La familia del zorro se quedó sola, enfrentada a las iras del rey de la selva.
Cavilaba el zorro en la manera de salir de aquel atolladero, cuando el león clavó sus furiosos ojos en él y rugió:
—Y tú ¿qué tienes que decir?
—Os ruego, señor, que me disculpéis —declaró el zorro—; pero me es imposible dar mi opinión en el asunto que aquí se está discutiendo. Anoche quedó mal atrancada la puerta de nuestra madriguera, y he pillado tal resfriado, que tengo la nariz totalmente tapada.
La respuesta del zorro agradó tanto al león que decidió tomarlo a su servicio.
El zorro se encargó de que se limpiara la caverna; y andando el tiempo, la corte del león fue la envidia de los reinos vecinos.
—Perdonad que no responda a vuestra pregunta —dijo el zorro—. Anoche me resfrié, y tengo la nariz totalmente tapada.
Esta respuesta agradó al león y tomó al zorro a su servicio.
Y la corte del león fue la envidia de los reinos vecinos.