main

info@iberoamericanalibros.com

www.ibero-americana.net

ISSN 0067-8015

ISBN 978-84-8489-639-5 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-86527-691-9 (Vervuert)

e-ISBN 978-39-5487-051-6

Depósito legal:

Composición: Anneliese Seibt, Instituto Ibero-Americano Berlin

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

Ilustración de la cubierta: (c) Mirta Kupferminc: La Mano del

Inmigrante

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico

blanqueado sin cloro.

Impreso en España

Índice

Barbara Göbel/Verena Dolle

Prólogo

Verena Dolle

Introducción

Alicia Steimberg

Recuerdos y reflexiones sobre la constitución de mi condición de escritora judía latinoamericana

Ana María Shua

“¿Vos, escritora judía?”, dijo mi bobe

Saúl Sosnowski

Una identidad en la zona de las múltiples

Liliana Ruth Feierstein

Babel: ¿Heredad Judaica? ¡Davke!
Las revistas culturales judías en Argentina: la riqueza de una herencia ignorada

María Ximena Álvarez

Repensando identidades en el exilio en Sudamérica: artistas judeo-alemanes y su lucha en el campo de la cultura (1938-1953)

Christoph Müller

La emigración judía y el teatro independiente uruguayo

Susanne Zepp

El deseo de la palabra. Sobre la relación entre la reflexión lingüística y la experiencia histórica en la obra de Alejandra Pizarnik

Nelson H. Vieira

Identidade equivocada/‘Mistaken Identity’: Clarice Lispector e a ética de alteridade

Regina Igel

Os novos escritores brasileiros-judeus: geração dos anos 70

Verena Dolle

Autorretratos. Las relaciones entre imagen y texto en Las genealogías de Margo Glantz

Eduardo Hopkins Rodríguez

La construcción de la identidad en El nombre del padre de Isaac Goldemberg

Katja Carrillo Zeiter

Acercándose al pasado: Lenta biografía de Sergio Chejfec

Florinda F. Goldberg

¿“Tiempo en disolución”? Sobre fronteras identitarias y escritura judía en América Latina

Rodrigo Cánovas

Voces judaicas en México y en Chile. Nuevos acogimientos, antiguas huerfanías

Amalia Ran

Tierras de promisión: Sión, Argentina y sus representaciones narrativas en la ficción judeoargentina

Autoras y críticos

Barbara Göbel/Verena Dolle

Prólogo

Entre el 26 y el 28 noviembre de 2009 se realizó en el Instituto Ibero-Americano (IAI) de Berlín el simposio internacional Múltiples identidades. Literatura judeo-latinoamericana de los siglos XX y XXI. Su objetivo fue analizar, a partir de producciones literarias y culturales, los procesos de negociación y reflexión de las identidades judeo-latinoamericanas. La particularidad del simposio fue la participación no solo de científicos de diversas disciplinas, sino también de escritoras especializadas en la temática. Uno de los focos regionales del simposio fue el Cono Sur, en particular la Argentina. Otros trabajos se concentraron en Brasil, Chile, Perú y México. El punto de partida para la realización del simposio fue la necesidad de visibilizar en Berlín aspectos de la cultura judía muchas veces desconocidos en el contexto alemán y europeo: el rol que jugó y juega la cultura judía en todas sus expresiones multifacéticas en América Latina. En esto nos basamos también en un primer antecedente en el IAI: el simposio que había organizado en 1995 el entonces director, el Dr. Briesemeister.

Al interés compartido por la temática se unió nuestro afán de iniciar una nueva cooperación institucional: entre la Universidad Justus Liebig de Gießen y el IAI de Berlín. Una de las áreas prioritarias de investigación de la cátedra de Estudios Literarios y Culturales de España y Latinoamérica de la Universidad de Gießen es la literatura judeo-latinoamericana del siglo XX, sobre todo en sus manifestaciones autobiográficas. Por otro lado, las tareas prioritarias del IAI son el intercambio científico y el diálogo cultural con América Latina, el Caribe, España y Portugal. El instituto reúne bajo un mismo techo un centro de investigación, un centro cultural y un centro de información con la mayor biblioteca europea sobre las regiones arriba mencionadas. Es por ello que la cooperación entre la Universidad Justus Liebig de Gießen y el IAI nos permitió también aprovechar la materialidad de las diversas expresiones culturales judeo-latinoamericanas como libros, revistas, diarios, legados, manuscritos o fotografías.

Agradecemos el apoyo financiero de la Fundación Fritz Thyssen, sin la cual la realización del simposio no hubiese sido posible. También agradecemos la contribución de las instituciones patrocinadoras, la Universidad Justus Liebig de Gießen y la Gießener Hochschulgesellschaft, así como el apoyo de la Freie Universität Berlin y el Instituto Ibero-Americano. Además, quisiéramos expresar nuestro reconocimiento a la artista judeo-argentina Mirta Kupferminc por su generoso permiso para poder utilizar su obra “La mano del inmigrante” para el cartel del simposio. A Katja Carrillo Zeiter le agradecemos el valioso apoyo y la asistencia, desde la concepción hasta la realización del proyecto, y a todos los miembros del IAI, su cordialidad y hospitalidad. Al equipo de Gießen –Ana García Martínez, Juliane Lorenz, Nathalie Bödicker, Sabine Mandler y Pilar Diz Núñez–, su apoyo en la fase inicial en Gießen. A Sonja Schilling, Olga Paralev y José Antonio Salinas les agradecemos su paciencia y meticulosidad a lo largo de la revisión de los textos. Todos contribuyeron al éxito del simposio en un ambiente cordial, acogedor, amistoso, que todos los participantes disfrutaron, y al resultado producido: este volumen.

Como es característico de todo buen evento científico con una discusión abierta y franca, no solamente aprendimos mucho, sino que nos quedamos también con una serie de preguntas. Por lo tanto creemos que sería oportuno pensar en una continuación. Sería ideal aprovechar el año 2013, en el que la ciudad de Berlín quiere hacer en sus actividades culturales un especial hincapié en la cultura judía en esta capital, para organizar otro simposio dedicado a las redes entre Berlín y Latinoamérica desde principios del siglo XX hasta la actualidad; por ejemplo, a través de emigrantes e inmigrantes judíos, de sus materiales como diarios, legados, fotografías. Quisiéramos dedicarnos también a la cuestión de los exiliados judíos vueltos a Alemania después de su estancia en América Latina, para entender mejor qué impacto tuvieron las estadías transatlánticas en su vida y en sus obras. Nos gustaría intensificar y desarrollar esta cooperación en el futuro.

Barbara Göbel Verena Dolle
Instituto Ibero-Americano Instituto de Romanística
Fundación Patrimonio Universidad Justus Liebig
Cultural Prusiano de Gießen

Gießen y Berlín, abril de 2011

Verena Dolle

Introducción

La literatura y la cultura judías forman una parte importante dentro de la historia y cultura latinoamericanas en general, las cuales se incrementan con las olas de inmigración desde Europa del Este a partir de 1880, sobre todo hacia Argentina, que hoy en día tiene, detrás de la de Nueva York, la comunidad judía más grande del mundo fuera de Israel. La literatura de escritores judeo-latinoamericanos es bastante multifacética: pensemos en las primeras manifestaciones explícitas donde se opta por la asimilación a la nueva patria, concebida como tierra prometida en Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff, de 1910, obra publicada en torno al centenario de la Independencia argentina, pasando por la brasileña Elisa Lispector y su novela autobiográfica No exílio de 1948, las obras de los exiliados y refugiados del Holocausto hasta las manifestaciones en aumento desde los años 70 del siglo XX donde se tematizan la condición judía, su pertenencia a varios colectivos, la cuestión de la asimilación o no-asimilación. Sobre todo en la crítica alemana, hasta hace muy poco se ha podido constatar un enfoque en la literatura latinoamericana del boom, es decir, en algunos autores canonizados. Ciertamente, no sería pecar de exageración o imprecisión decir que la literatura judía latinoamericana en Alemania no ha resultado muy visible. Una magnífica excepción la constituye un número especial de 1998 de la revista Rowohlt Literaturmagazin, donde se presenta un panorama de 30 autores de la literatura judeo-latinoamericana en español e ídish, así como su traducción alemana.

Ahora, en los tiempos del posboom, sin embargo, se puede constatar una ampliación de la gama temática, donde se focalizan la violencia, la novela policíaca, la obra de Roberto Bolaño y su generación, por mencionar solamente algunos puntos de interés (si bien hay que preguntarse si el enfoque en la temática de la violencia no está a punto de reemplazar la del realismo mágico como nueva forma de exotización y mirada exotizada desde Europa hacia el subcontinente). A nivel internacional, sin embargo, se ha discutido y sigue discutiéndose intensamente la presencia de la cultura judía en Latinoamérica. Aquí cabe mencionar, a título de ejemplo, el reciente volumen Pertenencia y alteridad. Judíos en/de América Latina: cuarenta años de cambios, que tiene como objetivo “lograr una cobertura sistemática y una integración coherente entre diferentes dimensiones de una región vasta y compleja y diversos aspectos de un grupo etno-religioso-cultural”.1 En la literatura judeo-latinoamericana se encuentran varios intentos de definir lo que es (o puede ser) una identidad judeo-latinoamericana o una identidad judía a nivel nacional, sea mexicana, brasileña, argentina, etc. (Goldberg 2000; Igel 2007; Balbuena 2007). Además, cabe mencionar que un adjetivo como “judeo-latinoamericano” es bastante general frente al hecho de que la comunidad judía en Latinoamérica se constituye de varias comunidades de procedencia diferente: sefardí, askenazí, judeo-árabe (Elkin 1998). Al mismo tiempo, el término sirve para denominar, como concepto genérico, obras de diversos tipos de autores:

1) Autores nacidos en el extranjero que empiezan su creación cultural literaria en América Latina y, ahí, tematizan sus experiencias de emigración, inmigración y la cuestión (del grado) de asimilación. Se trata de la llamada generación 1,5, según el término de Pérez Firmat (1999): Alberto Gerchunoff (Argentina), Elisa y Clarice Lispector (Brasil), Jacobo Glantz (México) forman parte de este grupo.

2) Judíos europeos que, huyendo de las persecuciones nazis, encuentran refugio en América Latina y publican obras literarias en español o en su lengua materna (alemán, ídish), p.ej., Ludwig Neuländer, alias Luis Novas Terra, en Uruguay; Paul Engel, alias Diego Viga, en Colombia y Ecuador.

3) Autores nacidos en Latinoamérica que tematizan las experiencias de sus padres, abuelos, bisabuelos y reflexionan sobre su origen y los elementos de su identidad judía, p.ej., Margo Glantz en México, Alicia Steimberg y Ana María Shua en Argentina, Alejandra Pizarnik, Sergio Chejfec, entre muchos otros.

4) Autores de proveniencia latinoamericana que viven en Israel y escriben en español o hebreo, o los que viven en Estados Unidos y escriben en castellano (Isaac Goldemberg, p.ej.) o inglés (Ilan Stavans).

A través de sus obras se ponen en tela de juicio las categorizaciones practicadas por una historiografía literaria durante largo tiempo, las cuales han sido orientadas en categorías nacionales territoriales, de adscripción fija, y han concebido la nación y su literatura como un contenedor. Quizás se podría decir que el desarrollo y la dinámica que experimentan las discusiones sobre literatura nacional o transnacional hoy en día, a consecuencia del llamado Spatial turn, ya fueron experimentados antes, en cierta medida, por la literatura judeo-latinoamericana.

Hasta la fundación del Estado de Israel en 1948, la comunidad judía diaspórica tuvo como puntos de referencia un territorio concreto (o varios, dependiendo de la emigración/inmigración) y la pertenencia a una diáspora, una comunidad imaginada dispersa por todo el mundo que tiene como denominador común una tradición, una lengua y un saber (así la define Saúl Sosnowski en este mismo volumen). Desde 1948 empieza la época de la post-diáspora: se cambia el punto de relación y la concepción del lugar hasta entonces utópico de la tierra prometida. A partir de este momento se ofrece o se exige la posibilidad de optar individualmente por un lugar concreto (Burghardt 1998: 23). De ahí que la fundación del Estado de Israel sea de suma importancia para las concepciones de identidad y las discusiones de pertenencia en la segunda mitad del siglo XX. Al mismo tiempo, otros factores como la guerra de Israel con sus vecinos, y sobre todo, la situación política en los países latinoamericanos durante las dictaduras de los años 70 y 80 (Bokser-Liwerant/DellaPergola/Avni et al. 2011: 13), así como los atentados en Argentina contra instituciones judías en los años 90, influyen en la discusión sobre la ubicación permanente en un lugar determinado, y la vuelven dinámica e inconclusa.

Prescindiendo de la persistente y duradera producción cultural en Argentina –país que con la población más numerosa de judíos juega un rol especial en Latinoamérica, como ya dijimos–, se puede constatar lo siguiente respecto a Latinoamérica en general: en las últimas dos décadas del siglo XX se observa una mayor tematización de la identidad judía, sobre todo femenina, en las obras literarias: Músicos y relojeros de Alicia Steimberg, de 1971, y Las genealogías de Margo Glantz, de 1981, desempeñan el papel de obras fundacionales. Desde los años 80 del siglo XX, década en la cual las dictaduras latinoamericanas pasan a democracias en un proceso de transición más o menos pactada, aumenta considerablemente la visibilidad de la cultura judeo-latinoamericana y de sus forjadores culturales. Así, en esta década surge la Asociación de Escritores Judíos en Español y Portugués, se funda la primera revista de literatura judía en español y portugués, Noaj, por el escritor argentino Leonardo Senkman, y a partir de 1986 se organizan los primeros congresos de escritores judeo-latinoameri-canos (Burghardt 1998: 24). Esta tendencia a adquirir una mayor visibilidad seguramente no es específica de las comunidades judías, sino que se puede ver en conjunto como parte de la democratización y pluralización de voces, como parte del incremento del interés por las así llamadas “minorías”, la diversidad cultural y su articulación en el marco de la posmodernidad, en la que se ponen en tela de juicio los grandes relatos dominantes y hegemónicos y se cuestionan de manera cada vez más crítica los discursos autoritarios (Foucault). Justamente después del fin de las dictaduras en Latinoamérica, proceso que empieza en los años 80, se registra un repunte de las voces judías, que aparte de la discusión sobre la(s) identitad(es), tienen que posicionarse frente al antisemitismo evidente que afloró bajo los regímenes autoritarios. En lo que concierne a Argentina, p.ej., Marcelo Birmajer destaca el hecho de que hay un mayor porcentaje de judíos víctimas de la dictadura en proporción al total de la población (Birmajer 2002: 8).

Del lado de la investigación se constata un cambio en el modo de pensar y una creciente disposición a analizar las representaciones culturales y literarias judías en y de Latinoamérica. Después del desprendimiento de las categorías nacionales y homogeneizadoras, sus representaciones pueden ser concebidas como un factor dinámico y como una parte con los mismos derechos que las otras partes involucradas en la modernidad latinoamericana, modernidad que en las últimas décadas se enfrenta a un proceso de globalización. En este proceso, las identidades pueden ser entendidas como múltiples, así como fragmentadas, discontinuas, dispersas. Utilizo el término “múltiples identidades” para destacar que no se trata de adscripciones meramente binarias, dicotómicas. Quisiera expresar más bien la posibilidad de que un individuo pueda ubicarse en una red de relaciones, no forzosamente entre sólo dos polos. Esta es, a mi parecer, una característica de nuestra época y la primera década del siglo XXI, como lo destacan varios teóricos, p.ej. Stuart Hall (2008: 184). Hall concibe al individuo posmoderno en su pertenencia a un paisaje cultural de clase, género, sexualidad, etnicidad (raza) y nacionalidad como fragmentado (Hall 2008: 180).

El presente volumen se ocupa de las manifestaciones literarias y culturales judeo-latinoamericanas de los siglos XX y XXI bajo el tema de las “múltiples identidades”; se dedica a las determinaciones de la identidad cultural y del posicionamiento judíos frente a las así llamadas “crisis de las identidades” (Hall 2008: 180), no sólo a nivel individual, sino también a nivel colectivo en lo que concierne a la pertenencia a las respectivas culturas étnicas, lingüísticas, religiosas y nacionales.

Sin embargo, desde el principio hay que preguntarse hasta qué punto las obras aquí tratadas de escritores latinoamericanos pueden verse como representativas de una comunidad judía o sólo como expresión de una confrontación individual con la (problemática de la) identidad judía (Avni 1996). Una pregunta difícil de responder, por lo que me limito a afirmar que en la polifonía de voces literarias analizadas solamente en este volumen se muestran dos tendencias propias de la posmodernidad: 1) En lugar de remitir a la construcción de la identidad como proceso exitoso a través de la reconstrucción del pasado, de la historia familiar/personal, se remite a la imaginación, huecos, recuerdos deficientes, fracasos, imposibilidades de acceder al propio pasado, escepticismo ante el propio lenguaje. 2) En los autores jóvenes se observa más bien una forma lúdica de determinación de la identidad, una postura crítica frente a cualquier ubicación territorial y un cuestionamiento del concepto de “tierra de promisión”.

Hay, finalmente, otro aspecto que debe considerarse cuando se habla de la representatividad de la temática de la identidad judía en la literatura. Cabe destacar su valor como metáfora de la otredad. Así, Erin Graff Zivin remite decidamente al carácter de constructo de lo “judío” en la literatura y defiende la tesis de que la referencia a ello sirve con frecuencia no para problematizar especialmente cuestiones identitarias judías, sino para expresar otras diferencias, que no es sino “a powerful mode onto which a fundamental anxiety toward difference can be projected and performed” (Graff Zivin 2008: 20).

El presente volumen se dedica desde varios enfoques a la temática esbozada más arriba. Partiendo de reflexiones personales autobiográficas sobre la condición de las escritoras judías, pasando por una reflexión general sobre cómo puede definirse “lo judío” y “lo judeo-latinoamericano” en la literatura, siguen las colaboraciones ordenadas grosso modo a partir de criterios cronológico-espaciales: desde manifestaciones culturales en forma de revistas en la primera mitad del siglo XX en Argentina hasta novelas recientes escritas en Argentina, Israel, Estados Unidos, Chile y México.

Primeramente, dos escritoras argentinas de alto renombre internacional, de generaciones diferentes, Alicia Steimberg y Ana María Shua, presentan sus ideas sobre su condición de escritoras judías. Alicia Steimberg ofrece una reflexión muy personal, impregnada de su tono humorístico particular, sobre su vida y su identidad como escritora argentina y judía y la relación con sus padres.

Ana María Shua traza un amplio panorama de los escritores judeo-argentinos –poetas, dramaturgos, novelistas y filósofos– de los siglos XX y XXI, su tradición y sus temas y reflexiona sobre el significado de lo judío en su propia obra literaria. En su contribución, ella manifiesta la ubicación en dos sistemas de referencia: la búsqueda por parte del escritor judío de sus raíces, sin descuidar por ello lo nacional. A través de una anécdota personal, ella hace evidente el cambio y desarrollo en las últimas décadas del término “literatura judeo-latino-americana”: antes se limitaba a la literatura escrita en hebreo/ladino; en cambio, ahora se refiere también a las obras escritas en castellano.

Saúl Sosnowski se pregunta si hay algo como un fondo esencial, previo de la identidad, antes de ser elaborada por la lengua y sometida a cualquier clasificación e insertada en estructuras de poder y jerarquía. A su parecer, la condición judía se ve caracterizada por su doble (o incluso múltiple) pertenencia a varios sistemas de referencia: los judíos están ubicados entre una pertenencia territorial nacional y una herencia cultural judía de tradición (experiencia diaspórica, espacio ansiado), saber y lengua. Sin embargo, Saúl Sosnowski destaca que cada decisión a favor o en contra de una adscripción a un grupo es el resultado de un pacto (por tanto un acto razonable, consciente y nada natural o esencialista). En la literatura judeo-latinoamericana ve como rasgo destacado una inserción manifiesta en “sus respectivas literaturas nacionales”, lo que involucra también la práctica de su lengua.

Liliana Ruth Feierstein se dedica al panorama de las revistas judías (Heredad, Judaica, Davke, Babel) en la Argentina de la primera mitad del siglo XX, un aspecto que todavía no ha sido tenido en cuenta por la investigación. Ella muestra cómo se despliegan cuestiones sobre la identidad, delimitaciones de lo nacional argentino y lo judío, así como experiencias con la inmigración e integración en este espacio dialógico entre autores y lectores.

Las dos siguientes colaboraciones arrojan luz a la creación cultural de judíos alemanes o austriacos exiliados en el Cono Sur en los años 30 y 40 del siglo XX. Estos últimos, a diferencia de los inmigrantes que no tuvieron que huir de las persecuciones nazis y que vinieron a América Latina para comenzar una nueva vida, guardan más lazos afectivos con su país de origen y entran menos en contacto (aunque no se puede generalizar) con el país que los recibe. Así, María Ximena Álvarez destaca que los emigrantes judeo-alemanes Paul Walter Jacob, Fritz Kalmar y Hermann Gebhardt permanecen arraigados a la cultura alemana, y desde Latinoamérica intentan mantener en pie, contra todas las destrucciones nacionalsocialistas, el ideal de una cultura germana. Se articulan en órganos fundados en América Latina misma y publican obras de teatro en lengua alemana. En Jacob, por ejemplo, prevalece el elemento de lo nacional en detrimento del aspecto étnico-religioso de la identidad colectiva: no se ve a sí mismo como judío, sino como alemán.

En cambio, así lo muestra Christoph Müller, el exiliado alemán Ludwig Neulánder opta por permanecer en su nueva patria, Uruguay, donde, bajo el alias programático Luis Novas Terra se convierte en uno de los dramaturgos más destacados del país en los años 50 y 60. En sus obras teatrales (éstas sí redactadas en español), Novas Terra analiza con una visión crítica respecto a la sociedad de su tiempo las aspiraciones absolutas de poder, las amenazas globales por la Guerra Fría y el rearme de los dos bloques, sin prescindir de la presentación en el escenario, del modo más sarcástico, de destinos judíos, entre otros el de la gasificación en el Holocausto.

Más o menos simultáneamente a Novas Terra surgen dos mujeres que se cuentan entre las más destacadas escritoras latinoamericanas del siglo XX: Alejandra Pizarnik y Clarice Lispector. Susanne Zepp se ocupa de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik, hija de inmigrantes judíos de Ucrania. Pizarnik raramente hizo objeto de su obra su identidad judía, sin embargo ésta representa un punto de referencia central en su creación literaria. Mediante el análisis de obras en prosa, diarios y poemas, Zepp destaca la estrecha relación –metonímica– entre la experiencia histórica de los judíos y la reflexión lingüística en la obra de Pizarnik y hace fecundo para ello el aspecto de la identidad como categoría de análisis. Zepp afirma que es “la propia imagen a través de categorías como religión y confesión, nacionalidad y ciudadanía, individuo y colectivo” (p. 106) lo que la poetisa indaga en sus obras.

Nelson Vieira se dedica al estudio de Clarice Lispector: mientras que Alejandra Pizarnik sí tematiza lo judío y las experiencias históricas traumatizantes, Lispector, miembro de la generación 1,5 de inmigrantes judíos de Brasil, no deja ver ninguna referencia directa a ello. Con su obra se hacen patentes los posibilidades y límites de una definición de literatura judeo-latinoamericana según criterios biográficos o temáticos sencillos, es decir: una tematización directa de lo judío, no oblicua, por ejemplo a través de metáforas, símbolos, metonimias, etc. Además, se podría añadir que la tematización de lo judío y lo femenino en América Latina también dependió del discurso de la época respectiva y sufrió cambios considerables a lo largo del siglo XX. Nelson Vieira analiza el término “identidad equivocada/mistaken identity” en Clarice Lispector. Vieira sostiene que ella sufrió a lo largo de su vida la problemática de determinar su identidad y de enfrentarse con la incapacidad de superar y expresar el sentimiento profundo de “ser extranjera”. Esto resultó incomprensible o fue malentendido por parte de su entorno, los críticos, etc., debido al hecho de que fue “principalmente conhecida como escritora brasileira, também como jornalista, mãe, e esposa”, pero raramente como judía, es decir se pasó por alto el papel de su etnicidad en su formación de identidad (p. 120).

Si bien no hay pruebas de relaciones intertextuales entre Pizarnik y Lispector, en los análisis aquí realizados sobre la identidad femenina y judía y las posibilidades del lenguaje y la poesía se ven bastantes similitudes y enfoques parecidos que deben de profundizarse aún más en el futuro.

Regina Igel dirige la mirada hacia la generación post-Lispector, por así decirlo: los escritores judeo-brasileños que, nacidos en su mayoría en los años 1970, han surgido en los años 90 y forman parte de la segunda generación de inmigrantes: Tatiana Levy Salem, Cíntia Moscovich, Adriana Armony, Leandro Samartz, Rafael Bán Jacobsen, así como Carol Bensimon, Michel Laub y Michel Melamed. En las obras de los primeros se muestra un gran abanico de temas respecto a la cultura, historia e identidad judías: ellos destacan abiertamente y seguros de sí mismos el rol activo de los judíos en la formación de la sociedad brasileña, mientras que los segundos optan por no tematizar especialmente asuntos judíos.

Verena Dolle aborda la relación dialógica entre imagen y texto en una obra fundacional respecto a la discusión sobre la identidad judía en Latinoamérica de tintes autobiográficos –Las genealogías de Margo Glantz (1981)–, donde las categorías dadoras de identidad cultural como “etnia”, “religión”, “nación” y “género” se presentan de manera performativa, sumamente dinámica, no esencialista. Este planteamiento desplegado por Margo Glantz se volverá central y en cierto modo representativo en el transcurso de la discusión en las últimas décadas en torno al concepto de “identidad” o, mejor: de las identidades concebidas como múltiples, fragmentadas y descentralizadas.

Una concepción parecida desarrolla Eduardo Hopkins Rodríguez en su trabajo sobre El nombre del padre (2001), novela del peruano Isaac Goldemberg. Ésta, a su vez, es una re-escritura de La vida a plazos de Jacobo Lerner, publicada en 1978. En El nombre del padre, novela sobre la biografía de un peruano judío ficticio de los años 20, Eduardo Hopkins Rodríguez destaca la concepción postmoderna de la identidad: se lleva a cabo un cambio permanente, o incluso la “superposición de identidades” (p. 188), de modo que la “identidad” se revela como algo sumamente “inestable, dinámic[o], transformable”, no solamente respecto al grupo de los judíos, sino a todos (mestizos, indígenas, etc.), por tanto, como aspecto fundamental de la condición humana.

Katja Carrillo Zeiter se aboca al análisis de la primera novela del escritor argentino Sergio Chejfec, Lenta biografía (1990), y muestra dos de los aspectos principales que, según el autor, caracterizan el campo de las ideas de la literatura judeo-latinoamericana: la relación entre memoria y lengua y la idea del desplazamiento permanente del pueblo judío. Katja Carrillo Zeiter demuestra como Lenta biografía intenta reconstruir recuerdos traumáticos en la vida de dos padres desde el punto de vista de dos hijos y relacionarlos con los recuerdos del propio narrador-protagonista y el relato de su vida. Sin embargo, en vista de la insuficiencia fundamental del lenguaje para contar el pasado, y con ello también, de acceder a (o poder constituir) una versión hegemónica inequívoca de él, queda como única posibilidad un acceso mediante “aceleraciones y repeticiones […] sin querer explicar ni lo uno ni lo otro” (p. 211).

Igualmente, partiendo de Sergio Chejfec, Florinda Goldberg se ocupa de los intentos de clasificación de lo que constituye la literatura judeo-latinoamericana: la pregunta de si se define por aspectos biográficos del autor, aspectos temáticos (de la obra misma) o su combinación. Goldberg, a su vez, aboga por lo específico de una experiencia límite determinada, por un “particular interés por las fronteras de la alteridad” (p. 216) como factor decisivo de la literatura judeo-latinoamericana. Esta experiencia fronteriza como negociación de fronteras y manifestación de interespacios según Sander Gilman (que contiene similitudes con el “third space” de Homi Bhabha), Florinda Goldberg la ve como particularidad de la literatura judeo-latinoamericana. Goldberg pone de relieve cómo lo judío sirve en las obras de Sergio Chejfec de metáfora para expresar la alteridad o para “poner en evidencia la imposibilidad de construir una identidad en general y argentina en particular” (p. 223). Así, ella acaba situando la obra de Chejfec dentro del contexto de la literatura argentina de la época, donde la noción de una identidad argentina general entra en crisis después de la dictadura.

Las dos últimas colaboraciones se ocupan sobre todo de la literatura más reciente, de la primera década del siglo XXI: Rodrigo Cánovas analiza algunas obras provenientes de Chile y México, así como las discusiones polifónicas ahí tematizadas sobre la pertenencia a colectividades como la familia, la nación y el pueblo judío en escritores de la tercera generación de migrantes de Siria y de Europa del Este, que no se pueden reducir a un común denominador. Sin embargo, todas estas obras se caracterizan por su escepticismo posmoderno, desconfianza o pérdida de los referentes y una memoria defectuosa. En su autobiografía On Borrowed Words (2001), Ilan Stavans se inventa nuevamente como sujeto judío en un país extranjero, los Estados Unidos. A través de la redacción de su obra en una lengua recién aprendida, el inglés, trata de hacer fructífera artísticamente la extrañeza de la lengua y de expresar una forma de distanciamiento de su país natal, México. Al mismo tiempo, pone en tela de juicio, a mi modo de ver, uno de los elementos básicos de la identidad colectiva judía diaspórica, la lengua como elemento fundamental en el proceso de formación de la identidad. El mexicano Jacobo Sefamí se confronta en Los dolientes (2004) con la tradición Shami (de los judíos provenientes de Damasco) de su familia y muestra la diversidad de las tradiciones judías en México, que oscilan entre tradición y modernidad.

En Chile se registra desde 1989, año de la derrota electoral de Pinochet, un considerable incremento de textos con temática judeo-chilena. Poste restante (2001) de Cinthya Rimsky (*1962) tematiza un Yo femenino nómada y errático que, partiendo de un álbum fotográfico de la familia, se da a la búsqueda de los lugares de sus ancestros en Europa e Israel, lo que no conduce a un autoaseguramiento, sino a una medición de los huecos en la memoria, y constituye al Yo en tanto sujeto posmoderno de inter-espacios. En la novela Bosque quemado (2007) de Roberto Brodsky (*1957), según Cánovas, se expresa a través de los protagonistas el vínculo entre el exilio político y la errancia judía en el Chile de la post-dictadura, una nostalgia por el hogar y el país natal, pero al mismo tiempo inseguridad en tanto hijo de la diáspora. Aquí se puede ver, como en Chejfec, la función metafórica de lo judío como expresión de alteridad y errancia, del sentimiento de carecer de un hogar.

En su colaboración, Amalia Ran dirige su mirada hacia las discusiones literarias actuales que abordan la historia judeo-argentina desde Israel y Argentina, y muestra el grado de controversia y la complejidad que en éstas tiene la discusión del tropo de la tierra alabada. También se lleva a cabo una revisión de los mitos fundadores desde ambas partes del Atlántico, desde Argentina e Israel. Amalia Ran se pregunta en qué medida conceptos como “marginalidad”, “exclusión” y “dualidad” (en el sentido de doble identidad) son adecuados para, en tiempos de la globalización y la medialización de masas, expresar el ser judío. Ran muestra cómo en La logia del umbral (2001) Ricardo Feierstein contrasta las ideas del Síon esperado, no como un lugar especificado geográficamente sino como metáfora de la tierra alabada, con el país histórico concreto afectado por atentados terroristas contra ciudadanos judíos. El árbol de la gitana (1997) de Alicia Dujovne Ortiz examina los mitos fundadores de la argentinidad y el judaísmo como expresión de una búsqueda de los orígenes y un deseo de pertenencia; en cambio, Marcelo Birmajer en Los tres mosqueteros (2001), a decir de Ran, se distancia de esta idea y propugna por una nueva sensibilidad multicultural. Argentina como nueva tierra alabada se tematiza en dos novelas desde una perspectiva israelí crítica: Mozart lo haya yehundi (“Mozart no era judío”, 1992), de la autora israelí Gabriela Avigura-Rotem, obra que versa sobre una nueva manera de entender y aceptar el dislocamiento, la carencia de patria y lugar y el desarraigo como una experiencia imborrable, pero al mismo tiempo enriquecedora; Maase be-tabaat (“Una hazaña de anillo”, 2007) de Ilan Sheinfeld trata de la migración judía hacia Argentina y un episodio de este proceso silenciado durante largo tiempo: el trabajo de algunas inmigrantes judías como prostitutas en burdeles de la organización proxeneta Zwi Migdal, que ejemplifican las esperanzas y decepciones involucradas en (cada) proceso de inmigración, y al mismo tiempo subvierten la idealización de Argentina como tierra de promisión. Esta última idea, según Ran, se ve a principios del tercer milenio como una idea sumamente dinámica, como “rizoma que suma y multiplica incesantemente los diversos significados de lo judeoargentino” (p. 257), que no se concreta como tal en ningún territorio.

El simposio permitió un intercambio sumamente fructífero entre escritoras y críticos literarios de procedencia internacional en cuanto al tema de la literatura judeo-latinoamericana. No se trataba solamente de analizar textos canónicos y de mostrar nuevos aspectos en estos, sino también de tomar más en cuenta cuestiones hasta ahora poco trabajadas, como las actividades culturales y los productos en otras lenguas (alemán, hebreo), así como de dirigir la atención hacia las tendencias de la primera década del siglo XXI, donde los conceptos de identidad se conciben de otra manera, más abierta y dinámica, y todo posicionamiento territorial se examina críticamente.

Notas al pie

1   Bokser-Liwerant/DellaPergola/Avni et al. (2011: 13). El plazo de 40 años se inicia con la Guerra de los Seis Días de 1967, que, según los coordinadores, constituye un evento clave en “diversos niveles de la experiencia judía”, también en lo que concierne a las comunidades en Latinoamérica (2011: 17).

Bibliografía

Avni, Haim (1996): “Postwar Latin American Jewry: an Agenda for the Study of the Last Five Decades”. En: Sheinin, David/Baer Barr, Luis (eds.): The Jewish Diaspora in Latin America: New Studies on History and Literature. New York/London: Garland, pp. 3-20.

Avni, Haim/Bokser-Liwerant, Judit/DellaPergola, Sergio et al. (coords.) (2011): Pertenencia y alteridad. Judíos en/de América Latina: cuarenta años de cambios. Madrid: Iberoamericana/Frankfurt: Vervuert.

Balbuena, Monique R. (2007): “Is there a Jewish Brazilian Poetry?” En: Noah/Noaj 16/17, pp. 231-242.

Birmajer, Marcelo (2002): Ser judío en el siglo XXI. Buenos Aires: Milá.

Bokser-Liwerant, Judit/DellaPergola, Sergio/Avni, Haim et al. (2011): “Cuarenta años de cambios: transiciones y paradigmas”. En: Avni, Haim et al.: Pertenencia y alteridad. Judíos en/de América Latina: cuarenta años de cambios. Madrid: Iberoamericana/Frankfurt: Vervuert, pp. 13-84.

Burghardt, Tobias (1998): “Lateinamerika: Ein jüdischer Ort in der Zeit”. En: Jüdische Literatur Lateinamerikas/Letras judías latinoamericanas. Reinbek bei Hamburg: Rowohlt, pp. 11-25.

Elkin, Judith Laikin (1998): The Jews of Latin America. Rev. ed. New York: Holmes & Meier.

Goldberg, Florinda (2000): “Literatura judía latinoamericana: modelos para armar”. En: Revista Iberoamericana, 60, 191, pp. 309-324.

Graff Zivin, Erin (2008): The Wandering Signifier. Rhetoric of Jewishness in the Latin American Imagery. Durham/London: Duke University Press.

Hall, Stuart (1994): “Die Frage der kulturellen Identität”. En: Hall, Stuart: Rassismus und Identität (Ausgewählte Schriften, 2). Hamburg: Argument-Verlag, pp. 180-222.

Igel, Regina (2007): “A escritura judaica no Brasil”. En: Noah/Noaj, 16/17, pp. 171-203.

Jüdische Literatur Lateinamerikas/Letras judías latinoamericanas (= Rowohlt Literaturmagazin, 42 [1998]). Ed. de Tobias Burghardt y Delf Schmidt.

Pérez-Firmat, Gustavo (1999): Life on the Hyphen: The Cuban-American Way. Austin: The University of Texas Press.

Alicia Steimberg

Recuerdos y reflexiones sobre la constitución de mi condición de escritora judía latinoamericana

1. Resumen

Las religiones, creencias-identidad en Buenos Aires. Católicos, judíos, protestantes. El catolicismo, simple y mayoritario. La comunidad judía, minoritaria y con un discurso religioso de definición más compleja. Los protestantes. Mi propia inserción en la sociedad argentina. Las clases sociales. La franja de los intelectuales. La heterogeneidad y la mezcla en todos los grupos religiosos o de identidad. La escolaridad como primera ocasión del descubrimiento de la propia identidad. Se puede dejar de ser católico, pero no se puede dejar de ser judío. Se puede ser judío sin ser judío y tampoco católico. Se puede no ser creyente sin ser ateo. ¿Cómo se sostienen los planetas en el espacio sin caerse nunca? ¿Quién “hizo” los planetas? No tomo la primera comunión porque “nosotros no tenemos esa costumbre”.

Un barrio de Buenos Aires como escenario de la infancia. El barrio judío se dispersa. Los nuevos inmigrantes que no figuraban en la época del sainete. 1939: mi entrada en la escuela primaria y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. 1945: termina la guerra y entro en la secundaria. La guerra pasa lejos de Buenos Aires. En la escuela descubro que mi apellido no es español ni italiano: es alemán y judío. O judío alemán. Y con un error de ortografía. Pero mis abuelos no son alemanes, son rusos. Es fácil ser hijo o nieto de españoles o de italianos. Es difícil ser ruso y tener un apellido alemán judío. O judío alemán. No voy a misa ni tomo la primera comunión porque los judíos “no tenemos esa costumbre”. Otros tienen la costumbre de creer en Dios.

2. Texto

Cándidamente, como se piensa lo que uno va a escribir antes de empezar a escribirlo, hablaré primero de los judíos porteños en la actualidad, a quienes conozco, porque, como diría Macedonio Fernández, el universo y yo nacimos en Buenos Aires, el 18 de julio de 1933. Nací judía, aunque eso lo supe años después; no sé cómo ni quién me lo dijo. Lo cierto es que a mis ocho años lo sabía, sin que yo recuerde si alguien me lo dijo con esas palabras. Ya había hablado de esto con mi padre, en una vuelta a la manzana que solíamos dar, él y yo, después del almuerzo, antes de que él volviera a su trabajo. La palabra “judío” o “judía” jamás ha sido tan indiferente, tan plana para mí, como la palabra “católico” o la palabra “protestante”. Entré en el año 1939 a la escuela primaria, gratuita, laica y obligatoria, según la Ley 1420 de Enseñanza de la Constitución Argentina. No hubo gueto para mí en mi infancia ni en todo lo que va de mi vida, y sólo me enteré a mis doce años de lo que había pasado en Alemania y otros países europeos a los judíos y todos aquellos que se oponían al régimen. Papá murió en 1941, en plena guerra, cuando él tenía 42 años y yo ocho. Me enteré de lo sucedido en Europa cuando la guerra ya había terminado y por una compañera de colegio que tenía en su poder publicaciones con fotos de los campos de concentración, las ristras de cadáveres esqueléticos colgados de los alambres de púa y las pilas de zapatos, ropa, anteojos, prótesis dentales que les habían arrancado a los prisioneros antes de llevarlos a las cámaras de gas. Mis compañeras de la escuela eran en su gran mayoría católicas. Siempre había dos o tres que eran judías, como yo, pero no creo que tuvieran ansiedad por ese motivo. Las católicas solían tener apellidos españoles o italianos, como Fernández o Bellagamba, por la masa inmigratoria que había ingresado en el país en las dos o tres décadas anteriores, y muchas descendían de españoles por una rama y de italianos por la otra. Pero si una se llamaba Alicia Steimberg, o Celia Breslier, o Rebeca Mankowsky, o Jovita Kobrinsky, o Delia Kohan, cada tanto debía responder a quienes le preguntaban: “¿Y qué es ese apellido?”. Tampoco aparece entre mis recuerdos la primera vez que me lo preguntaron. Yo, de mala fe, puesto que conocía la respuesta, le pregunté a mi madre: “¿Qué debo decir cuando me preguntan qué es el apellido Steimberg?”. “Decí que es alemán judío”, me respondió. Procedí a contestar de esa manera y me tranquilicé bastante, porque una vez obtenida esa respuesta los curiosos, o mejor dicho las curiosas, ya que solían ser las chicas las que averiguaban, no seguían preguntando. De allí en adelante, sobre todo cuando me acerqué a la edad en que las niñas comienzan a interesarse en los muchachos y los muchachos en las niñas, me llegaron algunas indicaciones de mis mayores sobre la forma de elegir novio. “Mejor que sea un muchacho judío”, me decían mi abuela y mis tías. Mamá, como de costumbre, no hablaba, o no estaba presente. Era una mujer que “trabajaba”, esto quería decir que no se dedicaba únicamente a la casa y los niños, sino que tenía una profesión y la ejercía. Aunque no hubiera sido profesional, sino simplemente empleada de oficina, o hubiera tenido un oficio como el de peluquera, o el de vendedora de tienda, o el de modista o el de portera de un edificio, era una mujer que trabajaba.

“Los muchachos judíos son mejores que los cristianos”, aseguraban la abuela y las tías (no decían “católicos” sino “cristianos”, palabra esta más abarcadora porque incluía a los protestantes, una comunidad menor que la de los judíos. No hay tradición protestante en estos países latinoamericanos. Hay hijos de protestantes, hay nietos de protestantes, aunque esto es menos frecuente, pero en Latinoamérica más bien la gente ingresa en las religiones protestantes por ideología o por convicción).

Les contaré un sueño reciente que anoté para que no se convirtiera en la bruma de los sueños habidos, desflecados y desaparecidos de toda la humanidad, y aun de los monos que nos precedieron y de los perros que nos acompañan. “Sueña el can”, dice Francisco de Quevedo en su libro Los sueños, publicado por primera vez en el año 1604, “con los hechos que hubieron de sucederle ese día”.

Siglos después, el austríaco Sigmund Freud, dijo en lengua alemana: “Uno sueña con uno”.

En el sueño yo era una niñita perdida en el mundo, de la mano de adultos que la cuidaban y que por su severidad parecían ser de la policía, aunque tal vez no lo eran, pero mamá murió hace treinta años y papá hace más años todavía, y con la Policía me he encontrado recientemente cuando tuve que renovar mi pasaporte y ellos no lo hicieron a tiempo, y esa es la causa de mi ausencia física en este Simposio.

Pero vamos a los temas que anuncié en mi resumen, para que no me pierda, según mi costumbre, en vanas especulaciones y asociaciones libres que son buenas y hasta recomendables para la literatura, una forma de narración que está lejos de servir siempre a la verdad, destinada a entretener al lector, aunque, cuando ha pasado algún tiempo y se convierte en historia, se use también para aportar datos a otras disciplinas más serias.

En la ciudad de Buenos Aires, lo mismo que en el resto del país y en cualquier país latinoamericano, los judíos son minoría. Pero hay judíos en todos los países. No daré cifras, en todo caso diré, sin temor a equivocarme, que las comunidades judías, aunque no se comporten como verdaderas comunidades, son siempre una minoría del total de la población. En el caso de Argentina la posible diferencia entre judíos y no judíos es: población total, alrededor de 40 millones de personas, comunidad judía: 500.000 almas o menos, porque esa era la cifra en la primera mitad del siglo veinte, y sabemos que disminuyó, debido a que junto con otros argentinos no judíos, muchos argentinos judíos emigraron a otros países, unos en pos de un nivel socioeconómico más satisfactorio y otros, durante la dictadura militar, por ser parte de los perseguidos políticos.

Jewish Latin American WritersMúsicos y relojerosMúsicos y relojerosCuando digo Magdalena

Debo mencionar la muerte de un joven padre judío argentino que había nacido en una de las Colonias Judías Entrerrianas, sucedida en Buenos Aires el 24 de agosto de 1941.

Ya he ido sumando a muchos de mis seres queridos que se fueron de este mundo y están en otro. Cuando murió papá yo, a pesar de mis escasos ocho años, sabía que eso podía suceder. Uno de mis tíos me enteró de su muerte, estando yo apoyada en la vieja pared del patio. Como mi padre vivió en casa su última enfermedad que duró ocho días y se lo llevó, atendido por una junta de médicos y una de sus hermanas que era enfermera, parecía que todo quedaba entre nosotros. Con increíble sabiduría, mi abuela, la única que se mantuvo sobria y no entró en paroxismos de llanto como los demás, atendió a mis escasas necesidades. No recuerdo en esos días haberme sentado a la mesa a comer ni a tomar nada, pero no importan mis recuerdos. De alguna manera sobreviví. Mi madre permaneció acostada, se negó a ir a la habitación donde velaban a su esposo –yo sí fui, y vi una impresionante cantidad de flores, un lecho de flores alrededor de la mesa, y en el centro de la mesa alcancé a ver una esquina del ataúd lustroso donde estaba mi padre. Cerrado. Y en la tapa, aunque no sé si entonces la percibí, la Estrella de David. Después oí a mi madre quejarse histéricamente de que a mi padre lo velaran y fueran a enterrarlo según estrictas normas rituales judías. Eso lo decidieron mis tíos paternos.

4. Conclusión

Como siempre que preparo un texto para leerlo en público, no estoy segura de que lo narrado coincida con las expectativas de ustedes, los que me escuchan. Pero si deseaban saber cómo es la vida de un escritor judío latinoamericano, creo que he dado una idea bastante clara. Nadie me pidió cuentas, nadie me preguntó por qué era judía ni por qué habría preferido ser católica o protestante. Pero jamás, ni un solo día de mi vida, he dejado de pensar que soy judía.